El rol de la mujer en las artes plásticas en Puerto Rico
- Marimar Benítez
- 25 jun
- 11 Min. de lectura
Este ensayo de la educadora y crítica de arte Marimar Benítez fue publicado originalmente en Plástica No. 2, publicada en 1978
Nota de la editora: Las imágenes publicadas en este artículo son una reproducción de Plástica No.2 del año 1978, la cual se imprimía en blanco y negro. Los colores de las piezas no corresponden a las obras originales de las artistas citadas.

El auge del movimiento de liberación femenina ha despertado el interés por rescatar del olvido a las mujeres que han desempeñado un rol importante en el desarrollo de la sociedad contemporánea. En el campo del arte este interés se ha traducido en la producción de una serie de escritos, casi todos de carácter polémico y teórico, sobre todo en los Estados Unidos. En esta bibliografía se explora temas tales como:
¿Cuál ha sido el rol de la mujer en el desarrollo del arte?
¿Existe tal cosa como una sensibilidad y estética femenina?
Finalmente, ¿por qué no se han desarrollado genios mujeres en el campo del arte equivalentes a Miguel Angel, Rembrandt, Picasso o Matisse?
(La contestación a esta última pregunta es similar a la contestación de la misma en otros campos –la sociedad no le ha brindado a las mujeres la oportunidad de educación para el desarrollo de su potencial creativo).
Dentro de esta bibliografía se destaca un estudio serio llevado a cabo por las historiadoras de arte Linda Nochlin y Ann Sutherland Harris. Estas dos investigadoras de la producción de artistas mujeres de Europa y el Nuevo Mundo entre los años 1550-1950. Dicho estudio culminó en una exposición de arte en el Museo del Condado de Los Ángeles cuyo catálogo contiene este importante estudio. Vamos a utilizar el mismo como marco de referencia para nuestras observaciones sobre el rol de la mujer en las artes plásticas en Puerto Rico.
La historia de las artes plásticas en Puerto Rico es fragmentaria; muchas de las obras que se ejecutaron se han perdido por el efecto de la naturaleza –los proverbiales temporales, la polilla, los hongos– la desidia y el maltrato. Pocas piezas del periodo anterior al siglo 18 han sobrevivido estos embates, la mayoría de ellas de carácter religioso conservadas en iglesias y santuarios de la isla. De esta manera, aunque tenemos referencias documentales de una serie de pintores, son pocas las obras que se pueden adscribir a sus nombres. No es este un fenómeno exclusivamente puertorriqueño, pero no deja de ser menos doloroso.
En la figura de José Campeche nos encontramos ante el primer artista de gran valía en Puerto Rico, cuyo valor fue reconocido por sus contemporáneos de manera tal que han sobrevivido un número considerable de sus obras, unas 115, estimado en un 25% del total de su producción. El taller de la familia Campeche era de carácter familiar, en el mismo aprendió José junto con sus hermanos, Miguel e Ignacio, el oficio de su padre Tomás. Aunque en la casa Campeche también vivían las hermanas del pintor, no nos han llegado referencias de la participación de estas en el taller.
La primera referencia a unas mujeres desempeñándose como artistas es en el taller familiar y escuela de arte de José Cletos Noa en San Juan. Magdalena, Amalia y Asunción Cletos aprenden los rudimentos de pintura en el taller de su padre, donde también se inicia en las artes nuestro Francisco Oller. En la Primera Feria Exposición de Puerto Rico en 1854, auspiciada por la Real Junta de Comercio, presentan las hermanas Cletos diez obras pintadas en colaboración con su padre, por las cuales reciben medalla de oro. A la misma Feria concurre Oller, quien a su vez recibe medalla de plata. Al año siguiente, las hermanas Cleto presentan 16 obras de calidad variable, las cuales merecen medalla de plata y cincuenta pesos como premio del jurado.
En el estudio de Nochlin y Sutherland al que hemos hecho referencia se señala que la mayor parte de las mujeres artistas tenían una relación estrecha con artistas varones –aprendieron el oficio de sus padres, hermanos, esposos o amantes. El caso de las hermanas Cletos cae pues dentro de este fenómeno social que también se da en Europa y en Estados Unidos en menor grado.

