El arte del cómic y las muchas luchas de una superheroína boricua
- Juan José Roque-Giraud

- 3 sept
- 8 Min. de lectura
La exhibición Arte de La Borinqueña, del novelista gráfico Edgardo Miranda-Rodríguez, se presenta en la sala de exhibiciones de Humanidades Puerto Rico, en el Viejo San Juan

En medio de la amplia oferta de obras literarias del género del cómic, destaca con fuerza la figura de “La Borinqueña”, una superheroína afropuertorriqueña concebida por el novelista gráfico, Edgardo Miranda-Rodríguez. Desde su lanzamiento en 2016, esta obra ha logrado captar la atención de una extensa variedad de lectores, y no es difícil entender por qué. La representación de la mujer caribeña en este género ha sido históricamente escasa y limitada a fatigados estereotipos. Frente a esta carencia, la obra literaria no solo incluye a la mujer puertorriqueña, sino que la coloca en el centro de la narrativa, como una protagonista activa y poderosa. Basta con observar las portadas de la serie, donde aparece la superheroína vistiendo la estrella y los colores de la bandera de Puerto Rico, para entender que su imagen encarna con fuerza una identidad que se hace visible desde el primer vistazo.
Con la exhibición Arte de La Borinqueña, la presencia de la superheroína cobra vida más allá de las páginas de sus cómics, abriendo las puertas del nuevo hogar de la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades —Humanidades Puerto Rico—, ubicado en el tercer piso del Cuartel de Ballajá. De suelo a techo, el estrenado espacio de la Fundación queda fantásticamente transformado con una muestra que incluye ilustraciones originales, figuras de acción y arte inédito. La exhibición fue curada por el propio artista, Miranda-Rodríguez, quien, además de su labor como escritor y artista gráfico, ha liderado el montaje de diversas exhibiciones de cómics para Marvel, además de encargarse de las diferentes ediciones que ha tenido este proyecto. Su parada en el Cuartel de Ballajá ha sido la más reciente, luego de haber recorrido distintos espacios, entre ellos el National Museum of Puerto Rican Arts & Culture en Chicago y el Pennsylvania College of Art & Design. Esto fue luego de haber hecho su debut en la galería de la Fundación Cortés en 2021, en pleno brote de la pandemia, por lo que su regreso a Puerto Rico amerita mucha conmoción.

El montaje de Edgardo Miranda-Rodríguez logra lo increíble al transportar a su visitante dentro de su mundo, haciendo que recorrer esta exhibición se sienta como pasearse por las páginas de sus libros. La reconocible estética de los cómics —las burbujas de diálogo, los vibrantes colores y la pluralidad de imágenes— queda plasmada magistralmente sobre las paredes de la sala. Desde la entrada, la exhibición nos recibe con un despliegue de imágenes de la superheroína, que llenan el espacio con los colores de la bandera puertorriqueña. Pero más allá del divertido dinamismo visual que caracteriza los libros de “La Borinqueña”, la exhibición resalta el poder que tienen los cómics para comunicar y complejizar nuestros alrededores. Desde los derechos civiles hasta su uso como herramienta de propaganda bélica, los cómics han servido como una plataforma para expresar posturas políticas y reflexionar sobre problemáticas sociales. La obra de esta superheroína boricua se mantiene fiel a esa tradición, utilizando el arte de la historieta para generar diálogo en torno al sinnúmero de retos que enfrentamos las y los puertorriqueños hoy día.
De igual forma, la presencia de su protagonista, como mujer afrocaribeña, marca un hito importantísimo en la inclusión de historias arraigadas en contextos auténticamente caribeños y latinoamericanos. Entre los muchos cómics que podemos hallar en los anaqueles del subgénero de “superhéroes”, solo una diminuta fracción han sido protagonizados por figuras femeninas. El propio nombre que le hemos otorgado comúnmente ya nos presenta, de por sí, un desafío transmitiendo cómo la noción del “héroe” ha sido construida en el hemisferio occidental desde una perspectiva masculina, dejando en segundo plano las posibilidades de representación femenina. Aún más infrecuente ha sido la presencia de mujeres latinas y afrodescendientes.

