¿Por qué el rechazo o desinterés por el arte abstracto?
- Amanda Carmona Bosch
- 24 nov
- 12 Min. de lectura
La artista Amanda Carmona Bosch reflexiona sobre el arte abstracto en este ensayo escrito a dos tiempos y entre ciudades

Nota de la autora: Este texto está escrito desde el punto de vista de una artista acusada de abstracta. Una artista que se atreve a meterse en el territorio de la historia del arte. Lo escribí hace más de veinte años motivada por una exposición de abstractos, así que lo he actualizado levemente. También usé una parte para dar una clase con ejercicio sobre la abstracción.
Me pregunto si todavía continúa el pre-juicio contra el arte abstracto. No estoy segura que el arte abstracto hoy día sea muy querido. A mí me conmueve el silencio de las personas cuando miran mi obra sin saber qué decir. Así que trabajo sin destino, sin fan club, porque no se necesita ni lo uno ni lo otro.
Por otro lado, lo que sí ha cambiado, y para mejor, es la desaparición de aquella esperanza que todavía se percibe en este escrito mío, porque con ella, desapareció también la ingenuidad de pensar que existe una línea recta que va del punto A al punto B. Una manera abstracta de verlo. Se lo dedico a lxs estudiantes, a su esperanza, y a lxs personas que no saben qué pensar sobre el arte abstracto, y a las que no van a exposiciones ni museos.
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I.
¿Será porque la/el artista no sabe dibujar, no tiene talento, es un impostor/a? ¿Será porque es un arte “desarraigado”, sin causa social? o ¿será por falta de sensibilidad estética del público? ¿O por su desconocimiento de la historia del arte? ¿O será por falta de destrezas visuales? ¿O, sencillamente, falta de interés en algo que no es fácilmente identificable?
Quisiera pensar que si se hubiese enseñado historia del arte en la escuela, quizás ya habríamos evolucionado y entendido que la abstracción está tanto en la naturaleza como en la vida diaria, en la formación de un pensamiento, en una mejor comprensión de problemas de todo tipo, en el diseño y la planificación. Pero en mi dilatada experiencia cosmopolita, he percibido que el rechazo al arte abstracto es un fenómeno generalizado incluso en ambientes con una larga y amplia tradición y educación en arte.
Quizás el desinterés se ha relacionado con la idea de que hay que especular sobre su significado, asumiendo que somos incapaces de interpretar mensajes visuales no figurativos, mucho menos con más de un significado a la vez. Es cierto que lo abstracto puede atraer y condensar muchos niveles de significado, incluso opuestos. Caramba, ¡quizás hay que darle cabeza!
O quizás se sospecha con paranoia que la idea es que no lo entendamos, una trama maquiavélica para la exclusión de los “no entendidos”. En fin, además de elitista y excluyente, también se ha dicho que el arte abstracto es un fraude o no tiene sentido.
¿Encontraríamos una pista si nos hacemos más preguntas? ¿Desde cuándo se ha hecho arte abstracto? ¿Quiénes lo empezaron? ¿Dónde se ha hecho? ¿Por qué? ¿Quiénes lo han rechazado y quienes lo han defendido? ¿Por qué?
Las culturas prehistóricas y antiguas crearon formas semiabstractas y abstractas que reflejaban su manera de ver la vida, la supervivencia y la muerte, plasmándolas sobre casi cualquier superficie disponible. También crearon formas de escritura dibujada, como los pictogramas y jeroglíficos, que tanto han fecundado la imaginación de artistas modernistas. Las formas o estilos de pintar abstractos han continuado apareciendo a través de la historia. Las diferentes civilizaciones que han existido han creado formas y signos abstractos como parte de su expresión cultural, desde la pintura sobre cerámica, tallados en piedra, hasta máscaras y textiles.
Sin embargo, no hemos podido asociar la abstracción con la capacidad de influir o convencer de algo al que mira. Las mismas culturas prehistóricas recurrieron a imágenes figurativas o semifigurativas para los rituales religiosos, por ejemplo, porque necesitaban creer en lo que veían, o mejor dicho, necesitaban darle forma a lo que decían creer para que otros creyeran.

