Miguelina Rivera: enigmas y metáforas de las superficies
- Yolanda Wood Pujols
- 7 jul
- 10 Min. de lectura
La crítica de arte Yolanda Wood se adentra en este ensayo en el universo matérico y simbólico de la artista dominicana Miguelina Rivera, cuyas obras transforman las superficies en metáforas vivas de identidad, memoria y transformación
Nota de la escritora: Fragmentos de este texto acompañarán obras de Miguelina Rivera en el libro In your skin en proceso editorial por Snap – collective con sede en Copenhague, Dinamarca.

Introducción
Con el interés de apreciar el modo en que los materiales y las superficies devienen enigmáticos recursos en manos de Miguelina Rivera, quien los emplea a su antojo para construir metáforas con múltiples cargas de sentido, me propongo mostrar cómo la artista reinvierte los roles tradicionales de esas materialidades para dirimir con ellas asuntos que interesan a nuestro tiempo y a la contemporaneidad. La artista hace de la exploración un camino para sus búsquedas y descubrimientos a partir de las superficies de sus obras que, como pieles, mutan y se hacen permeables para hacer visible lo invisible con todos sus viceversas.

Trayectoria reciente
El nuevo siglo inició con relevantes trabajos artísticos de Miguelina Rivera (1974) y así se han mantenido durante estos primeros 25 años. La laboriosidad intensa y renovadora caracterizan su proceder artístico, marcado por la sugestiva riqueza que le aportan las materialidades a una robusta escultora que no abandona otros medios como la pintura, el dibujo y los recursos gráficos, para mostrar su proceso creativo multidisciplinar. De nacionalidad dominicana, residente en la ciudad de Marsella en Francia, su obra piensa sobre su lugar en el universo visual y en el mundo global que habitamos. Y es que la identificación de los individuos y pertenencia a un origen se hacen permeables a otras significaciones para revelar contextos y circunstancias que la artista emplea como medios artísticos para sus indagaciones. Los soportes metafóricos de su obra nos remiten a ciertos enigmas críticos de las superficies que, como pieles sensibles, dan muestra de otros múltiples sentidos.
Todo se hace patente en sus más recientes obras sobre metal, pero se trata de un trayecto durante un cuarto de siglo que bien vale la pena explorar, pues en el año 2000 su obra Cédula de Identidad, marca un “BEGINNINGS”, como se dice en el catálogo In your Skin. Es una pieza de gran impacto por su fuerza simbólica que remite a lo que nos cubre y protege, pero también muestra y oculta. Las pieles especializadas de nuestras huellas dactilares no son solo un signo de identificación único e irrepetible, sino que, además, la artista hace una analogía visual con una identidad color canela. A propósito de esta pieza, escribí –en el ensayo titulado Artistas del Caribe hispano, visiones críticas de ciudadanía e identidad (2015)– que esa huella es una marca, un sello natural que Miguelina integra a partir de múltiples fragmentos, y, todos unidos, forman la imagen que se propone desacralizar para formular conjeturas artísticas que la cargan de nuevas significaciones.

Esa enigmática superficie de piel canela, como escribí en el mencionado ensayo, fue lograda con piezas de jabón de cuaba, auténtico de la tradición del campo dominicano y de amplio uso.
…tiene el olor y el color de la canela, un ligero tono ámbar y es aromático. El material empleado por la artista no solo es portador de la identidad de un lugar y de una práctica popular, sino que también posee la capacidad de borrar y quitar manchas, sanar y hasta proteger, según las costumbres. Resulta paradójico su empleo a la manera de protector transparente de la huella, pues las crestas papilares se encuentran en su interior realizadas –totalmente– con alambre de púas, un recurso que la artista domina en su manipulación escultórica y artística con destreza y habilidad…
La fusión de estos elementos –alambres de púas, jabón de cuaba y canela– construye una infinidad de nuevos mensajes, pues, además, fueron sacados de su contexto habitual, como ha dicho la artista. El alambre de púas proviene de Juan Gómez, un pueblo en Monte Cristi, mientras que el jabón de cuaba fue sacado del baño, transformándose con la esencia de la canela: “ahora ya no es un simple jabón, él siente y huele como nuestro color canela”. Todo esto genera una analogía simbólica con su propia piel de mujer mestiza. Es bien elocuente el modo en que la autora se refiere a esta obra y el interés que destaca por el aspecto del olor y color como un rasgo de identidad étnica. Se trata de un “valor añadido” sensible a la artista por su propia condición racial y su experiencia de vida fuera de su país como emigrada, tema que trabajaría un año después en Nostalgia de un ilegal, también realizada en jabón de cuaba y esencia de pastos.
La obra, desde el lenguaje simbólico del arte, de los materiales empleados y el recurso visual de la huella, alude a una dominicanidad y a una condición racial, que emanan alegóricamente para enjuiciar las categorías y denominaciones que estos signos de identificación arrastran consigo, a partir de su vinculación ético-estética al contexto de referencia y a otros enigmáticos usos simbólicos de las materialidades.
Cuando se pierden las pieles…

