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Trama, barro y cuerpo: una mirada a la obra plástica de Gabriela Mejías Jaramillo

En este ensayo, Adriana Sybelle Muñiz analiza la obra de Mejías Jaramillo desde una perspectiva decolonial y feminista, explorando cómo su uso del cuerpo, el textil y la cerámica articula narrativas críticas sobre raza, género y clase


La Nena, cerámica y pantyhose, 2023. Obra de Gabriela Mejías Jaramillo. (Foto suministrada por la autora)
La Nena, cerámica y pantyhose, 2023. Obra de Gabriela Mejías Jaramillo. (Foto suministrada por la autora)

En el contexto del arte caribeño contemporáneo, emergen prácticas que no solo cuestionan discursos coloniales y patriarcales, sino que tienen la intención de reconstruir saberes materiales y afectivos desde un marco referencial específico. El mismo cuerpo, como territorio simbólico y político, ha sido colocado como tema central de un sinnúmero de debates estéticos dirigidos hacia la representación e identidad. El textil, como un medio artístico contemporáneo, se reimpulsa como medio expresivo que entrelaza lo íntimo con lo colectivo y lo personal con lo político. Como menciona Virginia Postrel en El tejido de la civilización: cómo los textiles dieron forma al mundo (2020), los textiles han moldeado civilizaciones no solo como objetos funcionales, sino como portadores de significado cultural. En este sentido, a través del hilo, artistas contemporáneas construyen narrativas que desestabilizan jerarquías visuales y reconfiguran la experiencia sensorial del arte.


Desde esta perspectiva, la obra de Gabriela Mejías Jaramillo puede ser comprendida como un ejercicio de imaginación crítica que articula materialidades periféricas con reflexiones complejas sobre el cuerpo, género y condición social en el Caribe. Su práctica enmarca un pensamiento decolonial que, como plantea Yolanda Wood en la conferencia Imaginarios artísticos y pensamiento descolonizador en el Caribe contemporáneo, busca crear lenguajes visuales alternativos arraigados en los saberes locales. A su vez, dialoga con los aportes del feminismo decolonial formulados por María Lugones (2010), quien sostiene que las opresiones de género, raza y clase están entrelazadas en el marco de la colonialidad del poder.


Este escrito tiene la intención de analizar la obra plástica de la artista Gabriela Mejías Jaramillo, con fin de investigar cómo en su trabajo se articula la relación entre raza, género y condición social partiendo del cuerpo como recurso simbólico. Utilizando un enfoque que entrelaza teoría decolonial, estudios feministas y análisis visual, se propone examinar cómo la artista utiliza el lenguaje textil, cerámica y otros medios para la representación corporal y logra construir narrativas críticas que desafían las jerarquías impuestas por la colonialidad del poder. 



Trayectoria y Formación Artística


“Trato de abordar y cuestionar las nociones opresivas 

sobre el cuerpo y, al mismo tiempo, 

los discursos sobre el empoderamiento”. 

Gabriela Mejías Jaramillo (2024)



Gabriela Mejías Jaramillo es una artista multidisciplinaria, gestora cultural y maestra de arte establecida en Puerto Rico, que se destaca en los medios de la cerámica, el ganchillo, el dibujo y la pintura. Completó su bachillerato en Bellas Artes, con concentración en pintura y cerámica, en la Escuela de Artes Plásticas y Diseño de Puerto Rico. En 2018, recibió una beca para participar en un semestre de intercambio en el Maryland Institute College of Art en Baltimore. 


Retrato de la artista (Foto suministrada por la autora)
Retrato de la artista (Foto suministrada por la autora)

Como artista emergente, ha exhibido en múltiples exposiciones en Puerto Rico y Estados Unidos, incluyendo una exposición a dúo en la galería Souvenir 124 en Viejo San Juan. Ha trabajado en diversas áreas del campo de las artes visuales, como codirectora del proyecto Albania Galería y como maestra de arte en varias instituciones, entre ellas el Museo de Arte de Puerto Rico. 


