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Polinización cruzada en el arte de las Antillas Mayores

El historiador del arte Carlos Ortiz Burgos repasa los vínculos e intercambios artísticos que han surgido a través de la historia entre Puerto Rico, Cuba, República Dominicana, Haití y Jamaica


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Narciso Dobal, ā€œAutorretratoā€, 1947. Colección del Instituto de Cultura PuertorriqueƱa

La historia del arte de Puerto Rico ha estado marcada por la migración en todas sus etapas –desde las culturas originarias hasta hoy– lo que ha enriquecido nuestro acervo artĆ­stico. La emigración de puertorriqueƱos ha constituido una diĆ”spora en los Estados Unidos que ha sido motivo de extensos estudios. Menos se ha escrito sobre los inmigrantes, aunque ciertamente se ha reconocido la importancia que han tenido figuras particulares a su llegada a Puerto Rico, como el pintor espaƱol Luis Paret y AlcĆ”zar, el escultor gallego Francisco VĆ”zquez DĆ­az (ā€œCompostelaā€) y la pareja de artistas ucraniana-estadounidense Jack e Irene Delano. Sin embargo, igualmente constante e importante ha sido la polinización cruzada que ha existido entre las Antillas y, aunque no puede desligarse de otras olas migratorias, es importante resaltar lo que las naciones vecinas han aportado a nuestras artes puertorriqueƱas.


Desde tiempos precoloniales las culturas del Caribe insular se han caracterizado por su carĆ”cter migratorio, tanto es asĆ­, que el nombre Caribe en sĆ­ mismo encierra un origen relacionado a este fenómeno. El nombre surgió de la denominación que le dieron los espaƱoles a los indĆ­genas que hoy conocemos como kalinago, que habitaban las Antillas Menores. De acuerdo a los cronistas, este grupo secuestraba a las mujeres del llamado grupo taĆ­no que nunca volvĆ­a a verlas. Esta situación dio origen a la creencia de que los kalinago comĆ­an personas, sobre lo cual no existe evidencia, pero tampoco ha sido completamente descartado como posibilidad, segĆŗn expone el historiador SebastiĆ”nĀ Robiu Lamarche en el libro ā€œTaĆ­nos y Caribes: las culturas aborĆ­genes antillanasā€ (2003). Otra teorĆ­a, esta de Lawrence Waldron, sugiere que los kalinago mantenĆ­an cautivas o como esposas a las mujeres taĆ­nas. AsĆ­, el tĆ©rmino Caribe pudo haber surgido de la confusión al escribir el nombre de los kalinago: ā€œkalina–canĆ­balā€, segĆŗn la investigación de Waldron en el libro ā€œPre-Columbian Art of the Caribbeanā€ (2019). Lo cierto es que nombrar el Mar de los Caribes fue una tĆ”ctica para justificar la esclavización de los indĆ­genas de ese territorio, indica Robiu Lamarche. Por lo tanto, desde un tiempo anterior a la colonización europea, la región Caribe se define mediante relaciones migratorias.Ā 


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Narciso Dobal durante su visita a HaitĆ­ en 1946. El elemento tras el cual aparece el artista es muy similar a las estructuras que pintó en su ā€œAutorretratoā€ de 1947. FotografĆ­a del Centro de Investigación de Arte PuertorriqueƱo, Museo de Historia, AntropologĆ­a y Arte de la Universidad de Puerto Rico.

Aunque compartimos ancestros, la polinización cruzada en el arte del Caribe como lo conocemos hoy dĆ­a comenzó en el siglo XIX. Del mismo modo que Puerto Rico ha recibido artistas provenientes de diversos paĆ­ses, nuestros artistas tambiĆ©n han viajado a otras islas como parte de sus respectivas formaciones artĆ­sticas. Los viajes de Francisco Oller a EspaƱa y Francia son bien conocidos, sin embargo, el historiador del arte estadounidense Edward Sullivan (citando a HaydĆ©e Venegas), comenta en su libro ā€œFrom San Juan to Paris and Back: Francisco Oller and Caribbean Art in the Era of Impressionismā€ (2014) que no Ćŗnicamente ā€œEl velorioā€ fue exhibido en La Habana, si no que Oller mismo visitó Cuba por dos meses. Otro de nuestros artistas mĆ”s destacado, Ramón Frade, pasó buena parte de sus aƱos formativos en la RepĆŗblica Dominicana y, ademĆ”s, viajó a HaitĆ­, Cuba, Curazao, Costa Rica y Colombia, como lo explican Flavia Marichal Lugo y Norma Rosso Tridas en ā€œDe Oller a los cuarenta: La pintura en Puerto Rico de 1898 a 1948ā€ (Museo de Historia, AntropologĆ­a y Arte de la Universidad de Puerto Rico, 1988). Todo esto antes de viajar a varias ciudades de Italia, donde tambiĆ©n se formó. AsĆ­ mismo, Narciso Dobal viajó a HaitĆ­ a visitar a Ɓngel Botello y quedó marcado por la cultura vecina. Cabe aƱadir que fue en la RepĆŗblica Dominicana donde Eugenio FernĆ”ndez Granell conocerĆ­a a AndrĆ© Bretón y el surrealismo, movimiento que el espaƱol traerĆ­a a Puerto Rico, como nos recuerda Cheryl Hartup. De modo que algunas de las corrientes modernas originadas en Europa que se desarrollaron en Puerto Rico, incluso estĆ”n vinculadas de un modo u otro a nuestra interconectividad caribeƱa.