Las pieles humanizan los significados, pues aluden metafóricamente a una identidad. Más aún en el Caribe, donde ellas se cargaron de una fuerza simbólica para definir un contraste de sentido histórico y cultural. Cuando los alambres de púas se descarnaron en la obra de Miguelina, un lenguaje más universal afloró en su obra, una capacidad más inclusiva se tematizó en sus piezas y se hizo clara referencia a sus significados como superficie para otros enigmas críticos contemporáneos por la sobriedad y austeridad del medio empleado. Así ocurrió en Escudo (2001), Nuestro pan de cada día (2002) y ¿A raíz de qué? (2006-2007), en las que emplea memorias míticas dominicanas como la de colgar un pan para que nunca falte o, nuevamente, la cuaba y la canela en un árbol consumido por la degradación ambiental. Alusiones a un estado del alma, del sujeto y la naturaleza que, con el alambre de púas como protagonista, les dieron a sus superficies nuevos valores de proyección conceptual.
Pero las pieles no solo descarnaron el objeto artístico, sino que se hicieron transparentes para en esa tendencia de universalidad revelar contrastes simbólicos de femenino y masculino en dos figuras-jaulas que proponen, como indica la propia artista, “una reflexión sobre la dualidad del espacio negativo y positivo”. “Sobre el encierro y la libertad. Un cuestionamiento sobre las contradicciones o paradojas entre los límites de la seguridad y la vulnerabilidad de la condición humana contemporánea”. Y el juego de sentido se expresó desde el propio título: En tu piel (2009), dos piezas instalativas de escala humana (1.74 /1.90 cms), realizadas en acero oxidado que permiten a la mirada traspasar la piel, esa barrera epidérmica que encierra al yo y lo limita ante el otro. Así se podía apreciar lo que habita en el interior y escuchar la melodía de los canarios en el vientre de una mujer embarazada. Estos pájaros, como se sabe, entonan su canto para defender su territorio y, quizás, proteger a su cría del tirapiedras que habita en el espacio escultórico de la figura masculina. Una lucha de tensiones que supera la noción femenino-masculino para penetrar también al universo sensible del mundo natural como paradoja simbólica.



Las pieles de la materialidad…
En su obra más reciente, Miguelina experimenta intensamente con un juego enigmático y metafórico con las superficies. Las pieles de su materialidad escultórica, siempre metálicas, se hacen zonas de contacto activo con su cuerpo, que las manipula con toda la experiencia acumulada de sus años de intenso quehacer. Así las transfigura por una intensa gestualidad, en la que combina diversos materiales pictóricos y, sobre todo, la oxidación, que provoca y controla con medios naturales como la sal, el agua, la luna, el sol y el tiempo, según me ha dicho.
Los que crecimos ante el mar, salado y azul, que envuelve todas las costas de las islas del mar Caribe, sabemos los efectos penetrantes y devoradores de la corrosión en las pieles de los hierros, tan inevitable como devastadora. El solo hecho de producirla bajo control en el espacio del taller, y lograrlo de manera natural, según una intención artística, es ya en sí un factor de dominio del medio para transformar creadoramente sus efectos. Con todo lo que ello implica, además, en cuanto a trabajar con pesadas planchas y gestar sobre sus superficies expresiones sensibles, cargadas de profunda lírica poética a partir de un lenguaje abstracto por evocador.