Mejías Jaramillo ha desarrollado una práctica artística que explora la percepción del cuerpo humano y su transmutación dentro de contextos psicológicos y socioculturales. Utilizando la abstracción de figuras naturales, objetos encontrados y anatomía humana, la artista construye una investigación visual que cuestiona nociones opresivas sobre el cuerpo, al tiempo que activa discursos de empoderamiento, amor propio y el desarrollo.


“Por-querías” utilizadas por la artista como referencia. (Foto suministrada por la autora)
“Por-querías” utilizadas por la artista como referencia. (Foto suministrada por la autora)

En su obra, Mejías Jaramillo confecciona criaturas que reflexionan sobre la anormalidad, crecimiento físico y emocional, sexualidad y tensiones entre vulnerabilidad y fuerza. Estas formas, que en ocasiones son fragmentadas, suaves o táctiles, evocan cuerpos en constante cambio, seres que evolucionan y se adaptan en diálogo con su entorno. A través de materiales estereotipadamente feminizados, como el hilo y cerámica, la artista articula una estética que interpela las normas visuales dominantes y afirma el cuerpo como un espacio de transformación y afecto.



Cuerpos, materia y afecto: análisis de obras seleccionadas


Tras visitar el taller de Gabriela Mejías Jaramillo, no se pueden dejar por desapercibidos la presencia de múltiples objetos que podrían ser comúnmente denominados como “porquerías”: juguetes viejos, cachivaches, fragmentos de cerámica, plantas secas, figuras inacabadas y otros elementos. Cabe mencionar que en este análisis a lo que se le llama “porquería”, no se le aplica una connotación despectiva, negativa, indigna o de poco valor, sino todo lo contrario. Al descomponer la palabra, se revela un juego semántico que cobra otra interpretación en este sentido. Son “por-querías”, porque ella misma los quería. Esa doble lectura permite entender que aquello que muchos desechan o ignoran, en manos de la artista logran convertirse en cápsula de memoria, afecto y deseo. Las “porquerías” son restos cargados de intención, cariño, historia: fragmentos que sobreviven no a pesar del olvido, sino por el querer. 


Partiendo de esto, las “porquerías” funcionan como poética material: cuerpos de cosas que insisten en ser vistos, tocados y resignificados. A menudo, estos objetos encontrados son incorporados directamente en sus obras o utilizados como referencias visuales y conceptuales, lo que refuerza su papel como mediadores simbólicos entre el espacio íntimo del taller y la producción artística. Para poder analizar de manera más completa la práctica artística de la artista, se ha realizado una selección representativa de obras que abordan distintos medios en los que Mejías Jaramillo trabaja: la pintura, la cerámica, el ganchillo, el dibujo y el ensamblaje con objetos encontrados. Las obras son las siguientes: La Nena (2023), Serie de cinturones 1/7 (2020), ʕ •ᴥ•ʔ×ʕ•ᴥ•ʔʖ ♡ (2023), Sonrojado (2023) y Diptych of Masturbation (2019). 


En La Nena (2023), Gabriela Mejías Jaramillo presenta una escultura hecha en cerámica y cubierta parcialmente con “pantyhose” color piel, creando visualmente un cuerpo femenino fragmentado y abultado, desprovisto de rostro. La elección del pantyhose, prenda íntima, asociada históricamente a los ideales de feminidad blanca, normativa y de clase media, se convierte en un elemento crucial para interrogar la construcción social del cuerpo femenino.

La Nena, cerámica y pantyhose, 2023. Obra de Gabriela Mejías Jaramillo. (Foto suministrada por la autora)
La Nena, cerámica y pantyhose, 2023. Obra de Gabriela Mejías Jaramillo. (Foto suministrada por la autora)

Esta pieza remite a los estándares de belleza impuestos sobre los cuerpos racializados y feminizados, al crear unos señalamientos sobre cómo estos cuerpos son moldeados, comprimidos y adornados para responder a expectativas externas. El pantyhose, en lugar de suavizar o incluso “refinar”, aquí marca, corta y revela, acentuando pliegues, estrías y volúmenes; un cuerpo lejos de ser disciplinado. Uno blando, voluptuoso y resistente, que reafirma de forma radical otras posibilidades corporales. 


