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Cavilaciones en torno a la abstracción y su lugar en el imaginario cultural puertorriqueño

En este ensayo, el curador asociado del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico revisita el lugar de la abstracción en el arte puertorriqueño y su diáspora, proponiendo una mirada crítica a los marcos occidentales desde los que ha sido leída


Mélissa Raymond & René Sandín, El Chamaco de Hato Rey (2022), pintura de látex acrílico reproducido de muestras de pintura municipal sobre pared y escultura encontrada de cemento. De la exhibición Tamo Aquí (We Here), celebrada en la galería Embajada en el 2022. (Foto suministrada por Abdiel Segarra Ríos)
Mélissa Raymond & René Sandín, El Chamaco de Hato Rey (2022), pintura de látex acrílico reproducido de muestras de pintura municipal sobre pared y escultura encontrada de cemento. De la exhibición Tamo Aquí (We Here), celebrada en la galería Embajada en el 2022. (Foto suministrada por Abdiel Segarra Ríos)

Desde finales de la década del cuarenta, la abstracción, que deriva de las tendencias del arte moderno europeo, forma parte del panorama referencial de los artistas en el archipiélago puertorriqueño. Es vasto el repertorio de boricuas dedicados a la abstracción desde entonces. Incluso, en décadas posteriores, el trabajo de artistas estadounidenses y sudamericanos se sumó al repertorio de tendencias globales con las que muchos de nuestros artistas dialogaron a través de sus carreras. Tanto dentro como fuera del archipiélago, la abstracción sirvió como vehículo para la exploración de temas y formas de hacer que escapaban a las lógicas visuales de la época y que proponían vías alternas a los paradigmas dominantes de la visualidad. Tal vez por eso se argumentó con naturalidad, y equivocadamente, que el arte abstracto carecía de compromiso político.


Como cualquier expresión cultural, las lecturas que derivan de una obra varían contextual y temporalmente. En el caso del arte que denominamos como abstracto, su recepción también ha variado. En Puerto Rico, particularmente, estas variaciones han tenido que ver con las devoluciones de la diáspora en sus tránsitos de ida y vuelta. Algunos historiadores han argumentado que las influencias neoyorquinas sedujeron a un puñado de artistas locales alejándoles de la causa nacional que debía guiar el propósito de su arte. Sin embargo, la experiencia en la diáspora produjo nuevas formas de mirar lo propio, dejando una marca en las comunidades de artistas boricuas, tanto dentro como fuera del archipiélago. A pesar de las resistencias a la proliferación de estas estéticas, la Universidad de Puerto Rico sirvió de plataforma para profesores y estudiantes que por diferentes vías se dedicaron a explorar los límites de la representación y la pintura a través del desarrollo de lenguajes que hoy en día consideramos abstractos. La producción de estos artistas ha sido generosa y sus propuestas, aunque podrían estar mejor documentadas, aportaron un contrapunto necesario en el desarrollo del arte contemporáneo local y en la diáspora. 


Para muchos, el incremento en la visibilidad de estos lenguajes se tradujo en una disidencia visual posible, capaz de transformar las nociones sobre arte y cultura que utilizamos para hablar y discutir el presente sociopolítico de la región. La abstracción, o ese arte que se rehúsa a narrar, ha sido entre otras cosas, un contenedor de experiencias que permite retar las nociones de identidad, representación y clasificación de las que hemos dependido para nombrar y tipificar nuestro entorno y a nosotros mismos. La nación y las relaciones que derivan de sus estructuras condicionan nuestro imaginario, lo circunscriben a una narrativa con lógicas, jerarquías, sucesos y parámetros de medición vinculados a una agenda de poder estrechamente ligada a los procesos de colonización.


Osvaldo Budet Meléndez, Political Landscapes, 2023. Unspoken Identities, Ana Mas Project. (Foto suministrada por Abdiel Segarra Ríos)
Osvaldo Budet Meléndez, Political Landscapes, 2023. Unspoken Identities, Ana Mas Project. (Foto suministrada por Abdiel Segarra Ríos)

