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La isla de las salamandras

El artista Rafael Trelles escribe sobre el nuevo libro de Juan Carlos Soreno y Dafne Elvira, una creación híbrida que convierte la lectura en rito y revelación


Dafne Elvira, La isla de las salamandras, acrílico sobre tabla / 4 x 2´ / (2024).
Dafne Elvira, La isla de las salamandras (2024). Acrílico sobre tabla, 24" x 48".

Escrita por Juan Carlos Soreno, ilustrada por Dafne Elvira y diagramada por Adaris García, La isla de las salamandras sorprende en cada página.


El libro, publicado en formato de plaquette, llama la atención por su marcada horizontalidad, que duplica su longitud cuando lo abrimos. El formato apaisado es un mensaje en sí mismo, que anticipa el panorama isleño descrito en la obra, y resalta la importancia de la forma pictórica en su concepción. La concha de carrucho que preside la cubierta alude a la metáfora de la isla como caracol y nos remite al ancestral fotuto taíno, que anuncia el inicio del rito y la leyenda.  


Portada del libro La isla de las salamandras, 4" x 11”.
Portada del libro La isla de las salamandras, 4" x 11”.

Una inundación de aguas cristalinas nos recibe desde la portada hasta la segunda y tercera página, en donde atisbamos a una pequeñísima salamandra que intenta ocultarse entre los pliegos del libro. Desde ese instante, quedamos advertidos los lectores, del modo minucioso en que debemos abordar la lectura y contemplación de este libro. En cada rincón de sus páginas hay claves ocultas, elementos escurridizos por su transparencia o pequeñez que demandan ser vistos e interpretados. 


Breves y transparentes son también los textos de Soreno que flotan y se sumergen en los barrocos paisajes esbozados con maestría por Elvira. Y aunque sabemos que el escrito nació primero, sirviendo de inspiración a la pintora, al final, la brillantez de lo plástico se impone, convirtiéndose en otro texto de carácter visual que dialoga, enriquece y contextualiza la narración. 



Una hermosa cita del poemario Travesías de José Luis Vega, sirve de epígrafe al libro. En ella el poeta invoca la ciudad, la isla repetida, el alma, la vida y la memoria. Como si fuera una profecía, o quizás un mapa, las palabras de Vega trazan la ruta del relato de Soreno. Lúcido anticipo para La isla de las salamandras que comienza con las siguientes palabras:


Como una concha lanzada a la superficie del mar, en el centro de esta historia hay una isla. En esa isla hay un pozo, una salamandra y una mujer con el vientre atravesado por una cicatriz. Sobre la isla queda el cielo, y en el tope del cielo —o casi en el tope— una gaviota levita quieta por lo pronto, sobrevolándola.


Con estas tres oraciones el autor presenta los personajes de su historia y el escenario que los contiene. Trabaja con arquetipos junguianos:  isla, mujer, lagarto, ave, pozo, cielo y mar. La puesta en escena que despliega a continuación, aunque narrada en prosa, pertenece al ámbito de la poesía; toca las teclas de nuestro inconsciente y nos abisma en el reino de los sueños. 


Aun así, hay un cierto coloquialismo en la prosa poética de Soreno que parece negar con su tono distendido el aliento lírico de la narración. Enumeraciones inesperadas, fragmentaciones del texto y expresiones tomadas del lenguaje cotidiano —como el reiterado uso de la onomatopeya, splash— rompen con la retórica de la poesía tradicional. Con estos recursos, nuestro poeta-narrador, logra neutralizar cualquier residuo modernista a la hora de abordar la forma lírica.


—como el reiterado uso de la onomatopeya, splash—
—como el reiterado uso de la onomatopeya, splash—
“Como ocurre en toda narración simbólica, la trama de La isla de las salamandras oculta un relato subyacente. Hace visible lo invisible mediante un lenguaje figurado hermanado con la poesía. La virtud de ese lenguaje es su capacidad de generar múltiples interpretaciones, sentimientos inquietantes y sensaciones turbadoras” - Rafael Trelles

Sin embargo, lo dicho no implica una renuncia a la belleza. Soreno ha urdido su escrito con expresiones admirables en forma y contenido.   A modo de ejemplo, cito a continuación cuatro oraciones del cuento: 


La mirada translúcida de una salamandra está hecha con la materia infatigable de la espera, que es uno de los nombres del tiempo. 


Quien corra en una isla se topará tarde o temprano con el límite del mundo y con su propio límite, ambos coincidentes de la misma curva.


¿Qué caldo se cocinaba en aquellas aguas mecidas por la cola del monstruo? Nada más y nada menos que la historia entera de la isla.