En este sentido,  La Nena desestabiliza la mirada patriarcal que ha reducido el cuerpo femenino a un objeto de deseo o control. En su deformidad y materialidad, la figura se vuelve incómoda, confrontativa y profundamente humana. Al no presentar rasgos faciales o detalles individuales, invita a una interpretación de un cuerpo expuesto a violencias estructurales del género y la clase. Simultáneamente, el uso de materiales blandos sobre cerámica, duro y frágil a la vez, sugiere un entrecruce entre lo doméstico y escultórico, lo artesanal y artístico, lo privado y público. La tensión entre la vulnerabilidad del cuerpo y su fuerza simbólica refleja la complejidad de habitar una corporalidad marginalizada en contextos coloniales y patriarcales como el caribeño.


La fragmentación de este cuerpo, carente de rostro y marcado por contornos abultados, subvierte la idea de un cuerpo unitario, funcional y deseable. Como señala Maurice Merleau-Ponty (1993), el cuerpo no es un objeto entre otros, sino nuestra manera de estar en el mundo. Aquí, el cuerpo es excesivo, no-normativo, y se rehúsa a entrar en un molde visual o identitario. La Nena desobedece el canon corporal impuesto desde la blanquitud, el patriarcado y la clase, y se inscribe en una estética queer que privilegia lo blando, lo deforme y lo no-deseado.


En el caso de la Serie de cinturones (2020), cada cinturón lleva a la interpretación alusiva sobre denunciar las múltiples capas de opresión que recaen sobre ciertos cuerpos, y la afirmación de su agencia. Creados en cerámica, cada cinturón hace referencia a un cinturón de castidad, los cuales tienen la función de evitar el acceso a la zona genital femenina.


Serie de cinturones 1/7, cerámica, 2020. Obra de Gabriela Mejías Jaramillo. (Foto suministrada por la autora)
Serie de cinturones 1/7, cerámica, 2020. Obra de Gabriela Mejías Jaramillo. (Foto suministrada por la autora)

En este caso, el cinturón no sólo deja de cumplir su función punitiva, sino que da la impresión de piernas abiertas y expone la vulva para el coito, reivindicando el goce del sexo como derecho social y político. En un contexto donde el disfrute del coito ha sido negado, esta apertura demuestra un cuerpo que ya no se somete a normas impuestas, sino que se afirma en su deseo. Así, Mejías Jaramillo convierte al cuerpo en una herramienta simbólica para replantear qué significa tener poder, placer y presencia en un mundo que históricamente ha silenciado ciertos cuerpos. La obra celebra la posibilidad de sentir y también el derecho a decir “está bien sentir”.


“…la práctica artística de Gabriela Mejías Jaramillo opera como dispositivo visual y conceptual que entrelaza materia, memoria y cuerpo desde una perspectiva crítica situada en el Caribe contemporáneo. Su obra, vinculada a experiencias afectivas y materiales marginales, articula una estética que altera las narrativas normativas del arte tradicional y visibiliza corporalidades históricamente desplazadas del centro del canon” - Adriana Sybelle Muñiz


Por otro lado, Sonrojado (2023), creada en tejido a ganchillo, muestra senos con pezones “sonrojados” que miran hacia arriba, formando una figura casi corazonada. De ellos cuelgan dos extremidades que culminan, cada una, con otro par de senos: de distinto tamaño, flácidos y con pesadez, en una disposición descendente y multiplicada que evoca una genealogía corporal que heredará, alimentará o conectará generaciones. Con el uso del ganchillo, Mejías Jaramillo convierte estos senos en una imagen blanda, tierna y expuesta, despojándolos de su habitual representación hipersexualizada o normativamente anatómica. 


Aquí, los senos no se presentan como objetos pasivos del deseo ajeno, sino como estructuras afectivas hechas de hilo, vulnerabilidad y cuidado. En su disposición corporal difusa y ramificada, los senos son múltiples y diversos, y su “exceso” parece ironizar la representación simbólica de la feminidad. El cuerpo, en este caso, se coloca fuera del centro, se multiplica, se “desteje” y remite a discusiones sobre cuerpos queer o disidentes que no logran encajar en los ideales normativos de belleza. 