¿Persiste esta necesidad hoy en día? Sí. Sobre todo en la representación de las ideologías, que siempre ha necesitado de imágenes realistas para convencer. El arte abstracto parece no haber podido satisfacer plenamente muchas de las funciones que ha cumplido el arte realista o figurativo a través del tiempo, por ejemplo: documentar hechos y personalidades históricas, conmemorar eventos, crear monumentos y decorarlos, documentar estilos de vida, proveer estatus social e institucional, narrar historias, representar mitos y creencias, diseñar propaganda política y/o religiosa, o ilustrar campañas educativas. Aunque es innegable el valor de esta capacidad —para las luchas sociales, por ejemplo—, ha sido precisamente por este poder de ver-para-creer que, aplicado a diversas prácticas de divulgación de ideas, se consiguió ayudar a institucionalizar jerarquías y apoyar dogmas.
En reacción, surgieron los movimientos iconoclastas, movimientos de rechazo a la imagen, realmente al “poder detrás de la imagen”. El protestantismo europeo, la religión musulmana y el budismo originario rechazaron la creencia en la adoración de las imágenes religiosas. En política, por el contrario, eso nunca ha sucedido.
Curiosamente, tanto Hitler como Stalin rechazaron el lenguaje visual del arte modernista, sobre todo del semiabstracto o abstracto en su totalidad. El primero lo tildó de “degenerado” y el segundo de “burgués”. En ambos casos, los estilos modernistas y abstractos parecían incitar placeres e ideas indebidas, no eran capaces de transmitir los mensajes que ellos necesitaban o querían imponer.
Un ejemplo de manipulación consumada sucedió después de la segunda guerra mundial, cuando la CIA utilizó el expresionismo abstracto de la escuela de Nueva York para venderle al mundo la idea de una sociedad libre y democrática; incluso pagó exposiciones en Europa, uno de los escenarios de la Guerra Fría. Fue fácil apropiarse de las imágenes de un arte de la libre expresión del artista para simbolizar la oferta de libre expresión “democrática” de su sistema económico, el capitalismo. Propaganda. La vanguardia soviética y la mexicana también se propuso inventar un arte nacional a propósito de nuevos gobiernos e ideologías, representativo de unas ideas políticas muy específicas. (En el caso ruso, empezaron con la abstracción, pero cambiaron al realismo súbitamente). Como telón de fondo, la batalla de la imagen de sistemas opuestos, con programas parecidos a los siglos de educación y propaganda del dogma católico en la pintura europea.
“El arte abstracto parece tratar de ver algo más que lo aparente, por lo que es difícil de asimilar, de entender. Paralelamente, es difícil de utilizar, y si se logra, pierde pronto la atención porque no tiene, para la mirada convencional y consumista, el agarre emocional de la imagen realista o representativa, muchas veces ¡estereotipada!” — Amanda Carmona Bosch
Otra cosa sería preguntarnos ¿qué funciones puede cumplir por sí mismo el arte abstracto? ¿Podríamos decir que el arte abstracto hoy es útil, cumple alguna función, es relevante? ¿Qué función podría tener para nosotros, sin interferencias de los poderes de siempre?
Difícil. Hoy en día, la imagen figurativa continúa dominada por las esferas de poder. La mentalidad de la publicidad capitalista infiltrada en la vida diaria, inclusive la del arte y su industria cultural, acapara el dichoso poder de la imagen. Hace tiempo que la imagen publicitaria, casi siempre realista, es la que se adelanta y dicta, con su capacidad de hipnotizar y convertir seres pasivos en consumidores de lo que sea. Las artes visuales, irremediablemente influenciadas por el efecto de la mentalidad inherente a la publicidad y la frivolidad del mercado, del espectáculo en el arte y el turismo cultural sobre una producción de actividades culturales compulsiva, es innegable. Se consume arte no por entender la intención del artista con su obra, sino por la presión de la industria cultural, un monstruo que inunda, neutraliza, trivializa y hace caducar cualquier idea que lxs artistas pretenden transmitir, convirtiéndolo en entretenimiento.
El arte abstracto parece tratar de ver algo más que lo aparente, por lo que es difícil de asimilar, de entender. Paralelamente, es difícil de utilizar, y si se logra, pierde pronto la atención porque no tiene, para la mirada convencional y consumista, el agarre emocional de la imagen realista o representativa, muchas veces ¡estereotipada!
En este sentido, ¿puede o debe el arte ser “útil”? Por supuesto, hay causas loables. Pero sería bueno que exista un arte natural. Dejarlo que surja por sí mismo, de los artistas, sin darles comandos teóricos ni expectativas mercantiles. Aún así, lo paradójico es que un arte con ingenio, sea figurativo o no, sobrevive a todo.
Porque el arte no es solo el asunto o tema de una obra, es lo que supera al tema, es el ingenio de la combinación única de sus componentes visuales.