Cuba

El mayor influjo de artistas caribeƱos que ha recibido Puerto Rico, sin duda alguna, ha sido de Cuba. En el libro ā€œPuerto Rico: arte e identidadā€, Marimar BenĆ­tez seƱala la importancia que tuvo una ola migratoria proveniente de la mayor de las Antillas durante la segunda mitad del siglo 20. Aunque sus aportaciones han sido muchas, hay que destacar las labor de estos artistas en dos Ć”reas del arte puertorriqueƱo que han sido históricamente desatendidas: la escultura y la fotografĆ­a. Rolando López Dirube fue un artista multifacĆ©tico que realizó obras en mĆŗltiples medios, entre los que destaca su obra escultórica. A su llegada a Puerto Rico, en 1961, la escultura experimentaba un resurgimiento. Los artistas espaƱoles Francisco VĆ”zquez DĆ­az e Ismael D’Alzina habĆ­an reiniciado esta tradición que, hasta entonces, se habĆ­a mantenido viva Ćŗnicamente en la talla de santos. Los artistas europeos enseƱaron una escultura figurativa que discĆ­pulos como JosĆ© Buscaglia continuaron en su forma mĆ”s clĆ”sica, y otros, como Rafael López del Campo, la derivaron a una estilización modernista. López Dirube encontró poca escultura al llegar a Puerto Rico, y menos en materia de propuestas abstractas, solo las obras del puertorriqueƱo Rafael Ferrer y el estadounidense George Warrek. Las exploraciones abstractas del cubano, por tanto, vinieron a refrescar el arte tridimensional de Puerto Rico. Unos aƱos despuĆ©s de su llegada a la isla, López Dirube dictó clases en la Universidad de Puerto Rico (donde Warrek enseƱaba desde 1961) y tambiĆ©n en otras instituciones, como la Universidad Interamericana y la Liga Estudiantes de Arte de San Juan. AsĆ­ se puso en marcha un nuevo tipo de escultura que luego artistas puertorriqueƱos siguieron desarrollando. MĆ”s tarde, en la dĆ©cada de 1970, se aƱadirĆ­a a este desarrollo otra importante artista cubana, Zilia SĆ”nchez, quien difuminó los lĆ­mites entre pintura y escultura, como bien lo explica Flavia Marichal Lugo en la biografĆ­a de la artista en el libro ā€œPuerto Rico: Arte e identidadā€ (1998).



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Rolando López Dirube, ā€œCacicanuecaā€, s.f. CrĆ©dito de foto: Colección Reyes Veray

Si bien hay que reconocer que muchos de los artistas cubanos radicados en Puerto Rico llegaron con una educación en las artes, el caso de Pablo Cambó muestra que la relación de Puerto Rico con Cuba no ha sido unilateral. Cambó se radicó en Puerto Rico en la dĆ©cada de 1960 cuando la fotografĆ­a se encontraba al alza en el fotoperiodismo, pero casi no se utilizaba como medio artĆ­stico, como anota Nitza Luna enĀ ā€œApuntes sobre la evolución de la fotografĆ­a en Puerto Ricoā€, publicado en ā€œLas artes visuales puertorriqueƱas a principios del siglo XXIā€ (2002). En la dĆ©cada de 1970, Cambó estudia en Miami y luego regresa a Puerto Rico en un momento en el que JosĆ© RubĆ©n Gaztambide, HĆ©ctor MĆ©ndez Caratini y John Betancourt creaban el Consejo PuertorriqueƱo de FotografĆ­a. Cambó se involucrarĆ­a en este consejo en las dĆ©cadas siguientes junto a otras fotógrafas puertorriqueƱas, como Frieda MedĆ­n y Sandra Reus. Desde entonces, el cubano ha formado parte de la escena fotogrĆ”fica de Puerto Rico como jurado en mĆŗltiples certĆ”menes de fotografĆ­a periodĆ­stica y artĆ­stica, y ha continuado desarrollando su obra profesional abarcadora, participando de cuarenta exposiciones entre individuales y colectivas.


Son muchos los cubanos que han hecho de Puerto Rico su hogar. No podemos dejar de mencionar a Manuel García Fonteboa, quien aportó significativamente al desarrollo de la escuela cartelista puertorriqueña con ejemplares de protesta de una calidad tal que no pueden faltar en los libros sobre el cartel puertorriqueño. Algunos otros son: María Elvira Coya, María Antonia Ordoñez, José PelÔez Muñoz, Luis Leal, Rosa Irigoyen, Rigoberto Quintana, Wiliams Carmona, Ernesto Pujol y Ángel Borroto. La relación de Puerto Rico con Cuba ha sido relativamente bien estudiada y algunos artistas, como López Dirube, han sido mejor documentados que incluso los escultores puertorriqueños; por esta razón limito esta sección para hacerle justicia a otras comunidades que han sido menos estudiadas. 