Además de las hermanas Cletos, se desempeñan en San Juan una serie de mujeres pintoras en todo el siglo 19. Consuelo Peralta de Riego Pica, quien vive aproximadamente entre 1810 y 1875, y de quien también se conservan una serie de cuadros, recibe medalla de oro en 1855, en la misma Feria donde las hermanas Cletos recibían la de plata. Cinco años más tarde, en la Exposición de 1860, doña Consuelo exhibió ocho pinturas, de nuevo recibiendo medalla de oro. Asimismo, en la Exposición de 1854, Beatriz Massana, una de las hermanas Massana, exhibe tres pinturas. En la cuarta Feria de 1865 se habla de la pintura de dos señoras de la capital, que se cree es una referencia a las hermanas Massana. En el 1854 y 1855 expone Cipriana de Andino de San Juan, recibiendo, en 1855, medalla de plata y 24 pesos. También se hace referencia a Bernardin Rubin de Celis, quien se distinguía a mediados del siglo en el campo de la pintura, aunque de ella no se conoce cuadro alguno. Ya para el 1822, en la primera cátedra de dibujo al natural que instituyó la Sociedad Económica de Amigos del país, cuyo maestro fue don Juan Fagundo, estaban matriculadas las niñas Justa Fuertes y Petrona Celestina Font, quienes pasan a ser Socios de Mérito en la relación que hiciera la Sociedad en el 1859. Además de las mencionadas, a la exposición de 1855 concurren: Tomasa González de Caguas, Emérita Cebollero de Manatí, Josefa Lloreda de Mayagüez y María de la Paz Carrión de Gurabo. Asimismo, a las exposiciones subsiguientes concurren una serie de mujeres cuyos nombres no seguimos mencionando para no hacer el recuento excesivamente largo y tedioso.
El interés de las mujeres por el arte lo fomenta asimismo el pintor Francisco Oller, quien a lo largo de sus últimos años en Puerto Rico establece un número de academias de arte, en las cuales se dedica exclusivamente a la enseñanza de mujeres. La inclinación de Oller a darle clases solamente a mujeres se puede explicar como una expresión de sus ideas libertarias. Sabemos que Oller defendió las causas de la emancipación de la esclavitud, la igualdad de las mujeres y la libertad para Puerto Rico. El hecho de haber estudiado junto a las hermanas Cleto en su juventud también fue un factor que contribuyó a su disposición positiva hacia el aprendizaje de las mujeres. Oller mismo señala que la grata compañía de las alumnas le ayudaba a consolar los días de pobreza y la situación incómoda a la cual se había visto reducido al regresar a Puerto Rico.
Por otro lado, también se ha dicho que el interés de Oller en la enseñanza de jóvenes de sociedad responde a los valores compartidos por él de que el aprendizaje del arte pertenece a la esfera de la educación de una dama refinada, sin mayor trascendencia ni importancia. Si bien es claro que dichos valores existen y que son compartidos aún hoy en día por muchas personas, rechazamos esta interpretación. Nos parece que Francisco Oller tomaba muy en serio su oficio y vocación de pintor.
“Un vistazo preliminar a la producción de nuestras mujeres artistas en el siglo pasado nos señala que las obras producidas por las mujeres y exhibidas en las ferias y concursos no diferían sustancialmente en términos temáticos de las obras producidas por los hombres” - Marimar Benítez
Continuando con nuestro relato histórico del papel que han jugado las mujeres en el desarrollo de nuestras artes plásticas, las primeras décadas del siglo 20 son años muy difíciles. En palabras del Dr. Osiris Delgado:“cuando el país está sumido en un letargo espiritual, anonadado por la presión oficial orientada hacia la transmutación cultural de sus habitantes”.
Notable en estos años será la influencia de una serie de artistas, en su mayoría españoles, quienes se dedican a enseñar arte en Puerto Rico. El más importante de estos en el primer cuarto de siglo es Fernando Díaz McKenna quien establece una academia particular. Entre sus discípulos se encuentra un número de mujeres, siendo Ángela Feliú premiada con medalla de oro en 1937. En la Feria de 1920 exhiben obras las alumnas de Elías J. Levis, quien es profesor de pintura y dibujo en los Asilos de Niños y Niñas de Santurce.