Y es que, como ha expresado Miguelina, “la vida no nos deja de sorprender”. Pero no intenta, con sus obras, ni representarla ni mostrarla, y deja el espacio de libertad al observador para completarlas desde sus propias vivencias y experiencias sensibles. Explora la realidad a través de sus medios artísticos, haciéndola memoria de acontecimientos vividos, de nostalgias que vuelven y se hacen imagen a través de la gestualidad; en el color, como modo de interconectar sentimientos y recuerdos de visiones personalísimas, marcadas por las texturas, los contrastes y la oxidación, “un nuevo complemento de mi trabajo. ¿Quién lo diría?”. Quizás, por todo ello, los títulos de las piezas remiten a tiempos vividos y se expresan en horas y minutos, para resaltar una condición de la existencia con la que se interrogan la duración, la secuencialidad y la permanencia. Todas, nociones de profundo valor existencial, filosófico y humano.
“Todo ocurre en un tiempo, parecería enunciar la filosofía artística de Miguelina Rivera en sus figuraciones artísticas más recientes de obras sobre metal, donde resalta la importancia de la acción, la gestualidad, la materialidad y la tecnología del arte. La artista muestra toda su destreza y virtuosismo en un proceso de creación que exige toda su fuerza física e inspiradora con las que también reivindica su condición y estirpe de mujer artista contemporánea” - Yolanda Wood.
Vistos en relación, parecerían tiempos arbitrarios que se entretejen en la amalgama de posibles efectos metafóricos de sus superficies enigmáticas. Sin embargo, en 2023, la artista realizó una exposición en la galería Arte San Ramón, en la capital de la República Dominicana. La muestra llevó por título 7:15 / 6:28. Bajo ese enunciado, en apariencia muy neutro por su expresión en términos de horarios, se escondían otros ocultamientos, como cuando el jabón de cuaba envolvía la huella dactilar en alambre de púas, o cuando las figuras femenino-masculina de sus instalaciones hacían penetrar la mirada al interior de los cuerpos para descubrir otros múltiples significados. Ahora se trata, como se expone en un artículo de prensa, de “una exposición profundamente personal, en la cual cada obra refleja la melancolía que experimentó como madre cuando tenía que recoger a su hijo en las estaciones de tren en Francia, a las 7:15 los viernes, y despedirse a las 6:28 los domingos… un intervalo de tiempo, entre la reflexión y la confrontación”. Con palabras del curador Orlando Isaac: “Este conjunto de obras aborda la maternidad de manera abstracta y, junto a ella, el velo de los paisajes. En la alquimia de este proceso, detiene el tiempo, que a menudo en sus días resulta ser tan efímero como eterno, y en ocasiones se vuelve etéreo y perpetuo”.
En conversación virtual con Miguelina, en 2025, me decía: “así van mis obras en espiral…la maternidad, la piel, los metales”, siempre en atención a las inquietudes y preocupaciones que se abren a una profunda reflexión sobre la condición humana, en la que ella misma se explora y descubre en su poética artística. Por eso, las superficies de sus piezas actuales sobre metal se muestran como pieles mutantes. En ellas aparecen revelaciones poéticas, que emanan de sus superficies enigmáticas, por sucesión de huellas y capas, para revelar fuerzas de la naturaleza: remolinos de viento, grandes olas que avanzan, silencios escurridizos, aves en pleno vuelo, y, en fin, ensoñaciones que no parecen tener un sitio o lugar seguro, pero sí un momento indicado que le da título y referencia.

Todo ocurre en un tiempo, parecería enunciar la filosofía artística de Miguelina Rivera en sus figuraciones artísticas más recientes de obras sobre metal, donde resalta la importancia de la acción, la gestualidad, la materialidad y la tecnología del arte. La artista muestra toda su destreza y virtuosismo en un proceso de creación que exige toda su fuerza física e inspiradora, con las que también reivindica su condición y estirpe de mujer artista contemporánea. Sus enigmáticas superficies son respuestas emocionales, metafóricas, que seducen por la eficacia técnica y la poesía de sus revelaciones y evocaciones.
Conclusiones
La artista Miguelina Rivera desarrolla una obra consistente en su materialidad, y muy potente conceptualmente. En ella da muestras de su versatilidad creadora y de su capacidad para hacer de los medios y recursos del arte una posibilidad de indagación en temas y circunstancias que la interpelan, y ante los que toma posición crítica, con un lenguaje muy personal. En piezas clave realizadas en este nuevo milenio, se concentran las fuerzas de sus visiones, desde la experimentación con propuestas donde los materiales adquieren personalidad propia.
Sobre la autora: Yolanda Wood Pujols. Profesora, investigadora y crítica de arte. Doctora en Ciencias sobre Arte. Profesora Titular de la Universidad de La Habana. Profesora de asignatura en Universidad Iberoamericana y Universidad Anáhuac, Ciudad de México y en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, San Juan, PR. Entre sus publicaciones recientes (2020-2022), se encuentran: "Contemporáneos. Artistas del Caribe insular," (La Habana, 2022); “Elsa Núñez en antológica: imaginarios y contextos”, catálogo de la exposición Alma Adentro: Exposición antológica (Centro León Jimenes, República Dominicana, 2021); “Blanco y negro, pieles y máscaras. El cuerpo en el arte del Caribe contemporáneo. Lecturas desde Frantz Fanon” (Ítsmica, Universidad de Costa Rica, no. 29, 2022); “Tiempo, concepto e historia: dos monumentos, en Puerto Rico y Cuba, a finales del siglo XX” (Tábula Rasa, Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca no. 44, 2022).