HaitĆ­Ā 

Aunque desde el siglo XIX las migraciones desde HaitĆ­ y la RepĆŗblica Dominicana han sido tan frecuentes como las de Cuba –como lo documenta el historiador puertorriqueƱo Fernando Picó en el libro ā€œHistoria general de Puerto Ricoā€ (2005)– los artistas provenientes de La EspaƱola no han gozado del mismo reconocimiento que sus vecinos en Puerto Rico. Por supuesto, esto se debe a que las emigraciones han tenido un componente de clase muy significativo que ha limitado el acceso a la educación artĆ­stica a muchas familias migrantes de la isla vecina, ademĆ”s, de que estos grupos han sufrido racismo y xenofobia en nuestro paĆ­s. Durante la dĆ©cada de 1980, por ejemplo, en los periódicos se discutĆ­a la migración haitiana bajo el epĆ­teto de ā€œel problema haitianoā€; irónicamente esa expresión es un calco de la manera en la que la prensa estadounidense discutĆ­a ā€œthe Puerto Rican problemā€Ā en Nueva York desde la dĆ©cada de 1950. Pero esto no quiere decir que no exista ningĆŗn lazo entre nuestras artes.Ā 


La primera referencia a un motivo haitiano en la escena del arte de Puerto Rico lo encontramos tan temprano como en 1936 a manos del artista e ilustrador puertorriqueƱo Rafael D. Palacios. Explica la doctora Concha MelĆ©ndez en el libro ā€œDe Oller a los cuarenta: La pintura en Puerto Rico de 1898 a 1948ā€ (1988), sobre la obra de Palacios:


El motivo haitiano Papalol, por el contrario, se expresa con originalidad en una atmósfera de superstición y exotismo. Terroríficas idolatrías estÔn suspensas detrÔs del antiguo sacerdote de vodú que enseña una lección a un grupo de niños, y mira oblicuamente con sensualidad súbita a la niña cercana. 


La obra ā€œPapalolā€ fue exhibida en la Segunda Exposición de Arte Americano en la Sociedad Americana de Bellas Artes de Nueva York en 1937. El hecho de haberse expuesto fuera de Puerto Rico es significativo por dos razones. Una de ellas es porque Palacios decidió enviar esta pieza para representar a Puerto Rico en Estados Unidos, y la otra, es porque la obra le sirvió de referente a la artista Luisa GĆ©igel para discutir su propia obra titulada ā€œMestizaā€. Es decir, la representación puertorriqueƱa en esta exposición tenĆ­a un significativo componente racial que ademĆ”s se identificaba con HaitĆ­.


Hasta donde sabemos, el primer intercambio directo entre artistas de Puerto Rico y HaitĆ­ sucedió en 1950, a manos de Rafael RĆ­os Rey. En ese aƱo, HaitĆ­ celebró una exposición internacional de arte con motivo del bicentenario de la fundación de Puerto PrĆ­ncipe, la cual incluyó escultura en varios medios, pinturas y murales. Anota Manuel Rivera Matos lo siguiente en un artĆ­culoĀ para el ā€œEl Mundoā€ (1950):


Por coincidencia simbólica nuestro Pabellón queda junto a los de España y Cuba y frente al de Estados Unidos. En ambos salones el artista puertorriqueño Rafael Ríos Rey pintó dos magníficos murales con tonos y colorido de gran fuerza expresiva. El primero recoge una escena de vodú y un grupo de campesinos boricuas tocando sus instrumentos típicos, y al centro un jíbaro y un haitiano con los brazos echados sobre los hombros en gesto fraternal, simbolizando la amistad entre ambos pueblos.

El segundo mural se titula: hacia un mundo mejor. En un conjunto de figuras y masas de vigorosos contornos, amontonadas en revuelta simetría con arreglos a la técnica pictórica de nuestro tiempo, se da una idea recia del nuevo Puerto Rico con su esfuerzo industrial, sus represas hidroeléctricas y otras obras de mejoramiento colectivo. 


Tres aƱos mĆ”s tarde, en 1953, el artista espaƱol Ángel Botello BarrosĀ se mudó a Puerto Rico, luego de haber vivido en HaitĆ­ y la RepĆŗblica Dominicana desde 1940. A su llegada, Botello fundó la GalerĆ­a de Arte de HaitĆ­ en el vestĆ­bulo principal del hotel Caribe Hilton. Ese mismo aƱo exhibió allĆ­ sus obras junto a las de la diseƱadora estadounidense Lorraine Dora (radicada en HaitĆ­ y quien incluĆ­a temas haitianos en sus pinturas y diseƱos) y las del pintor haitiano Desir, como documentó Juan Luis MĆ”rquez en el periódico ā€œEl Mundoā€ (1953). Pero previo a la llegada de Botello, ya existĆ­a en Puerto Rico interĆ©s en el arte de HaitĆ­.Ā  El artista puertorriqueƱo VĆ­ctor ā€œVitĆ­nā€ Torres Lizardi habĆ­a viajado a HaitĆ­ y la RepĆŗblica Dominicana a principios de 1950 y en 1954 se dedicaba en su taller de Caguas ā€œa la preparación de bocetos de motivos haitianos y dominicanos para una colección de óleos que habrĆ” de poner en exhibiciónā€. Durante la dĆ©cada siguiente llegarĆ­an varios artistas haitianos a Puerto Rico, algunos de visita, otros mudĆ”ndose permanentemente.