Valdría la pena preguntarnos si las categorías asignadas por la historia del arte occidental, esa que solemos llamar universal, nos han provisto de herramientas suficientes para interpretar adecuadamente el arte y la cultura fuera de los supuestos centros globales. Hoy en día, categorías como abstracción podrían ser insuficientes para describir los procesos que resultan en imágenes que la historia del arte y el mercado dan de facto como abstractas. Pienso en el repertorio estilístico de escuelas y movimientos basados, en su mayoría, en la experiencia de artistas e historiadores estadounidenses y europeos; conceptos como 'expresionismo abstracto', 'informalismo', 'minimalismo', etc., son palabras que nos orientan dentro de un panorama de tendencias que surgen en un entorno material y político profundamente distinto al caribeño; entendiendo ante todo el valor que tiene para la región su diversidad y contrastes respecto a otros territorios. A esta altura, tal vez necesitemos un surtido de herramientas diferentes, más amplio y heterogéneo, que nos ayude a interpretar y poner en valor los procesos creativos que surgen de un quehacer situado vinculado a los tránsitos de la experiencia caribeña, más allá de las Antillas.


En este punto, me parece necesario mencionar algunas particularidades que considero importantes acerca de cómo se construye el marco cultural en el cual se inserta la abstracción a nivel local. Pensemos que el imaginario puertorriqueño se construyó muy cercano al desarrollo de la producción gráfica de los artistas de la Generación del 50, de la mano del legado de líderes políticos y escritores que reivindicaban un proyecto nacional hijo de un proceso colonial profundamente ligado con los valores europeos. Dicha generación se ocupó de alimentar un cuerpo de imágenes diseñado en correspondencia con las narrativas del Estado Libre Asociado de Puerto Rico y el Instituto de Cultura Puertorriqueña. En sintonía con la agenda política de los artistas, este imaginario antagonizó estratégicamente con la cultura estadounidense para reafirmar las diferencias que confirmaban la existencia y autonomía de una identidad puertorriqueña.


“La abstracción, o ese arte que se rehúsa a narrar, ha sido entre otras cosas, un contenedor de experiencias que permite retar las nociones de identidad, representación y clasificación de las que hemos dependido para nombrar y tipificar nuestro entorno y a nosotros mismos” - Abdiel Segarra Ríos

En su conferencia El peligro de la historia única, la autora de origen nigeriano Chimamanda Ngozi Adichie, argumenta que “el relato único crea estereotipos, y el problema con los estereotipos no es que sean falsos, sino que son incompletos. Convierten un relato en el único relato”. Con ello en mente, me parece importante reflexionar acerca de cuáles han sido los silencios incidentales en nuestro relato y qué fue oportuno silenciar para demostrar que existía un proyecto identitario autóctono, sólido y capaz de hacer frente a la marea de asimilación estadounidense que rivalizaba con la hegemonía criolla.


De 2016 a 2024, viví en la ciudad de Madrid como estudiante. A mi llegada tenía una idea clara acerca de la identidad puertorriqueña. Luego de un par de años en la diáspora, aquello que me distinguía de los demás era justamente lo que tenía en común con ellos. Las playas, el calor, el plátano, la música y un repertorio maravilloso de contradicciones que nos acercaban y nos impedía ver más allá de las convenciones retóricas de un mestizaje incapaz de dar cuenta de las complejidades en nuestra región. 


Nora Maité Nieves, Clouds in the Expanded Field (2024), en el Norton Museum of Art. (Foto de Ashley Kerr / Suministrada por Abdiel Segarra Ríos)
Nora Maité Nieves, Clouds in the Expanded Field (2024), en el Norton Museum of Art. (Foto de Ashley Kerr / Suministrada por Abdiel Segarra Ríos)

La reafirmación de un imaginario nacional cónsono con las ideas de mestizaje e hispanidad apegadas al sistema de valores europeos, dejó fuera aquellas expresiones que no cumplían con la rúbrica nacionalista que rechazaba los vínculos culturales con los Estados Unidos y el arte moderno. Entre las muchas omisiones que resultaron de las narrativas de afirmación, la abstracción fue una de las que salió perdiendo en ese proceso. Sin embargo, muchos artistas puertorriqueños, en el archipiélago y la diáspora, apostaron por estos lenguajes como vías para el desarrollo de sus investigaciones. Del lado de la crítica y la historia, esto supuso el fortalecimiento de una dicotomía que dividió política y conceptualmente el relato entre figurativos y abstractos, robusteciendo una frontera falsa entre un arte que tenía la capacidad de ser político y uno que estaba enajenado en sus características formales.


