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Carmelo Fontánez: maestro de la abstracción

Actualizado: hace 1 día

El artista Rafael Trelles traza en este ensayo la ruta creativa que ha guiado la vida y obra de este artista puertorriqueño


Nota de la editora: El siguiente texto es una síntesis de varios artículos que el autor ha escrito a través de los años sobre la obra de Carmelo Fontánez.



Carmelo Fontánez, Emergiendo (1974)
Carmelo Fontánez, Emergiendo (1974)

Cuando Caimito era un bosque húmedo y frondoso, repleto de quebradas y manantiales; cuando sus caminos no estaban pavimentados y reinaban en su floresta el múcaro y el guaraguao; cuando era la frontera verde que separaba a San Juan del resto de la isla; hace setenta y tantos años, el niño Carmelo Fontánez diariamente caminaba varios kilómetros, por veredas y caminos entre fincas, para llevarle el almuerzo a su padre en el cañaveral. De esas largas caminatas y de su crianza en los campos de su Caimito natal le nació a Fontánez su amor por el paisaje y la naturaleza.


Carmelo Fontánez, Atardecer desde la montaña (1973)
Carmelo Fontánez, Atardecer desde la montaña (1973)

“Ese muchacho me salió místico", decía doña Santo cuando divisaba a su hijo detrás de los arbustos embelesado con el vuelo de los pájaros, atento al rumor del viento en las alturas del monte o a los azules y violetas de la sombra del mangó. Así pasó su infancia entre la quebrada y la escuela. Allí, mirando a un alumno de grados mayores garabateando figuras en un papel, descubrió que dibujar con realismo era posible y se le sembró en la cabeza la semilla del artista. Comenzó dibujando árboles que geometrizaba por pura afición. Pero no fue hasta el tercer año de universidad, que intrigado por unos pinceles que cargaba un compañero de clases, preguntó y supo que en el mismo recinto de Río Piedras se podían tomar clases de pintura. Ingresó al Departamento de Bellas Artes, y en pocos meses se convirtió en unos de los alumnos destacados, ganando premios en certámenes universitarios y nacionales.


Carmelo Fontánez, Manto de luz  (2012) y Luz de tarde (2011)
Carmelo Fontánez, Manto de luz  (2012) y Luz de tarde (2011)

Desde que Carmelo Fontánez presentó su primera exposición a finales de la década de los 60 eligió el color como eje estético de su pintura. Esa larga experimentación con las infinitas posibilidades de la matización cromática lo ha convertido en uno de los principales coloristas del país. El color —como sustancia visual capaz de generar palpitación lumínica, calor, frío y emociones; de transformar la superficie pictórica para desplegar atmósferas líricas y místicas— es el alimento sutil que nutre la encendida sensibilidad de Fontánez.


En aquel tiempo, el Departamento de Bellas Artes de la Universidad de Puerto Rico era comandado por profesores que valoraban, por encima de todo, los fundamentos del arte y los principios del diseño. Entre ellos, fue Félix Bonilla Norat el que lo introdujo en los misterios del color. 

            

Digno heredero de la tradición iniciada en el siglo 19 por Hilma af Klint y Wassily Kandinsky, Bonilla Norat asediaba el color desde diferentes campos: el pigmentario, el lumínico, y el sicológico. Cada uno de ellos visto como una puerta abierta al misterio insondable de la poesía, teniendo los tres su propia voz y actuando de manera simultánea en la pintura. Tres corrientes vivas, entrelazadas y complementarias, expresadas a través de la pincelada, la mancha y los planos de la composición.


Retrato de Carmelo Fontánez
Retrato de Carmelo Fontánez

Luego de algunos años enseñando arte en las escuelas del país, Fontánez hizo sus estudios de maestría en la Universidad de Nueva York gracias a una beca que le otorgó el Departamento de Educación de Puerto Rico. En Nueva York entró en contacto con las corrientes informalistas y conceptuales del momento, preparándolo para su retorno a la isla en 1971. Entonces, se desempeñó como profesor de pintura, dibujo e historia del arte en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez, y posteriormente, en el Recinto Universitario de Bayamón, de donde se jubila.


Carmelo Fontánez, Otoño (1970)
Carmelo Fontánez, Otoño (1970)

El paisajismo de Carmelo Fontánez no es realista ni mucho menos ilustrativo. Como pintor abstracto, los materiales edificadores de su pintura no son la flora, el cielo, o el bosque, sino el color, el pigmento, la mancha, la pincelada, la aguada y los demás elementos formales. Sus cuadros son construidos con una mezcla balanceada de rigor técnico y emoción creadora. De ese proceso creativo eminentemente formal, emerge el paisaje de Caimito a veces como una referencia vaga, en otras se percibe claramente, ya sea como luminoso perfil de montaña o como húmedo interior de hojarasca. 