Las historietas de “La Borinqueña” cruzan acertadamente las fronteras entre lo real y lo imaginario, construyendo una narrativa intertextual que juega constantemente con distintas capas de significado. Al combinar lo histórico con lo fantástico, el lector es guiado hacia una relectura crítica de la historia colectiva del pueblo puertorriqueño. Fuera del traje de la superheroína, la vida cotidiana de Marisol Ríos de la Luz (La Borinqueña) es una que resuena con muchas familias puertorriqueñas. Como muchos miembros de la diáspora, Marisol es hija de padres que emigraron de Puerto Rico a la ciudad de Nueva York. Al inicio de la serie, la joven es una activista y estudiante de Ciencias de la Tierra y Medioambientales que, a través de un programa de intercambio académico, reconecta con sus raíces en el archipiélago. Es aquí donde adquiere superpoderes al entrar en contacto con deidades taínas, quienes la proclaman como símbolo de esperanza en medio de la decadencia política, social y económica que ha golpeado al territorio en los últimos siglos.
Si bien la mitología ha sido una fuente recurrente de inspiración para cientos de cómics, en su mayoría están basados en relatos grecorromanos. Por contraste, La Borinqueña opta por recuperar mitos taínos, reivindicando la riqueza de la tradición narrativa ancestral del Caribe. De este modo, el cómic no solo plantea una heroína con poderes sobrenaturales, sino que también enmarca su origen en un legado espiritual y cultural propio del Caribe. Este interés por resaltar la historia precolombina de Puerto Rico se manifiesta desde el propio nombre, que remite a Borikén, como se cuenta que los y las taínas llamaban al archipiélago. Aunque es importante mencionar, que de igual manera, el título de la historieta (y su protagonista) hace referencia al himno de Puerto Rico, La Borinqueña, en su versión original revolucionaria, escrita por Lola Rodríguez de Tió.

La crisis energética, la creciente incertidumbre ambiental y la privatización de las costas son solo algunas de las preocupaciones sociales que el arte de la superheroína denuncia. A través de sus imágenes, la obra invita a reflexionar sobre estos conflictos actuales desde sus raíces históricas. En una era en la que la información se manipula con facilidad y la historia oficial se presenta tan frecuentemente de manera lineal y reducida, esta propuesta artística ofrece una alternativa poderosa para educar y rescatar memorias colectivas desde una mirada crítica. No pasa mucho tiempo después de que el espectador se adentra en el espacio para darse cuenta de ello, pues una de las imágenes que mejor lo evidencia se encuentra cerca de la entrada, exhibida en un conjunto de ocho ilustraciones en blanco y negro. Esta imagen está dividida en cinco viñetas, separadas por la estrella de la bandera puertorriqueña en el centro del plano. En ellas convergen distintos momentos de resistencia y pérdida: desde la lucha contra la colonización española, el Grito de Lares, la Masacre de Ponce y la vigilia por las víctimas de la masacre en la discoteca Pulse en Orlando, donde al menos la mitad de las víctimas eran puertorriqueñas.

La vestimenta de la superheroína en este tramo no se puede pasar por alto. Alzar la bandera de Puerto Rico no es tan solo un hecho patriótico. Por muchas generaciones, cargar la bandera puertorriqueña ha sido un acto de manifestación y resistencia. Hasta el día de hoy, las tonalidades del azul en la bandera y sus respectivos simbolismos siguen siendo objeto de conversación. No nos podemos olvidar tampoco que, durante mediados del siglo XX, exhibir la bandera estaba criminalizado bajo los esfuerzos de la administración de Luis Muñoz Marín por silenciar los movimientos independentistas en Puerto Rico. Pocos años más tarde, la bandera sería utilizada como escudo simbólico en las marchas de los Young Lords.
“En una era en la que la información se manipula con facilidad y la historia oficial se presenta tan frecuentemente de manera lineal y reducida, esta propuesta artística ofrece una alternativa poderosa para educar y rescatar memorias colectivas desde una mirada crítica” — Juan José Roque Giraud
Mientras que en otras naciones americanas con mayor autonomía existe un consenso más definido sobre las figuras heroicas que las representan, en Puerto Rico esa identificación ha sido un poco más difícil, dependiendo del partido político al que se le pregunte. Lamentablemente, las narrativas oficiales —moldeadas por los intereses políticos de quienes han estado en el poder— han marginado a muchos de nuestros líderes y lideresas. No obstante, lo cierto es que nuestras figuras históricas han sido muchas. El arte de “La Borinqueña” contribuye a rescatar y visibilizar esas voces, llevándolas al mundo de la cultura popular. En la narrativa de la obra brillan con fuerza los rostros de Mariana Bracetti y Lola Rodríguez de Tió. Ver sus rostros resulta profundamente conmovedor, especialmente tratándose de mujeres cuyos roles han sido fuertemente infravalorados. Su presencia visual aquí queda más que reivindicada, permitiendo que nuestros jóvenes lectores reconozcan el legado de estas figuras como parte integral de los procesos sociopolíticos y culturales del país sobre el que nos sostenemos hoy.