El título Sonrojado activa una lectura afectiva del mismo objeto. El sonrojo, manifestación involuntaria del cuerpo, suele asociarse con la vergüenza, el pudor, pero también con la excitación y la sensibilidad. Aquí, los pezones enrojecidos funcionan como elementos formales, marcadores de afecto y emoción. 


Sonrojados, ganchillo, 2023. Obra de Gabriela Mejías Jaramillo. (Foto suministrada por la autora)
Sonrojados, ganchillo, 2023. Obra de Gabriela Mejías Jaramillo. (Foto suministrada por la autora)

Sonrojados no se presenta como objeto pasivo del deseo ajeno, sino como estructuras afectivas y maternas. La textura suave y el gesto repetitivo del tejido aluden a la labor invisible de tantas mujeres que han nutrido cuerpos, afectos y comunidades. A su vez, celebra la diversidad de cuerpos más allá de los cánones hegemónicos, representando pechos de tamaños desiguales, caídos, alejados de la simetría idealizada. Sonrojados rompe con las nociones estilizadas del cuerpo femenino, visibilizando formas reales, vívidas y múltiples. 


De manera similar,  くʕ •ᴥ•ʔ × ʕ•ᴥ•ʔʖ ♡ (2023), creada en cemento y tejido a ganchillo, presenta una figura amorfa y ambigua que parece inscribirse en el umbral entre lo orgánico y lo inerte, aludiendo a lo corporal y lo abstracto. El uso del cemento —material fuerte, duro y pesado, relacionado con la construcción arquitectónica—, crea un alto contraste con la delicadeza del ganchillo color violeta, asociado a lo íntimo, lo doméstico y, hasta cierto modo, a los tejidos creados para infantes. 


くʕ •ᴥ•ʔ × ʕ•ᴥ•ʔʖ ♡ , cemento y ganchillo, 2023. Obra de Gabriela Mejías Jaramillo. (Foto suministrada por la autora
くʕ •ᴥ•ʔ × ʕ•ᴥ•ʔʖ ♡ , cemento y ganchillo, 2023. Obra de Gabriela Mejías Jaramillo. (Foto suministrada por la autora)

Pareciera ser una fecundación, un tipo de (pre)cuerpo, una corporalidad en proceso de crearse, sin contornos definidos ni identidad establecida. No hay rostro ni extremidades humanas reconocibles. En su máxima expresión, es una protoforma que se resiste a la normalidad de un cuerpo, o mejor dicho, es la anormalidad de un cuerpo. Al evitar cualquier referencia explícita a una anatomía normativa, la pieza abre espacio para imaginar una diversidad de corporalidades posibles, no subordinadas al binarismo ni a los cánones estéticos dominantes. Es un cuerpo por nacer, pero también es un cuerpo por reinventar: uno que no nace del mandato, sino del deseo de formar mundo desde lo amorfo y lo híbrido.


くʕ •ᴥ•ʔ × ʕ•ᴥ•ʔʖ ♡ , cemento y ganchillo, 2023. Obra de Gabriela Mejías Jaramillo. (Foto suministrada por la autora
くʕ •ᴥ•ʔ × ʕ•ᴥ•ʔʖ ♡ , cemento y ganchillo, 2023. Obra de Gabriela Mejías Jaramillo. (Foto suministrada por la autora)

En Diptych of Masturbation (2019), la artista se adentra en la representación explícita de la sexualidad femenina desde una perspectiva íntima y honesta. Este díptico en óleo sobre masonite presenta dos encuadres fragmentados del cuerpo femenino en escorzo, con punto de vista desde su zona genital en acto de exploración sexual individual. La representación del placer propio se convierte en una afirmación radical de agencia sobre el cuerpo, subvirtiendo los códigos patriarcales que han monopolizado la representación del deseo femenino. Al rechazar la posición del cuerpo como objeto pasivo del deseo masculino, lo sitúa como sujeto activo de su placer. Siendo la masturbación un acto estigmatizado para cuerpos feminizados, aquí se presenta con naturalidad y sin ornamentos, lejos del fetichismo y más cerca de la ternura encarnada.