El artista haitiano Guy Duvivier se mudó a Puerto Rico en 1964, lo cual convierte su obra, a base de la soldadura de hierros viejos y metales desechados, en una producción paralela a la de George Warrek. En un artĆ­culoĀ publicado en el periódico ā€œEl Mundoā€ en 1969 se dice que ā€œtodos los diseƱos son originales y siguen la tendencia moderna de lĆ­neas y contornosā€. De modo que no se le asocia con el mal llamado primitivismo que siempre se menciona al hablar del arte haitiano. En el mismo aƱo en que Duvivier llegó a Puerto Rico, se publicó otro artĆ­culo en ā€œEl Mundoā€ sobre decoración en el hogar titulado ā€œIncorporan en la decoración tropical muebles y objetos de arte haitianosā€, que caracteriza esta prĆ”ctica como una ā€œcosmopolitaā€. Hacia finales de la dĆ©cada de 1960 se comentaba en el mismo periódico: ā€œExisten muchas indicaciones de que habrĆ” un renacimiento en el arte haitianoā€. Esto, al parecer, motivó varias iniciativas.Ā 


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Recorte del artĆ­culo ā€œAlma de HaitĆ­ llega a Puerto Ricoā€, publicado en el suplemento ā€œPuerto Rico Ilustradoā€, el 25 de enero de 1969.

En 1969 el matrimonio de Edoard y Simone Lafontant anunciaba una exposición en su residencia de Borinquen Gardens en RĆ­o Piedras, en la que habĆ­an abierto la GalerĆ­a Caribe. En esta muestra –segĆŗn el suplemento Puerto Rico Ilustrado– se incluĆ­an pinturas y varios tipos de esculturas talladas en madera y fundidas en hierro y bronce; obras realizadas por Calixte Hanri, DieudonnĆ© CĆ©dor, Joseph DiedonnĆ© Raymond, RenĆ© Jean JĆ©rome, Raoul Viard, Carol ThĆ©ard, Gesner Abelard, Paul Beauvoir y Gourge et Byron. En el artĆ­culo, se comenta que ā€œse expresa, en todo este conjunto de hermosas piezas y de cuadros a colores, toda el alma del nuevo HaitĆ­, paĆ­s que va alejĆ”ndose de los misterios de la vida africana primitiva, y va dando riendas a una expresión mĆ”s realista y mĆ”s sincera del arte modernoā€. Esta cita demuestra el racismo que aflora incluso cuando se intentaba alabar al arte haitiano; ademĆ”s demuestra un profundo desconocimiento del papel que jugó el arte africano en el desarrollo de los movimientos modernos europeos. Por otra parte, hay que anotar que el reconocimiento del modernismo en estas obras es significativo, pues por esas fechas en Puerto Rico apenas se comenzaba a realizar escultura en metal fundido, y con muchas dificultades, como explica Marimar BenĆ­tez en su ensayo en el libro ā€œPuerto Rico: Arte e identidadā€ (1998).


Durante las dĆ©cadas de 1970 y 1980, tanto instituciones importantes como pequeƱas galerĆ­as se interesaron por el arte haitiano. En 1970 la exposición anual del Salón de Pinturas del Banco United Federal Savings incluyó una obra del arquitecto haitiano Gerard Fombrum, quien vivĆ­a en Puerto Rico y realizaba ā€œunas delicadas esculturas en cobre, llenas de poesĆ­aā€, de acuerdo al crĆ­tico de arte Antonio Molina. Este mismo arquitecto realizó una exposición individual en la GalerĆ­a Antillas del Viejo San Juan, segĆŗn el periódico ā€œEl Mundoā€Ā (1970). Al aƱo siguiente, en 1971, vemos una obra del haitiano Le BrettonĀ en una exposición de la reciĆ©n inaugurada GalerĆ­a Hispania, en Ponce; esta obra se exhibĆ­a junto a piezas de artistas de la categorĆ­a de Alejandro SĆ”nchez Felipe, Jorge Rechany, John Balossi y Epifanio Irizarry. En 1977, en tanto, se realizó una exhibición de pinturas haitianas en el Convento de Santo Domingo con motivo del Mes de la Amistad Haitiano-PuertorriqueƱaĀ y al aƱo siguiente se realizó otra en el Museo de la Universidad de Puerto Rico (UPR) con el mismo motivo.


En la dĆ©cada 1980 el antropólogo puertorriqueƱo Eugenio FernĆ”ndez MĆ©ndez fundó una galerĆ­a en La Caleta del Viejo San Juan, ā€œdonde antes estuvo la galerĆ­a Luis GermĆ”n Cajigasā€, y donde tenĆ­a ā€œuna biblioteca especializada en arte puertorriqueƱo y haitianoā€. ExplicaĀ el crĆ­tico de arte JosĆ© Antonio PĆ©rez Ruiz que ā€œla especialidad de la GalerĆ­a Eugenio es la pintura primitivista haitianaā€. A finales de esa dĆ©cada, en 1987, se realizó otra exposición de arte haitiano en la Universidad de Puerto Rico titulada ā€œImagen de HaitĆ­ā€, esta vez en la Sala de MĆŗsica del Centro de Estudiantes; la misma se basó en la colección de FernĆ”ndez MĆ©ndez, e incluyó obras de Wilson Bigaud, Adan Leontus, Preffette Duffaut y Bourmond Byron. FernĆ”ndez MĆ©ndez, ademĆ”s, habĆ­a publicado un libro sobre arte primitivista haitiano en 1973, editado en tres idiomas y publicado por la galerĆ­a Georges S. Nader de HaitĆ­. Dos aƱos mĆ”s tarde, en 1989, aparecĆ­a en el ā€œPuerto Rico Ilustradoā€ un artĆ­culoĀ de cuatro pĆ”ginas de extensión sobre la Colección Josefina del Toro Fullados –o colección de recursos raros, como antes se le conocĆ­a– del Sistema de Bibliotecas de la Universidad de Puerto Rico, entre los que se encuentra las colecciones de libros sobre historia haitiana del diplomĆ”tico y militar Alfred Nemours. El artĆ­culo incluye ilustraciones de los libros de Nemours en las que se representa a Toussaint Louverture y el Rey Henry-Christophe.