Además de la participación de las mujeres en las escuelas de arte, en concursos y exposiciones, un grupo de mujeres también se dedicó a la docencia del arte, entre las cuales solo van a destacarse la Academia de Arte de Edna Coll, por ser una escuela profesional de arte para la década del cuarenta en Puerto Rico.

Si bien es cierto que encontramos a muchas mujeres participando en actividades artísticas, enseñando y tomando clases de arte desde principios del siglo pasado, es necesario aquilatar la calidad de las obras de estas mujeres. Como señalé anteriormente, existe la noción de que el estudio de arte forma parte de la educación de las señoritas de sociedad, y que la obra producida en el pasado por estas mujeres no es de carácter trascendente y pertenece al mismo renglón que el saber colocar los cubiertos en una mesa y saber servir una mesa formal. Que la participación de las mujeres en la actividad artística se circunscribe a la pintura de flores y no tiene ninguna importancia estética.
En el estudio Nochlin Sutherland Harris, al cual hemos hecho referencia, se señala que por factores de actitudes sociales, a las mujeres les era vedado el asistir a las clases de dibujo al desnudo, uno de los fundamentos del estudio del arte. Por esta razón, la producción de las mujeres artistas se circunscribió predominantemente a la naturaleza muerta y el paisaje. Un vistazo preliminar a la producción de nuestras mujeres artistas en el siglo pasado nos señala que las obras producidas por las mujeres y exhibidas en las ferias y concursos no diferían sustancialmente en términos temáticos de las obras producidas por los hombres.
La pregunta de la aquilatación del valor de las obras producidas por mujeres pintores en nuestra tradición nos lleva también a una pregunta que ha tomado importancia en los últimos años con el desarrollo del movimiento de liberación femenina –¿existe tal cosa como una sensibilidad estética propia de las mujeres? ¿Producimos las mujeres obras de arte que difieren sustancialmente de las producidas por los hombres? A falta de un estudio más completo sobre las obras producidas por las mujeres que han cultivado el género de las artes plásticas en Puerto Rico, volvemos a citar las conclusiones del estudio Nochlin Sutherland Harris. Estas autoras llegaron a la conclusión de que en términos de tema, tratamiento, uso de color, composición y criterios de diseño y excelencia, las obras producidas por estas mujeres no diferían de la producción de sus contemporáneos del sexo opuesto. Que era imposible llegar a conclusión alguna sobre la existencia de una “sensibilidad femenina” particular que distinguía estas obras de las obras producidas por hombres, y finalmente, que era imposible determinar si una obra había sido pintada por una mujer o por un hombre en base a criterios objetivos.
Aparte de las obras producidas por mujeres en Puerto Rico que no podemos categorizar como obras de arte por la falta de calidad estética de las mismas, creemos que preliminarmente podemos concluir que la producción de nuestras artistas del siglo 19 y principios del siglo 20 no difiere de manera significativa de la obra de los pintores varones. Lo anterior se dramatiza si recordamos que hay una serie de cuadros de manos de Asunción Cletos, en los cuales copió la obra de José Campeche y que por muchos años se creyó que eran de mano del maestro.
En relación a las artistas contemporáneas, cabría asimismo hacer un estudio comparando la producción de estas vis a vis con la de los artistas hombres. Es posible que dicho estudio arroje conclusiones similares. Sospechamos que la “sensibilidad femenina” no es otra cosa que la extensión de unos estereotipos culturales al campo de la estética.

En el panorama artístico contemporáneo encontramos que las mujeres desempeñamos roles importantes en el mismo. Como artistas creativas es importante destacar a las pintoras Olga Albizu, Myrna Báez, Isabel Bernal, Irene Delano, Consuelo Gotay, Natividad Gutiérrez, Susana Herrero, Lisette Rosado, María E. Somoza e Isabel Vázquez. Luisa Géigel fue una de las pintoras destacadas de la década del cuarenta en Puerto Rico. Ha pasado al campo de la escultura donde se ha distinguido tanto por su producción como por su labor docente. La escultora Carmen Álvarez Feldman es otra importante escultora mujer en nuestro arte contemporáneo.
En el campo de la docencia del arte encontramos que las facultades de las diferentes universidades del país están compuestas tanto por hombres como por mujeres en proporciones casi iguales. Lo mismo se puede decir del Departamento de Instrucción.
