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Santurce: gritos. trance. transición.

El escritor Huáscar Robles regresa la mirada a varias de las fotografías con la que documentó la metamorfosis de Santurce en la década del 2000


Santurce es un trance, una transición. Así la he percibido. Durante una década documenté esta metamorfosis, transitando las calles, dialogando con residentes, investigando y, cuando las palabras no dieron, fotografiando. Caminé por la Avenida Fernández Juncos, que me arropaba en un silencio mortal salvo un silbido de salsa que se escapaba de la tienda Viera Discos, la fenecida Catedral de la Música Latina. En los cafetines, bares, beautys y barberos, dominaban los murmullos; susurraban como si un huracán se avecinara. Y así fue. Cuando el exgobernador Alejandro García Padilla declaró impagable la deuda nacional, supimos que Santurce, al igual que la Isla, aceleraría aquella prometida transición. 


Alrededor del 2004, fotografié las protestas “Santurce No Se Vende”, lideradas por el Museo del Barrio. Entrevisté a vecinos de camino a despedirse de sus hogares, de sus comunidades, así como a aquellos que evaluaban los incentivos para desalojar y dar paso al desarrollo urbano que se vislumbraba. Que quede claro. No me he enemistado con el progreso, pero sí con el proceso. Y en Santurce, como en múltiples iniciativas, el proceso se tropezó con el progreso. Y ahora lo vemos ahí. En ese energúmeno del futuro tiritando entre lo que fue y lo que es. Ahora entiendo ese silencio de Santurce. Llegó, arropó y cambió la textura del paisaje, dejando tatuajes en los edificios, hoteles en lugar de hogares, y grietas en los rostros. 


Santurce sigue colgando en ese espacio de ser y no ser. Para muchos continúa siendo un espacio de posibilidad. Pero, como vi a través de mi lente, Santurce es una gran esfera, un mundo hecho de otros mundos. Las imágenes que comparto ahora parecen gritar desde los pedazos que encuentro cuando esa esfera se reventó contra el suelo. Santurce dejó de ser silencio. Ahora, Santurce grita. 


“Santurce sigue colgando en ese espacio de ser y no ser. Para muchos continúa siendo un espacio de posibilidad. Pero, como vi a través de mi lente, Santurce es una gran esfera, un mundo hecho de otros mundos” - Huáscar Robles


I. Santurce posible, Parque Hoare

Esta foto es un problema. Esta fila de personas esperando su turno para recibir suministros en el Parque Hoare es un ejemplo del Santurce que se ve desde afuera: el de la posibilidad. La tomé hacia el 2007 y, aunque mi intención fue mostrar la arqueología de la necesidad en un lugar rico en cultura, representa la pobreza que solo remedia el progreso y, en Puerto Rico, progreso significa borrón y cuenta nueva. No la miren. 



II. Miradas, Parque Hoare

La mirada penetra el lente de la cámara. Los ojos de la mujer que cubre su pudor con una servilleta traspasan el visor del lente para comunicar su presencia. Su mirada es apacible en contraste con la del hombre a sus espaldas, cuya mirada supura sospecha. Los cuerpos femeninos gritan, son complicidad, son arraigo, son despegue, son formas de estar y saberse en el Barrio Gandul. 



III. Santurce No Se Vende, Avenida Ponce de León

No hubo marcha, manifestación, música, perreo o performance que detuviese el desarrollo. El grito del descontento no se vertió en el diseño del futuro de la Avenida Ponce de León. Así se fueron transformando las protestas en contra de la revitalización de las calles hacia el 2004. El argumento perenne era si esta arquitectura era salvable. Si no había otras formas de estar en la ciudad que incluyesen los deseos por el edificio moderno. Sí, high rises, con gimnasios, supermercado, muy superlativo. Pero la ciudad sigue ahí. En la colindancia del futuro y el pasado. Ahí se encuentran los cuerpos: los posibles y los que ya eran parte del ADN de la ciudad. Aún se construye esa arquitectura, poco a poco formándose de los vestigios del pasado y la lujuria por el futuro.



IV. El Quenepito, Calle Cerra

Calce si lleva.