Si todas estas interacciones con Haití han sido importantes de un modo u otro, sin duda alguna, ninguna ha tenido el impacto sobre el arte puertorriqueño que ha tenido la Galería Botello. En 1979, las haitianas Maud Duquella y Christianne Botello (esposa del artista Ángel Botello Barros) abrieron la galería que hasta hoy sigue operando bajo el mismo nombre. AdemÔs de las obras del propio Ángel Botello, durante mÔs de cuatro décadas esta galería ha exhibido y vendido obras de algunos de los mÔs importantes artistas puertorriqueños entre los que se encuentran Myrna BÔez, María Emilia Somoza y Arnaldo Roche Rabell. Siendo una de las galerías mÔs longevas de Puerto Rico, ha traído al mercado del arte puertorriqueño obras de artistas de renombre mundial como lo son Rufino Tamayo, Juan Miró, Roberto Matta, José Luis Cuevas, Théo Tobiasse y Max Papart, entre otros. La labor de la galerista Duquella ha sido reconocida por instituciones en Puerto Rico y los Estados Unidos como lo son la Asociación de Críticos de Arte de Puerto Rico y el The Clemente Soto Vélez Cultural & Educational Center en Nueva York.  



ā€œAunque compartimos ancestros, la polinización cruzada en el arte del Caribe, como lo conocemos hoy dĆ­a, comenzó en el siglo XIX. Del mismo modo que Puerto Rico ha recibido artistas provenientes de diversos paĆ­ses, nuestros artistas tambiĆ©n han viajado a otras islas como parte de sus respectivas formaciones artĆ­sticasā€ - Carlos Ortiz Burgos

RepĆŗblica Dominicana

La xenofobia contra nuestros vecinos mĆ”s cercanos de las Antillas Mayores, los dominicanos, ha llevado a un desconocimiento de la presencia artĆ­stica que han tenido en Puerto Rico. Cuando el historiador Fernando Picó escribe ā€œaquĆ­, en algĆŗn momento, todos fuimos inmigrantes, desde el primer indĆ­gena arcaico en su arcaica yola hasta el dominicano que llegó ayer por Rincón y ya hoy trabaja en un proyecto de construcciónā€, aunque defiende el derecho a emigrar, circunscribe a este grupo diverso de personas a una Ćŗnica clase social. Aunque es cierto que cientos de dominicanos han llegado a Puerto Rico en busca de trabajo y una mejor calidad de vida, otros han tenido el privilegio de educarse y emigrar o visitarnos como embajadores culturales.


Los intercambios artĆ­sticos entre Puerto Rico y la RepĆŗblica Dominicana datan de, al menos, la dĆ©cada de 1940, cuando comienzan a visitar nuestro archipiĆ©lago numerosos mĆŗsicos, actores, literatos y artistas visuales. Al parecer, temprano en esa dĆ©cada, ya habĆ­a interĆ©s en el arte dominicano en Puerto Rico a juzgar por un artĆ­culoĀ titulado ā€œReflexiones sobre el alma del arte de Anita Pastorā€ que el periódico ā€œEl Mundoā€ reprodujo luego de haberse publicado originalmente en ā€œLa Opiniónā€, diario de la RepĆŗblica Dominicana. Ramón Frade habĆ­a vivido en la RepĆŗblica Dominicana y HaitĆ­ desde finales del siglo XIX, sin embargo, serĆ­a en 1949 –sobre cuatro dĆ©cadas despuĆ©s de regresar a Puerto Rico en 1902–, cuando la Academia Dominicana de Historia le otorgarĆ­a una medalla de oro por haber donado un óleo a esta institución. Se trató de un paisaje de la antigua Santo Domingo de GuzmĆ”n (segĆŗn la vio el artista en 1893). En la dĆ©cada del cuarenta la capital dominicana era conocida como Ciudad Trujillo, nombre impuesto por el dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo, en su propio honor. Se le llamó de esta manera de 1936 hasta 1961.


Es a partir de la década de 1950 que comenzamos a ver exposiciones de artistas dominicanos en Puerto Rico, como es el caso de la muestra de 14 óleos y 26 dibujos que realizó el pintor Silvano Lora en la Sala de Arte de la Universidad de Puerto Rico en 1955. Durante la década siguiente, incrementaría la cantidad de artistas de la hermana república que vendrían a exponer a Puerto Rico.