Uno de los elementos que más placer brinda al recorrer la exhibición es apreciar cómo “La Borinqueña” ha sido compuesta por un conjunto de fuerzas creativas. Además de las ilustraciones creadas por Miranda-Rodríguez, protagonizan las visiones artísticas de otros creadores. Una de estas grandes colaboraciones fue con el puertorriqueño, George Pérez, quien es celebrado como uno de los artistas de cómics más influyentes. Con una amplia trayectoria, Pérez fue uno de los colaboradores más cotizados de DC y Marvel. De hecho, para esta última, cocreó al personaje de White Tiger, que fue el primer superhéroe puertorriqueño de la compañía. La portada de la segunda publicación de “La Borinqueña”, que se presenta en gran formato dentro de la muestra, fue una de sus últimas contribuciones; atestiguando la destacada presencia y aportación de los puertorriqueños en el universo del cómic.
A modo de síntesis, la figura de la superheroína rompe con muchos moldes tradicionales y ofrece una narrativa que resuena profundamente con las vivencias, luchas y sueños de una comunidad frecuentemente marginada en los cómics convencionales. Sí encuentro pertinente mencionar que, en algunos pasajes de los libros, la representación recurre a ciertos tropos tradicionales, en un intento sincero, aunque en ocasiones algo forzado, de conectar con sus raíces puertorriqueñas. Esto se evidencia, por ejemplo, en el uso ocasional de palabras y frases en español dentro de pasajes mayoritariamente en inglés, con expresiones que pueden sentirse algo fuera de lugar dentro del relato, como menciones algo aleatorias de su amor por la comida o la música criolla. Fuera de esos pocos instantes, la presencia de una superheroína puertorriqueña en el universo del cómic contemporáneo representa un avance significativo en cuanto a visibilidad y representación cultural. “La Borinqueña” no solo ofrece un rostro con el que nuevas generaciones pueden identificarse, sino que también sostiene la fuerza de los y las puertorriqueñas. Aquí, el arte del cómic, con su instrumentalización de la palabra y la imagen, logra reunir y resaltar en un mismo marco la dispersa y compleja realidad de Puerto Rico.


Arte de La Borinqueña es una muestra sumamente dinámica, con un montaje tan vibrante como la esencia de los cómics. Apreciar los colores de la bandera de Puerto Rico —rojo, blanco y azul (en su versión del triángulo bañado en azul celeste)— llenar el espacio de la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades da una sensación de orgullo difícil de poner en palabras. Por mucho que pueda disfrutar de superhéroes como “Capitán América” o la “Mujer Maravilla”, nunca he logrado conectar del todo con ellos. Recorrer esta exposición me dejó más que claro por qué. A diferencia de muchas narrativas clásicas de las dos grandes editoriales de cómics, implícitamente centradas en guerras territoriales o disputas políticas entre grandes imperios, las luchas de esta superheroína se alinean con las vivencias de la persona puertorriqueña común. Como historiador de arte caribeño, encuentro profundamente fascinante que sus poderes provengan de fuerzas espirituales vinculadas a deidades de la mitología taína. Esta raíz cultural le da un significado especial y una conexión auténtica con nuestra identidad colectiva.
Sobre el autor: Juan José Roque-Giraud es crítico e historiador del arte. Cuenta con un bachillerato en Historia del Arte de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, con énfasis en América Latina y el Caribe. Actualmente, es estudiante de maestría en la Universidad de Texas en Austin, donde forma parte del Center for Latin American Visual Studies. Su investigación se centra en el arte contemporáneo del Caribe insular y su diáspora, con un interés particular en la materialidad y la desmaterialización del objeto artístico.

