Santurce está compuesta de alumnos. Esta foto me abre los ojos. De la Rafael María de Labra, Luis Muñoz Rivera, Sagrado, La Central. Su energía de deseo, descontrol y creación transita por las avenidas y recovecos. Sin embargo, a veces se pierden en el imaginario de abandono que le asignamos a la ciudad. Fotografié a alumnos de la escuela Rafael Cordero cuando le pedí permiso al dueño de El Quenepito para documentar su cafetín. En aquellos momentos –alrededor del 2007– la cámara no era el estorbo público que es ahora y me moví entre estudiantes sin problema. El espacio me pareció idéntico al que describió Fernando Picó en su libro “Santurce y las voces de su gente”. En estos espacios del barrio se fabricaba consenso. Se traficaba información en los murmullos y en los chismes, poco a poco tejiéndose la verdad que afectaría desde la escuela hasta el Capitolio. Información. Desinformación. Daba igual. Eran todos víctimas de la propaganda que se regaba como veneno. Antes del YouTube. Antes del #MeToo. Luego de varios días, el dueño de El Quenepito dijo que estaba jodiendo mucho con la camarita y me echó del sitio. 



V. La Boda de Luisa, Iglesia San Mateo de Cangrejos

Este es Santurce a través de Piñones. Conocí a Luisa mientras dirigía el documental “La costa invisible”. Era la invisibilidad de los haitianos en la Isla, como Luisa, lo que yo perseguía. Aunque estuviesen en el núcleo del Puerto Rico negro, en Loíza, nadie los veía. Pasaron los años y Luisa se casó en la Iglesia San Mateo de Cangrejos, en Santurce, bajo la bendición del Padre Olin, quien ofrecía una misa en creole desde el púlpito. Entre Luisa y el Padre crearon ese hermoso nexo entre Haití y Puerto Rico. Hicieron a Santurce el eco de las Antillas, hicieron a Santurce una misa, hicieron a Santurce visible, hicieron de Santurce una plegaria, un grito.



VI. Tatuajes, Parque Hoare

Aquí la cámara se hizo un suspiro. La mujer que me permitió fotografiarla hablaba de los tatuajes de los edificios los cuales no admiraba del todo. La escuché. De vivir con nada, de ser invisible, de ser un asterisco en el paisaje. Dejé de tomar fotos. Y la escuché detrás de aquel hermoso tatuaje. 



VII. Multiplicados, Ponce de León

El lente se acerca a la vitrina, y el reflejo del exterior y las entrañas del espacio abandonado se vierten en una sola imagen. Una multiplicidad de movimientos que esconden la soledad de la calle. El hueco en el comercio alerta a la posibilidad. El desarrollador ve también su inversión multiplicada. It’s true. Santurce is the new Williamsburg. El start-up, el co-working, las galerías y los pop-ups. La Ley 212 de los 2000, las 20 y la 22 de mucho después. Una isla entera que vendió su legado por créditos municipales, por los que pagará saecula saeculorum. Y ahora Santurce se convierte en ese espacio de posibilidad. Con Airbnbs, Uber y Lyfts. Gritos con todas las gargantas, con todos los idiomas. Multiplicados.


 

Sobre el autor: Huáscar Robles es escritor y periodista. Autor de la novela “Demonios” (Secta de los perros, 2023) y “Puertos príncipes: temblemos todos” (La Cifra, 2017), sobre el terremoto en Haití. Ha publicado en The New York Times, Chicago Tribune, Orlando Sentinel y el Centro de Periodismo Investigativo, entre otros. Fue columnista de opinión de El Nuevo Día por diez años. “Puerto Rico Underwater”, “The Country Under My Skin” (adquirida por la Galería Permanente de la Sociedad Histórica de Rhode Island), “Los silencios de Santurce” y "Portraits of Marassa” son algunos de sus trabajos fotográficos en Estados Unidos y Puerto Rico. Es el creador del documental "La costa invisible", sobre la lucha de comerciantes haitianos en el pueblo de Loíza. Su proyecto actual es la novela híbrida “Los penúltimos días”, sobre la intersección del Caribe, el apocalipsis y el reguetón. Fue uno de los recipientes de la beca Letras Boricuas 2024. 


  


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