En el mismo instante, tanto la isla como su alma se abrieron a la inminencia cegadora de la profundidad, como se separan unos labios o los bordes de una herida.



Las ilustraciones de Dafne Elvira interpretan con maestría el onirismo literario de Soreno. Con pleno conocimiento de su oficio, la pintora juega con el fragmento y la representación parcial de las imágenes que emergen de intrincados paisajes isleños. Quiere que el lector avisado complete con su imaginación las figuras que se insinúan en la página. Emplea los medios digitales y la manipulación fotográfica, puestos al servicio de una acendrada sensibilidad cromática; logrando imágenes auténticas, alejadas del efectismo excesivo y la lustrosa artificialidad propia del arte de los pixeles. 


Los autores han diseccionado el texto, reservando algunas oraciones o incluso un puñado de palabras para lucirlas en la página ilustrada, y de esta forma enfatizar significados, crear pausas en la lectura y estimular la contemplación reposada de la hoja.


La principal estrategia de diseño que utiliza Elvira es la disolución visual de la superficie plana del papel mediante el empleo de aguadas y texturas atmosféricas que pintan la página por completo. El resultado es un libro dúctil, navegable, hecho de acuosas profundidades.


…aguadas y texturas atmosféricas…
aguadas y texturas atmosféricas…

La inteligente alternación de páginas coloridas y otras en blanco y negro, aporta ritmo y variedad al diseño gráfico. En estas últimas, una línea de delicada factura, es el recurso utilizado para dibujar rocas, lagartos y figuras femeninas en movimiento, secuenciadas en 14 etapas sucesivas, como si de un ensayo cronofotográfico de Muybridge se tratara.


Otras ilustraciones de encantadora sencillez llaman la atención: la cola de una salamandra sumergida en el agua que la refracta, un pequeño rostro humano flotando en una mancha de tinta azul, una delicada enredadera de hojas verdes que atraviesa la página, la silueta de una mujer contemplando el mar junto a un árbol vencido por el viento. 


 …figuras femeninas en movimiento, secuenciadas en 14 etapas sucesivas…
 …figuras femeninas en movimiento, secuenciadas en 14 etapas sucesivas…
…la cola de una salamandra sumergida en el agua que la refracta…
…la cola de una salamandra sumergida en el agua que la refracta…

Al igual que otras artistas de nuestra plástica, como Luisa Géigel, Myrna Báez o María Antonia Ordoñez, Dafne Elvira se ha ocupado de representar la figura femenina a través de toda su carrera artística. Las mujeres que pueblan sus pinturas son seres empoderados que afirman su autonomía sin renunciar a las cualidades femeninas asignadas por la cultura. En su mayoría, doncellas estilizadas ataviadas con largas túnicas que evocan personajes mitológicos en ambientes oníricos. Parecen ejercer un poder psíquico sobre su entorno, controlando los elementos y en especial a los hombres, como hechiceras o sacerdotisas de origen incierto.


Como ocurre en toda narración simbólica, la trama de La isla de las salamandras oculta un relato subyacente. Hace visible lo invisible mediante un lenguaje figurado hermanado con la poesía. La virtud de ese lenguaje es su capacidad de generar múltiples interpretaciones, sentimientos inquietantes y sensaciones turbadoras.


Como si de un mito se tratara, los personajes mutan según va desarrollándose la narración. La mujer deviene en isla y también en salamandra, las rocas en signos, la cicatriz en escritura, la gaviota en proyectil. La vida de la fémina victimizada es la historia olvidada de la isla. Escribir esa historia es reconstruir el pasado que está cifrado en un vientre herido. 


No obstante, en esta obra literaria el acto de escribir es mucho más que eso. Escribe el autor del libro sobre una voz milenaria que, a su vez, le exige escribir al personaje principal. A la postre, el acto de escribir es el paso iniciático que conduce al desenlace de la fábula. Así, los elementos principales de la narración confluyen y se precipitan en el acto de escribir:


Escribir es como un proceso de olvidar y recordar, o como lanzar roca tras roca por la boca oscura de un pozo. Es caer. Las rocas son los signos, y la superficie del agua hace las veces de página o de pantalla. En el fondo, las piedras se acumulan sedimentariamente formando estructuras precarias y tridimensionales. Escribir es verse reflejada en las órbitas convexas de un anfibio humedecido.


La isla de las salamandras propone un nuevo relato fundacional para Puerto Rico y quizás para las Antillas en general. Los cuerpos de las islas y sus habitantes, nos dice Soreno, siempre han sido territorio de invasiones e intervenciones experimentales que desatan inhumanos procesos de olvidar.  Más adelante reflexiona: ¿No es así como se escriben las historias de las islas?