Finalmente, en el campo de la dirección de programas y museo señalamos que el Museo de Hostos está bajo la dirección de una mujer, Haydée Venegas, mientras que María E. Somoza dirige el importante programa de Artes Plásticas del Instituto de Cultura. Encontramos también un grupo de mujeres a la cabeza de galerías de arte; el Programa de Bellas Artes del Departamento de Instrucción fue dirigido por la doctora Carmen Tuya, y está ahora bajo la dirección de la doctora Rosa Ena Torruella.
Esta reseña nos señala un fenómeno que valdría la pena estudiar más a fondo –¿por qué nuestra sociedad que tradicionalmente le ha negado oportunidades de progreso a la mujer en muchas áreas, ha sido más liberal en el campo de las artes?
En la Conferencia Puertorriqueña de la Mujer tuvimos el honor de moderar el foro sobre la mujer en las artes. Pasamos a relatar algunas de las ponencias que hicieron las compañeras artistas en cuanto a la actitud en el mundo del arte respecto a las mujeres.
En primer lugar las compañeras señalaron que no se habían topado con casos de prejuicio de parte de los compañeros varones en relación a su rol como artistas. Apuntaron las compañeras que no sentían que en contra de ellas se discriminara por razón de su sexo, que se encontraban en situación similar a la de los artistas hombres, tanto en cuanto al acceso a galerías de arte donde exhibir sus obras, como a oportunidades de estudio y trabajo. Concluyeron que, por desgracia, la clase artística tanto femenina como masculina se encontraba en una situación difícil, pero que ellas compartían las dificultades con los compañeros por igual. Difiere esta conclusión de otras que se hicieron en la misma Conferencia sobre otros sectores de nuestra sociedad.

Este fenómeno no es característico de Puerto Rico exclusivamente. Encontramos en América Latina una situación similar que nos parece igualmente extraña al reflexionar que las otras sociedades hispanoamericanas también son consideradas “machistas”. Si nos referimos, por otro lado, al panorama de las artes en los Estados Unidos o en Europa, el cuadro del rol que desempeña la mujer en las artes es totalmente diferente. En un estudio llevado a cabo en los Estados Unidos con motivo del Año Internacional de la Mujer se encontró muestras de un discrimen marcado en contra de las mujeres en las oportunidades de empleo, de educación, acceso a galerías de arte, así como en la adjudicación de premios. En el nivel de los artistas de vanguardia internacional, la única mujer que ha jugado un papel importante en el cuadro de las superestrellas es la venezolana Marisol. No existen paralelos en los Estados Unidos o en Europa para una Frida Kahlo, Myrna Báez, Amelia Peláez, Leonora Carrington, y podemos seguir enumerando mujeres artistas de primera importancia dentro del arte hispanoamericano. ¿Cómo explicar esta situación?
Una de las compañeras artistas en la Conferencia a la cual hemos hecho alusión adujo como una posible explicación a esto el hecho de que el arte representa un área de importancia nominal dentro de nuestra economía. El mercado de arte en Puerto Rico es limitado, la venta representa un renglón menor en nuestra economía, y en la medida en que siga siendo nominal le será permitido a la mujer participar en forma destacada. Por el contrario, el mercado de arte en una ciudad como Nueva York en la cual la venta de obras de arte en el 1977 representó un total por sobre 400 millones de dólares, no le es accesible a las mujeres. Aunque esto puede explicar ciertos aspectos de esta situación, no creemos que sea una explicación totalmente satisfactoria, pues deja fuera la realidad del mercado de arte de Venezuela, Argentina, México o Colombia, en los cuales las obras de artistas mujeres son bien cotizadas.
¿Qué explicación razonable podemos darle a esa diferencia entre los mercados y la producción artística hispanoamericana y la europea y norteamericana vis a vis la mujer? Quisiéramos suscribirnos a la hipótesis de que el campo del arte representa una subcultura donde los prejuicios tradicionales y los estereotipos sobre los hombres y las mujeres se han ido eliminando para ser sustituidos por unas relaciones humanas basadas en los criterios que son verdaderamente fundamentales. Esto solo contesta la pregunta parcialmente y estamos concientes que es un fenómeno complejo y digno de serio estudio y consideración, cuyos parámetros sólo intentamos plantear.
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