II.
Entonces, ¿cuál ha sido la función del arte abstracto en nuestras sociedades occidentales? Hace más de un siglo que anda por ahí. ¿Cómo pudo desarrollarse la versión “occidental” de la abstracción de una manera tan contundente a principios del siglo XX en Europa, después de siglos de fervor realista y dominio de la imagen fácilmente identificable?
Prácticamente todas las nuevas ideas, actitudes, avances científicos y nuevas propuestas filosóficas de finales del siglo XIX y principios del XX propiciaron el clima intelectual y emocional necesario para la revolución de las imágenes abstractas. Lo interesante es que esta revolución fue llevada a cabo por artistas que usaron su percepción del mundo que les rodeaba. No fue siguiendo teorías preconcebidas. Fue llevada a cabo por artistas recién liberados de la “comisión”, de la Academia y del mercado, liberados del verdadero sistema “burgués” y “degenerado”, del control de empresarios, élites culturales, religiones y estados.
Esa liberación del artista es otro fenómeno que había empezado a finales del siglo XIX. Ese tipo de creador quiere cambiar el para quién y el por qué crear arte. Son lxs artistas lxs que fraguan el cambio. Fue un volver a los orígenes, al tiempo en que no se intentaba imitar y reproducir la apariencia física de las cosas con “virtuosismo”. Aprovecho para señalar que nada apoyó tanto el poder de la imagen de reyes, cardenales y hombres de negocio como el “virtuosismo” de los artistas, tan preciado por el mercado.
Además de las nuevas ideas de comienzos del siglo XX, lxs artistas europeos ya habían tenido noticias y visto obras extraordinarias no europeas (saqueadas o mal habidas) en museos antropológicos, y luego en galerías de las ciudades con mayor tráfico de comercio y dinero. Ya habían visto el arte asiático, el arte de Oriente Medio, el arte africano, el de las américas. Estas visiones, tan contundentes en su originalidad —probablemente fruto del aislamiento, no de las comunicaciones—, fueron calando el ojo poco a poco y finalmente demostraron a los artistas europeos que había otras formas de ver y crear un gran arte. Y lo imitaron. Aprendieron que el arte puede deformar, reformar y transformar la apariencia de las cosas y las personas, con resultados sorprendentes y reveladores.
Coincide en el mismo tiempo otro hecho: la fotografía amenaza con destronar la imagen dibujada, grabada o pintada de Ia mayoría de sus funciones anteriores. Para la publicidad y la propaganda capitalista y no capitalista fue llegar al clímax: con una cámara se lograba el propósito más rápido y más eficazmente. Mientras algunxs artistas se apuntan a ello, otrxs deciden explorar las nuevas alternativas.
En este terreno fértil se sembró una variedad de nuevas ideas sobre la relación del ser humano con una nueva concepción de sí mismo y con una nueva concepción del tiempo-espacio. También surgieron nuevas ideas sobre el funcionamiento interrelacionado de la percepción visual, el cerebro y su carga psicológica; sobre el misterio de los sueños y el subconsciente; y sobre los estudios de cómo funciona el proceso creativo y cognitivo. Y, lógicamente, aparecieron nuevas perspectivas sobre cuál ha sido y cuál podría ser en el futuro la función del arte, tanto individual como colectiva, en un mundo que cambiaría para siempre. El arte estaba llamado a redescubrirse a sí mismo en medio de cambios dramáticos —con guerras y revoluciones incluidas— y el público a ser confrontado.

Consecuentemente, al estudiar cómo funciona la percepción humana, los artistas se plantean: ¿qué interesa analizar cuando hablamos de una obra de arte?, ¿el tema?, ¿lo que narra?, ¿al autor?, ¿el contexto?, ¿el por qué y el cómo está hecha?
Plantearse el cómo una pintura, abstracta o no, está hecha surge al prestar atención a cómo nuestro cerebro percibe el espacio, las líneas, las formas, la luz, el color, y luego cómo se crean imágenes con estos elementos. ¿Qué destrezas visuales se necesitan para ver y luego dibujar? ¿Cómo el estado psicológico afecta lo que vemos, dibujamos, interpretamos, entendemos y transmitimos? ¿Cómo pintar una nueva manera de vernos a nosotros mismos, con base en nuevas realidades? ¿Cómo ver y hacer un nuevo arte?
Habíamos vuelto al principio. El artista comenzaba de cero frente a un lienzo en blanco, reclamando la expresión visual de la nueva imagen de los seres humanos y de una nueva época en la historia. ¿Cómo pintar eso?