Habría que historiar el tema de la isla en la literatura puertorriqueña, tan obsesivamente tratado por importantes autores, para poder calibrar y ubicar en su contexto histórico la fábula de Soreno.


Por lo pronto, es importante señalar que la trama de este cuento no se desarrolla en el tiempo histórico sino, al decir de Mircea Eliade, en el tiempo sagrado de los mitos. Un tiempo primordial que se hace presente a través del rito de la lectura del libro.


No es casualidad que el protagonista de la historia sea el binomio mujer-salamandra. Con este tándem, el escritor empalma con las más antiguas tradiciones míticas que conciben a la naturaleza como entidad femenina, gran paridora de las formas, deidad de la fertilidad cuyo alumbramiento marca el comienzo del ciclo ancestral de nacimiento, muerte y resurrección. El eterno retorno al que hace referencia Aponte Alsina en la contraportada del libro. Su contraparte, la salamandra, es retratada con minucioso detalle por el escritor y la pintora viviendo en un pozo, que es el túnel vertical que conduce a las profundidades de la tierra. El ónfalo u ombligo del mundo que nos enlaza con el centro del universo. 


A pesar de los atavismos citados, Soreno construye su relato desde la modernidad. Por eso introduce objetos tecnológicos que le otorgan un aire de ciencia ficción a la historia: la pantalla del cine o de una tableta, la esfera reluciente de un satélite orbital, o la carcasa herrumbrada de una tanqueta de guerra. Dafne Elvira ilustra algunos de estos elementos pero va por más. Aporta imágenes futuristas que pueden leerse simultáneamente como visiones microscópicas o del espacio sideral. Parajes provenientes del mundo de los sueños en la mejor tradición surrealista.


…la esfera reluciente de un satélite orbital, o la carcasa herrumbrada de una tanqueta de guerra…
…la esfera reluciente de un satélite orbital, o la carcasa herrumbrada de una tanqueta de guerra…

En la contraportada interior, la reproducción de una pintura acrílica titulada La isla de las salamandras ejerce la difícil misión de sintetizar la historia en una sola imagen. La obra es la única pieza de la publicación que no fue realizada con técnicas digitales. Retrata a la mujer protagonista del relato acostada sobre un fondo verdoso y rodeada por una gran salamandra de la que apenas vemos fragmentos de su cola, patas y cabeza. Las sombras, igualmente verdosas de su piel morena, recuerdan la técnica del verdaccio, utilizada en el arte italiano del renacimiento temprano para otorgar realismo al color de los cuerpos. El título de la pintura confirma la identidad entre la isla y la mujer salamandra. Ambas son parte de una misma realidad concebida por la imaginación del escritor y la pintora. La cicatriz de su abdomen y un cierto disloque en la postura del personaje, nos recuerda que estamos ante un cuerpo roto, que cayó por un desfiladero, y que alguna vez, intentaron vaciarlo para desaparecerlo y desmemoriarlo, pero que posee, a su vez, un vientre fecundo que augura un futuro promisorio.


¿Cómo contempla el mundo una salamandra?  pregunta el autor. ¿Cómo debemos leer esta publicación inclasificable? pregunto yo. Si te adentras en sus páginas, no podrás escapar de la isla de las salamandras, aunque huyas corriendo con la boca abierta como el personaje principal de la historia, pues todos sus caminos te llevarán al mar. Puedes cerrar el libro para alejarte de sus playas, acantilados, pozos y arrecifes, aun así, llevarás la isla contigo, alojada para siempre en tu memoria, y en las profundidades de tu inconsciente.



Sobre el autor: Pintor puertorriqueño de intereses múltiples, Rafael Trelles también realiza esculturas, instalaciones, gráficas, performances, intervenciones urbanas y fotografía digital. Ha expuesto individual y colectivamente en Puerto Rico, Estados Unidos, América Latina y Europa. Sus exposiciones han sido premiadas por la Asociación Internacional de Críticos de Arte, Capítulo de Puerto Rico en los años 1991, 2004, 2007 y 2014.  Durante los últimos 30 años ha publicado múltiples artículos sobre arte puertorriqueño en catálogos, libros y revistas del país. En 2009, Terranova publicó Metamorfosis, acerca de su pintura. En el 2015 salió a la luz su primer poemario, El pez en llamas, bajo el sello de Publicaciones Gaviota. En 2022 Editora Educación Emergente publicó su cuento Los ojos de Juan Pantaleón como libro de bolsillo y en 2025 su segundo poemario Fabulaciones. En ese mismo año L’Artban publica In Concrete, Urban Graphics, sobre sus intervenciones urbanas. En 2019 fue nombrado académico de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española.




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