En 1961, cuando los fotógrafos puertorriqueƱos aĆŗn tanteaban tĆ­midamente en dar el paso del fotoperiodismo al arte visual, el dominicano Jacinto Gimbernard realizó la exposición de fotografĆ­a,ā€œVeinte temas de vida y muerteā€, en El Ateneo PuertorriqueƱo. Ese mismo aƱo se mudaba a Puerto Rico el mĆ©dico y artista Enrique Coiscou Weber, trayendo consigo otro tipo de arte innovador, la hilografĆ­a, la cual patentó en su natal RepĆŗblica Dominicana. Utilizando alambres de zinc, plata, aluminio y oro, el artista realizaba obras de todos los gĆ©neros pictóricos, entre los que se destacan retratos de presidentes y gobernadores como KennedyĀ y Luis MuƱoz MarĆ­n. AsĆ­ mismo, sumĆ”ndose al reavivamiento de la escultura en Puerto Rico, el artista dominicano Julio Sussana realizó dos exposiciones en el Colegio de Abogados de Puerto Rico en 1963 y 1964. Aunque en un artĆ­culoĀ del periódico ā€œEl Mundoā€ se comenta que el artista tenĆ­a planes de permanecer en Puerto Rico, no se ha encontrado mĆ”s información al respecto.Ā 


La pintura casi nunca falta en los intercambios artĆ­stico/culturales, y en este caso no es la excepción. En 1962 la pintora Nidia Serra de Victoria visitó Puerto RicoĀ junto a un grupo de 150 dominicanos atraĆ­dos por el Festival Casals. La artista y profesora del Departamento de Bellas Artes de Santo Domingo, cuya obra estĆ” dominada por el paisaje, aprovechó la visita para realizar gestiones con el fin de realizar una exposición en Puerto Rico, la cual se concretó al aƱo siguiente en el Ateneo PuertorriqueƱo. Igualmente, el pintor Guillo PĆ©rez regresó a Puerto Rico en 1970 para realizar una exposición en la GalerĆ­a francesa del Hotel San Juan, auspiciada por el Consulado de la RepĆŗblica Dominicana. De este artista es la obra ā€œPuesta de Solā€, adquirida por el Museo de Arte de Ponce con anterioridad a la muestra de 1970. Incluso dentro de la pintura, los artistas dominicanos estaban a la vanguardia durante esta Ć©poca, como lo demuestra la obra hiperrealista de Charito ChĆ”vez exhibida en la GalerĆ­a CoquĆ­Ā de Puerto Nuevo en 1979. Si estos Ćŗltimos artistas son figurativos, tambiĆ©n habrĆ­a representación de pintura abstracta dominicana en Puerto Rico durante estas dĆ©cadas. Un ejemplo es Josefina Romano Pou, quien ademĆ”s de fungir como Agregada Cultural de la RepĆŗblica Dominicana, se dedicaba a pintar.


Los artistas dominicanos no Ćŗnicamente exhibĆ­an sus obras en galerĆ­as comerciales de Puerto Rico, sino tambiĆ©n en instituciones artĆ­sticas como el Museo de Historia, AntropologĆ­a y Arte de la Universidad de Puerto Rico y el Museo de Arte de Ponce (MAP).Ā  En 1973 el Museo de la Universidad de Puerto Rico exhibió las obras de la artista Soucy de Pellerano en celebración de la independencia de la RepĆŗblica Dominicana. En un tono internacionalista, comenta Antonio J. MolinaĀ en ā€œPuerto Rico Ilustradoā€ sobre la obra de Pellerano que ā€œno es esta una pintura ā€˜bonita’ ni quiere serlo. Es algo que tiene ā€˜garra’ y ā€˜meollo’ y que habla en alta voz de toda una convulsión –interesante y necesaria– que vive nuestro mundoā€. Pellerano volverĆ­a a exhibirĀ en el Salón de El TĆŗnel de la Casa AlcaldĆ­a de Bayamón mĆ”s de una dĆ©cada despuĆ©s, en 1986. Por su parte, el Museo de Arte de Ponce, en la dĆ©cada de 1970, realizó una exposición de Fernando UreƱa que incluyó pinturas y dibujos. Acabado de regresar de estudiar en Madrid, y habiĆ©ndose formado en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Santo Domingo bajo la tutela de Jaime Colson, la obra de UreƱa fue descrita por Antonio J. Molina, de la siguiente manera:Ā  ā€œUreƱa, deslumbrado aĆŗn por el ā€˜iluminismo’, ese ā€˜adueƱarse de la luz como lo logró Sorolla’, experimenta y saborea la brillantez colorista de ese estiloā€.


El MAP tambiĆ©n exhibió en la dĆ©cada del ochenta obras del artista Alberto Ulloa, como una propuesta de ā€œtraer obras de afuera para ayudar a enriquecer el ambiente artĆ­stico localā€, segĆŗn expuso Marimar BenĆ­tez en un artĆ­culoĀ publicado en el periódico ā€œEl Mundoā€ en 1982.Ā 


Ese enriquecimiento únicamente incrementó durante la década de 1970 con la creación de la Bienal de San Juan del Grabado Latinoamericano. Si bien se recibieron numerosos artistas de la República Dominicana durante la década del setenta, los puertorriqueños también llevaron sus obras al vecino país. 


En 1971 una selección deĀ ā€œmĆ”s de treinta obras de los mĆ”s representativos artistas de Puerto Ricoā€Ā fueron exhibidas en el reciĆ©n inaugurado edificio de la Biblioteca Nacional de Santo Domingo. Entre los artistas incluidos en esa muestra se encontraban: Olga Albizu, Francisco Rodón, Augusto MarĆ­n, Julio Rosado del Valle, Rafael Rivera GarcĆ­a, FĆ©lix Bonilla, Jorge Rechany, Luis HernĆ”ndez Cruz, Jeanette Blasini, JosĆ© R. Oliver, James Shine, JosĆ© A. Ramos, Alfredo CubiƱƔ, Edwin MaurĆ”s, Lorenzo Homar, JosĆ© R. Alicea, Myrna BĆ”ez, Rafael TufiƱo, Carlos Marichal, Marcos Irizarry, Juan DĆ­az, John Balossi, Myrna RodrĆ­guez, Carmelo FontĆ”nez, Manuel HernĆ”ndez Acevedo, y GermĆ”n Cajigas. MĆ”s tarde, Antonio Martorell realizó una muestra individual de grabado que fue seguida por una exposición colectiva, en 1977, que se llevó a cabo en la Casa de Teatro, junto a un recital de poesĆ­a. En esa ocasión participaron los artistas JosĆ© Antonio Torres Martinó, Antonio Martorell, JosĆ© Rosa, Consuelo Gotay y Luis Alonso. De modo que la RepĆŗblica Dominicana ha conocido lo mejor de nuestros artistas.