III.
Al principio está el vacío. Luego viene el punto, la línea y el contorno, la forma, la textura, la luz y el color, pero también el espacio en el que se mueven, se detienen, hacen balance o ritmean, se expanden o se contraen, se disuelven o se concretan, se iluminan o se apagan, y cómo lo hacen en relación con cada uno: la composición.
Estos son los elementos del lenguaje visual; antes, los estudiantes de arte comenzaban por esta lección básica. El arte abstracto se detuvo a examinar cada uno de estos elementos y el enorme potencial de expresión que ofrecen al combinar intuición e imaginación con el deseo de explicar la existencia a través de un lenguaje visual… ¿estructural?
Y surgieron nuevos estilos. El cubismo se concentró en la línea, la luz y la sombra, la textura y la ilusión de espacio, para crear la imagen de una nueva concepción del espacio y el tiempo (Einstein). El fauvismo se concentró en la luz, el color y la sensualidad de una nueva forma o estilo de vida. El futurismo en el movimiento, la velocidad y la violencia de la ciudad moderna. El surrealismo automático (el lado abstracto del surrealismo) en los dictados del subconsciente a través de la mano creadora. El expresionismo utilizó todos los elementos que le permitieran expresar las emociones humanas sin restricciones convencionales.
Para las generaciones siguientes de creadores, las posibilidades de expresión de la abstracción continúan siendo infinitas. Es imposible encontrarse en un callejón sin salida ante la inmensidad de un punto, una línea, una luz, una textura. El arte abstracto ofrece la excitación del acertijo, la curiosidad del misterio y la posibilidad de entendernos en perspectiva, a través del tiempo y del espacio en la clara sabiduría del símbolo. Esta es su razón de ser.

IV.
Sin embargo, la particular forma de comunicación del arte abstracto continúa, cien años después, intimidando o incomodando. El público con sensibilidad estética, natural o adquirida, por simple curiosidad vital, pero sin conocimientos de cómo y por qué existe el arte abstracto, ¡puede disfrutarlo porque sí! Pero es evidente que ciertos conocimientos históricos pueden profundizar el nivel de apreciación al verlo dentro de un contexto más amplio. No se trata de “entender” que dos más dos son cuatro, sino que podría no serlo. Se trata de un descubrimiento visual.
Ver cualquier tipo de arte históricamente es verlo desde la perspectiva del tiempo. Muchos artistas, me incluyo, han interpretado en lenguaje abstracto temas de la tradición realista, quizás con el deseo de demostrar que las formas abstractas sí son interpretables. Sin embargo, no toda obra abstracta tiene la calidad necesaria para ser válida y tener éxito en su metáfora, y no todo el público está dispuesto a observar y a descubrirla. También es cierto que los títulos de las obras abstractas son importantes para aludir al tema de la obra y esto es responsabilidad del artista. Aún así, ¿qué hacemos cuando no tenemos el título porque la obra es anónima o de un tiempo pasado no especificado?
Una de las destrezas básicas para la vida es la capacidad de hacer asociaciones visuales y sacar deducciones de una información visual dada. Lo hace un/una “connoisseur”, un o una científica que observa un experimento, y lo hacen los niños. Todxs observan, relacionan, intuyen, asocian, interpretan, ven. ¿Está el público dispuesto a hacer esto frente a una obra de arte? Quizás sí, quizás no. Quizás tampoco está dispuesto a la contemplación, como quien no está dispuesto a fijarse en el mundo que le rodea.

Si es así, nunca descubrirá ni conocerá algo fuera de lo normal ni la satisfacción indescriptible de la experiencia estética, esa sensación de alegría inconmensurable ante una obra de arte inspirada, sea abstracta o no lo sea. Cada estilo ofrece una experiencia distinta, propia de su razón de ser.
Las interpretaciones varían según quien las haga. Las motivaciones originales se diluyen en el tiempo. Las críticas y evaluaciones se transforman en burbujas que se lleva la brisa. Las ideas, las actitudes y las intenciones se quedan escritas en los libros de historia que pocos abren.

El arte permanece, abstracto o no, para el disfrute de la observación, para la interpretación libre y el entendimiento visual sin fronteras, sin impedir que se convierta a la misma vez en algo único, patrimonio nacional, evidencia clara de la pluralidad de nuestras sensibilidades.
a. carmona bosch
Santurce, abril 2002
Viena, mayo 2025
Sobre la autora: Amanda Carmona Bosch (Puerto Rico,1956) comenzó su educación en arte a los 11 años. Estudió bajo la tutela de la maestra Luisa Géigel en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Luego de culminar su bachillerato en Humanidades con concentración en Artes Plásticas en 1978, se traslada a Italia a estudiar los museos, y luego sigue a Austria tras obtener una beca del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP). Desde entonces, ha desarrollado su obra, ininterrumpidamente, entre Austria, España, República Dominicana, México, Puerto Rico y Estados Unidos, donde completó una maestría en 1998. Ha sido invitada a residencias artísticas en Austria (1984) y México (2011). Su exposición Rojo Profundo recibió la distinción de mejor exposición individual del 2003 (AICA). El ICP le otorgó el Premio Nacional al Mérito en 1994. Su obra, trabajada en series, se centra en la exploración de la abstracción arraigada al dibujo intuitivo a través de técnicas tradicionales.






