Cualquier aseveración que implique una desconexión entre lo político y el trabajo artístico, obvia la obra de Zilia Sánchez, Raphael Montañez Ortiz, Freddy Rodríguez, Awilda Sterling-Duprey, Antonio Navia, Gisela Colón, Edra Soto, Nayda Collazo-Llorens, Ivelisse Jiménez, Tony Cruz Pabón, Laura Castro, Osvaldo Budet, Cisco Merel, Josué Pellot, Nora Maité Nieves, Rafael Vega, Melissa Raymond & René Sandín, Frances Gallardo y Roberto 'Yiyo' Tirado, solo por mencionar unos pocos. 


Awilda Sterling Duprey, Blindfolded VI,  en la 14a. Bienal del Mercosur, Brasil. (Foto de Thiéle Ellissa / Suministrada por Abdiel Segarra Ríos)
Awilda Sterling Duprey, Blindfolded VI,  en la 14a. Bienal del Mercosur, Brasil. (Foto de Thiéle Ellissa / Suministrada por Abdiel Segarra Ríos)

El trabajo de Sterling-Duprey, por ejemplo, plantea una relación con la pintura que propone una metodología que apuesta por el cuerpo y su intuición como motores de un proceso que trasciende las estéticas del proyecto identitario. Osvaldo Budet, por su parte, se vale de datos concretos, como los resultados de los plebiscitos de estatus en Puerto Rico para ofrecer una mirada que proporcione matices adicionales a la que por lo regular ofrecen la prensa y los partidos mayoritarios, demostrando la complejidad del proceso eleccionario en un escenario colonial como el puertorriqueño. En el mismo espíritu, las investigaciones de Melissa Raymond & René Sandín utilizan como punto de partida las paletas de colores municipales para reflexionar acerca del paisaje geopolítico de Puerto Rico desde la diáspora. A su vez, Edra Soto y Nora Maité Nieves, desde Chicago y Nueva York, respectivamente, diseñan aproximaciones formales que recuperan elementos de la arquitectura vernácula puertorriqueña a través de propuestas que reclaman el valor estético detrás de la función de ciertas formas de ornamentación en viviendas de clases trabajadora.


Edra Soto, Graft (2024) en Doris C. Freedman Plaza, Central Park, NYC. (Foto suministrada por Abdiel Segarra Ríos)
Edra Soto, Graft (2024) en Doris C. Freedman Plaza, Central Park, NYC. (Foto suministrada por Abdiel Segarra Ríos)

La abstracción europea y estadounidense nunca han sido las únicas referencias disponibles para los artistas en la región. Precisamente por las posibilidades que abarca esta forma de hacer y pensar que llamamos abstracción, y porque su objetivo no precisa de una estructura narrativa, el trabajo de estos artistas no depende de un marco de significación nacional. En todo caso, las experiencias que informan la producción de obras en este registro nos permiten pensar el territorio y sus resonancias en la diáspora a través de obras que invitan a repensar la vigencia del aparato de representación y sus discursos.


La labor de académicos y curadores como Nelson Rivera Rosario, Arlene Dávila, Carla Acevedo Yates y Carlos Rivera Santana han aportado lecturas necesarias en la elaboración de un camino que entiende el valor de la diferencia y los riesgos del esencialismo. Entendiendo, además, el doble filo de la reivindicación cuando es el dominador el que la impone y la exige. La abstracción provee hoy un espacio de significación adicional, un margen capaz de ajustarse a interpretaciones que convocan saberes no académicos y procesos de interlocución tan dinámicos como obras que no necesita de representar para existir, solo existen; así como existen audiencias sedientas, espacio para elaborar imaginarios que trascienden estereotipos, cognomentos y banderas.



Sobre el autor: Abdiel D. Segarra Ríos (Santurce, Puerto Rico), es curador asociado del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico (MAC). Cuenta con un grado en Bellas Artes de la Escuela de Artes Plásticas y Diseño de Puerto Rico, una maestría en Gestión y Administración Cultural de la Universidad de Puerto Rico y un máster en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual de la Universidad Autónoma de Madrid, donde actualmente finaliza estudios doctorales. Fue director de Área: lugar de proyectos, y director del Programa de Artes Plásticas del Instituto de Cultura Puertorriqueña y de la Trienal Poli/Gráfica de San Juan. Ha curado exposiciones en Puerto Rico, España y los Estados Unidos. Igualmente, ha impartido cursos universitarios en la Escuela de Artes Plásticas y ha publicado sus textos en periódicos, revistas académicas y plataformas independientes. Colabora activamente con varias organizaciones culturales en Madrid y San Juan, entre las que se encuentran Espacio Afro, La Parcería y El Lobi.

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