Diptych of Masturbation, óleo sobre masonite, 2019. Obra de Gabriela Mejías Jaramillo. (Foto suministrada por la autora)
Diptych of Masturbation, óleo sobre masonite, 2019. Obra de Gabriela Mejías Jaramillo. (Foto suministrada por la autora)

Además, se observa un cuerpo que no responde al ideal eurocéntrico, sino que visibiliza otras corporalidades con textura, pigmento y calor. Este detalle refuerza la dimensión política de la obra, posicionando cuerpos no normativos como protagonistas de su deseo, reconociendo la intersección entre raza, erotismo y visibilidad. Diptych of Masturbation constituye una poderosa afirmación de autonomía corporal, que celebra el placer como derecho, desarticula tabúes heredados y afirma el cuerpo racializado como espacio de deseo legítimo, de conocimiento propio y de transformación social.


A lo largo de este análisis se ha examinado cómo la práctica artística de Gabriela Mejías Jaramillo opera como dispositivo visual y conceptual que entrelaza materia, memoria y cuerpo desde una perspectiva crítica situada en el Caribe contemporáneo. Su obra, vinculada a experiencias afectivas y materiales marginales, articula una estética que altera las narrativas normativas del arte tradicional y visibiliza corporalidades históricamente desplazadas del centro del canon.


La noción de cuerpo en su trabajo no remite a una anatomía estable, idealizada o completa, sino a un espacio de transformación continua: un territorio simbólico marcado por la fragmentación, la deformidad, lo blando y lo amorfo. Como menciona Maurice Merleau-Ponty, “el cuerpo no es un objeto entre otros, sino nuestra manera de estar en el mundo”. En ese sentido, el cuerpo que presenta Mejías Jaramillo se resiste a los parámetros eurocéntricos de belleza, funcionalidad o deseo. Sus figuras corporales (torsos sin rostro, senos múltiples o formas en gestación) desobedecen el canon y reivindican la posibilidad de habitar corporalidades queer, disidentes y vulnerables.


Asimismo, la incorporación de técnicas como el ganchillo, la cerámica o los objetos encontrados —esas llamadas "porquerías" que quedaron porque se querían quedar— refuerza lo afectivo y político de su propuesta. Lejos de representar desechos sin valor, estas “porquerías” se convierten en cápsulas de memoria y testigos silenciosos de lo vivido. Su presencia en el taller y en la obra alude a una poética del residuo y cuidado, donde conservar, tejer, ensamblar o deformar se convierte en un acto de resistencia frente a la lógica de lo útil.


Cada pieza pone en primer plano un cuerpo que no responde a las exigencias de completitud, simetría o normatividad, sino que expone su textura, su deseo, su afecto y su derecho a existir fuera de los márgenes. En este sentido, el cuerpo en la obra de Mejías Jaramillo es símbolo y agente: capaz de reclamar afecto, placer y agencia política. Esto se alinea con el feminismo decolonial, que atiende cómo los cuerpos son construidos dentro de una matriz de opresiones coloniales, raciales y de género que los fragmentan y excluyen sistemáticamente (Lugones, 2010).


Su obra denuncia violencias que atraviesan los cuerpos feminizados y racializados en el Caribe, mientras abre un espacio para imaginar otras formas de habitar, sentir y representar. Su propuesta se inscribe en los lenguajes contemporáneos del arte feminista y decolonial, al afirmar que lo íntimo también es político, que lo afectivo puede ser subversivo, y que el cuerpo, en su forma más indisciplinada, sigue siendo un campo fértil para la creación de mundos posibles.



Sobre la autora: Adriana Sybelle Muñiz es una artista multidisciplinaria que vive y trabaja en San Juan, Puerto Rico. Se destaca por trabajar el grabado y textil. Posee un bachillerato en Artes Gráficas y Educación del Arte de la Escuela de Artes Plásticas y Diseño de Puerto Rico, donde actualmente se desempeña como profesora de Textiles y Grabado. Su obra se ha exhibido en espacios como el Antiguo Arsenal de la Marina Española, el Museo de las Américas, la Liga de Arte de San Juan, el MUSAN  y Espacio DeColonial en Madrid, entre otros. Cursa una maestría en Historia del Arte y Cultura Visual de Puerto Rico y el Caribe en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.





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