Carmelo Fontánez, Lluvia (1983)
Carmelo Fontánez, Lluvia (1983)
Carmelo Fontánez, Resurgir (1991)
Carmelo Fontánez, Resurgir (1991)

Sus pinturas son también evocaciones de la percusión melodiosa de la marimba, su instrumento favorito, y de su amor por el jazz; haciéndole, con ello, un homenaje a sus raíces africanas. Con sus extraordinarios dibujos en grafito de gran formato, y otras series en diversos medios, ha continuado su investigación formal del paisaje desde la óptica abstracta convirtiéndose en uno de los mayores exponentes del dibujo puertorriqueño. Pocos dibujantes manejan un espectro tan amplio de texturas, valores tonales, y complejas composiciones de fluyente organicidad.


El elemento surreal está presente en la pintura y en el dibujo de Fontánez. Sus formas ambiguas, el dramatismo del color y sus composiciones orgánicas nos sumergen en el ámbito del subconsciente. Algunas de sus pinturas pueden ser vistas como mandalas tibetanos y usarse como herramientas para propiciar la meditación. Esto nos recuerda la profunda afinidad de su trabajo con el arte del lejano oriente.


Carmelo Fontánez, Círculo indígena (2002)
Carmelo Fontánez, Círculo indígena (2002)
Carmelo Fontánez, Árbol respirando (2003)
Carmelo Fontánez, Árbol respirando (2003)
“El paisajismo de Carmelo Fontánez no es realista ni mucho menos ilustrativo. Como pintor abstracto, los materiales edificadores de su pintura no son la flora, el cielo, o el bosque, sino el color, el pigmento, la mancha, la pincelada, la aguada y los demás elementos formales. Sus cuadros son construidos con una mezcla balanceada de rigor técnico y emoción creadora” -  Rafael Trelles

Otro tema que merece resaltarse en la obra de Carmelo Fontánez es su valiente apuesta por la belleza. Sobre todo, en un momento de la historia del arte en que se hace evidente el agotamiento de las propuestas neoconceptuales, y su negación del valor estético del objeto artístico y de la belleza como expresión de armonía e integridad formal. Desacreditada injustamente como valor burgués, la belleza está lejos de ser la aspiración de una clase social en específico. Cargando con su relatividad cultural, de manera inconsciente o como aspiración intrínseca de nuestra naturaleza humana, la belleza siempre se ha manifestado en el arte de todos los pueblos desde la Antigüedad. El sofisticado formalismo de Fontánez nos devuelve lo bello con renovada fuerza, arraigado a su vez, en esa larga tradición.


Carmelo Fontánez, De mañana (2015). (Colección Museo de Arte de Ponce)
Carmelo Fontánez, De mañana (2015). (Colección Museo de Arte de Puerto Rico)

A sus 80 años, con una larga carrera a su haber, que incluye 28 exposiciones individuales y más de 100 colectivas, Carmelo Fontánez se ha consolidado como uno de nuestros artistas más importantes que ha sabido construir un arte abstracto personal inspirado en la naturaleza isleña. Sus pinturas, aportan novedad y ruptura a la ingente tradición del paisaje puertorriqueño iniciada por Campeche y Oller y continuada hasta el presente por grandes figuras de la plástica puertorriqueña.


Doña Santo tenía razón, ese muchacho —ahora retirado de la docencia y pintando en su bello estudio enclavado frente a una de las últimas fincas de Caimito que aún resisten el embate de la construcción— le salió místico. Todavía hoy, Carmelo Fontánez contempla el vuelo de los pájaros, permanece atento al rumor del viento en la altura del monte y a los azules y violetas en la sombra del mangó.


Carmelo Fontánez retrato
Carmelo Fontánez

Sobre el autor: Pintor puertorriqueño de intereses múltiples, Rafael Trelles también realiza esculturas, instalaciones, gráficas, performances, intervenciones urbanas y fotografía digital. Ha expuesto individual y colectivamente en Puerto Rico, Estados Unidos, América Latina y Europa. Sus exposiciones han sido premiadas por la Asociación Internacional de Críticos de Arte, Capítulo de Puerto Rico en los años 1991, 2004, 2007 y 2014.  Durante los últimos 30 años ha publicado múltiples artículos sobre arte puertorriqueño en catálogos, libros y revistas del país. En 2009, Terranova publicó Metamorfosis, acerca de su pintura. En el 2015 salió a la luz su primer poemario, El pez en llamas, bajo el sello de Publicaciones Gaviota. En 2022 Editora Educación Emergente publicó su cuento Los ojos de Juan Pantaleón como libro de bolsillo y en 2025 su segundo poemario Fabulaciones. En ese mismo año L’Artban publica In Concrete, Urban Graphics, sobre sus intervenciones urbanas. En 2019 fue nombrado académico de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española.

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