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Recorte del artĆ­culo ā€œDyonis Figueroa en La Liga de Estudiantesā€, publicado en el periódico "El Mundo" el 15 de agosto de 1980.

Durante las dĆ©cadas subsiguientes, los ochenta y noventa, varias otras instituciones puertorriqueƱas exhibieron trabajos de artistas dominicanos. La Escuela de Artes PlĆ”sticas, por ejemplo, realizó la exposición titulada ā€œTemores: Lo nuevo y lo duradero de lo sensual y otras cosasā€, del artista FĆ©lix BerrĆ­os en 1980. Ya en esta muestra se ve la influencia de la Bienal de San Juan, pues este artista ā€œse dedicaba a la grĆ”fica y el dibujoā€. Ese mismo aƱo La Liga Estudiantes de Arte de San Juan presentó dos instalacionesĀ de Dyonis Figueroa tituladas ā€œPieza de declaraciónā€ y ā€œResiduosā€ las cuales utilizaban como medio artĆ­stico copias fotostĆ”ticas xerox, cinta adhesiva y otros elementos pegados a las paredes. Por su parte, el Museo del Grabado Latinoamericano del Instituto de Cultura PuertorriqueƱa realizarĆ­a una exposiciónĀ de Aquiles Azar en 1982; este mismo artista ademĆ”s habĆ­a tenido una exposición previa en el MAP dedicada a pinturas de payasos expresionistas, sobre las que Antonio J. Molina comentó: ā€œSon obras que impresionan, hacen pensar, y el artista nos pone en un dilema frente a cada una de sus figuras de circoā€. El Museo de Arte e Historia de San Juan hizo lo propio con la artista Rosa TavĆ”rez en 1988. Incluso la GalerĆ­a San Juan Bautista de la Casa AlcaldĆ­a de San Juan realizó una exposición de óleos y acrĆ­licos pintados por el artista dominicano Eric Genao en 1989. Tan significativa fue la presencia dominicana en el arte puertorriqueƱo que en la dĆ©cada del 80 se fundó la GalerĆ­a LogosĀ que se dedicaba a la venta de obras puertorriqueƱas y dominicanas.


Aunque no es artista, la crĆ­tica de arte dominicana Marianne Tolentino merece una mención especial en este texto. Desde Santo Domingo, Tolentino escribió innumerables columnas para el ā€œListĆ­n Diarioā€ sobre artistas puertorriqueƱos. TambiĆ©n dictó conferencias en Puerto Rico, participó de simposios sobre arte y crĆ­tica de arte, fue parte del jurado de la cuarta Bienal del Grabado Latinoamericano de San Juan, y fue parte de varios proyectos de divulgación de nuestras artes, como la revista ā€œImagenā€ del Programa de Artes PlĆ”sticas del ICP, y de la revista ā€œPlĆ”sticaā€ de La Liga de Arte de San Juan. Con motivo de la exposición titulada ā€œGrĆ”fica PuertorriqueƱa en Saludo a Santo Domingoā€, realizada en el Museo de las Casas Reales de la RepĆŗblica Dominicana en 1982, Tolentino dijo: ā€œFue un verdadero deslumbramiento: la estampa de Puerto Rico alcanza niveles cimeros de expresividad y tĆ©cnica que llegan a provocar con el espectador una comunicación comparable a la de la pintura y del dibujoā€.


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Recorte del anuncio de la publicación del nĆŗmero 13 de la revista ā€œPlĆ”sticaā€, publicado el 22 de agosto de 1985 en el periódico ā€œEl Mundoā€, en el que colaboró la crĆ­tica dominicana Marianne Tolentino.

Si no todos los artistas dominicanos que hemos mencionado se radicaron en Puerto Rico, hoy contamos con un excelente grupo de artistas de generaciones mÔs recientes que han emigrado o han nacido en Puerto Rico de familias dominicanas. Entre este grupo se encuentran Zuania Minier, Hatuey Ramos Fermín, Dionis Figueroa, Emilio Maldonado, Genaro Ozuna y Helen Ceballos, entre otros. Esta tampoco constituye una lista exhaustiva que pretenda recoger todos los artistas dominicanos que han exhibido en Puerto Rico, todos los artistas puertorriqueños que han exhibido en la República Dominicana ni todos los artistas que residen en Puerto Rico de ascendencia dominicana. El propósito es demostrar la presencia constante y la relevancia que han tenido estos artistas en nuestra escena artística.



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Rosenda Ɓlvarez Faro, ā€œPlural.idadā€, 2016. Cartel promocional de la exposición de Zuania Minier JimĆ©nez.


Jamaica

Sin duda alguna Jamaica es el paĆ­s de las Antillas Mayores con el que menos contacto hemos tenido desde tiempos de la colonización espaƱola. Pero eso no implica que no haya habido intercambio alguno. La mĆŗsica es el elemento mayor que nos ha llegado desde Jamaica, aunque tambiĆ©n nuestros atletas han ido a competir a la isla angloparlante. En lo que respecta a las artes visuales, ya hemos anotado la visita de Ramón Frade y no hemos encontrado ninguna referencia anterior a esta. Sin embargo, hay que anotar que algunos de libros producidos por la División de Educación de la Comunidad fueron tomados como referencia por los jamaiquinos e incluso alguno se tradujo al inglĆ©s para utilizarlo allĆ”. De acuerdo al artista Antonio Maldonado, el libro titulado ā€œAlimentos para su familiaā€ se tradujo para uso en Jamaica. Por otro lado, un puƱado de artistas puertorriqueƱos han viajado a Jamaica y se han inspirado en el arte de ese paĆ­s.Ā 


En 1980, los puertorriqueƱos Carmelo Sobrino, JoaquĆ­n Reyes y Marco Antonio Rigau ā€œapertrechados con sus acrĆ­licos, sedas, navajas y toda la parafernalia exigida para montar un taller de serigrafĆ­a –amĆ©n de un espĆ­ritu de aventura– partieron […] para Kingston, Jamaicaā€, segĆŗn documentó el periodista Jorge RodrĆ­guez en el periódico ā€œEl Mundoā€, en 1989. AllĆ­ pasaron tres meses con el propósito de rendir homenaje a Edna Manley, la artista mĆ”s reconocida de la isla hermana. Durante ese tiempo estos artistas trabajaron juntos en un portafolios para la GalerĆ­a Nacional de Jamaica y como resultado realizaron una exposición en la cual adquirieron obras los primeros ministros de Jamaica, Edward Seaga, y Michael Manley, hijo de Edna Manley. A su regreso, Sobrino exhibió las obrasĀ en el Salón de Exposiciones del Programa de Bellas Artes del Departamento de Instrucción PĆŗblica (Carmelo Sobrino Expone Obras). En el mismo artĆ­culoĀ de RodrĆ­guez, de 1989, Rigau explica el proyecto y el deseo de homenajear a Manley del siguiente modo:


QuedĆ© tan impresionado con la obra artĆ­stica de Manley que se me ocurrió que ambos paĆ­ses podĆ­amos acercarnos a travĆ©s de un experimento grĆ”fico, sobre todo porque esta es un Ć”rea en la cual Puerto Rico se ha destacado internacionalmente, y porque este medio es apenas conocido en Jamaica, por lo menos artĆ­sticamente […].


La vida de Edna Manley, es una leyenda, es una mujer que se casó con Norman Manley, el ā€˜Padre de la Independencia de Jamaica’, fundó la escuela de Arte mĆ”s importante del paĆ­s, y creó ademĆ”s el equivalente en Kingston de lo que aquĆ­ conocemos como el Instituto de Cultura PuertorriqueƱa.


De este modo, aunque en Puerto Rico la cultura jamaiquina continúe siendo prÔcticamente desconocida, hemos logrado algunos lazos perdurables. Y es que, de acuerdo a Rigau, el taller de serigrafía que los boricuas montaron en Kingston aún continuaba operando casi una década mÔs tarde.


Si difícil ha sido encontrar intercambios con Jamaica, nuestra relación con las Antillas Menores, desde un lente artístico, ha sido imposible de documentar a través de esta corta investigación. Estos intercambios no pueden ser inexistentes, debido a que, por ejemplo, la isla de Santa Cruz celebra el Día de la  Amistad con Puerto Rico cada 14 de octubre. Sin embargo, este trabajo es insuficiente para recoger los aportes que han hecho los hermanos y hermanas de las Antillas a Puerto Rico; hace falta una investigación mÔs a fondo y acceso a archivos en los otros países para poner de relieve nuestra caribeñidad y los lazos que nos unen con el resto de las islas del Caribe e incluso con el Caribe continental. Nuestra condición colonial a menudo nos condiciona a pensar que las únicas fuentes de desarrollo artístico han provenido de Europa o los Estados Unidos. Queda demostrado con este breve recuento que nuestras artes se han beneficiado de las culturas vecinas y que del mismo modo los puertorriqueños y puertorriqueñas han hecho contribuciones valiosas a las culturas vecinas. Caminemos, pues, hacia el sueño de Betances, ya no a través de una estructura política centralizada como lo sería una Federación Antillana, si no hacia el fortalecimiento de los lazos culturales, y otros tipos de colaboraciones cívicas, con aquellos pueblos que han padecido lo mismo que nosotros y que, en muchos casos, por motivos históricos y migratorios, son literalmente nuestros parientes.


Sobre el autor: Carlos Ortiz Burgos es historiador del arte y curador puertorriqueño. Obtuvo un bachillerato en Historia del Arte de Latinoamérica y el Caribe en la Universidad de Puerto Rico, una maestría en Culturas Visuales de Las Américas en la Universidad Estatal de Florida, y actualmente cursa un doctorado enfocado en arte caribeño en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Su investigación histórica se centra en el desarrollo del arte moderno en el Caribe insular durante la primera mitad del siglo veinte y la revisión de los discursos oficiales. Sus proyectos curatoriales suelen centrarse en la obra de artistas jóvenes, y busca entablar diÔlogos entre los artistas que habitan en el Caribe y en la diÔspora.


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