Polinización cruzada en el arte de las Antillas Mayores
- Carlos Ortiz Burgos
- 15 jul 2024
- 21 Min. de lectura
El historiador del arte Carlos Ortiz Burgos repasa los vĆnculos e intercambios artĆsticos que han surgido a travĆ©s de la historia entre Puerto Rico, Cuba, RepĆŗblica Dominicana, HaitĆ y Jamaica

La historia del arte de Puerto Rico ha estado marcada por la migración en todas sus etapas ādesde las culturas originarias hasta hoyā lo que ha enriquecido nuestro acervo artĆstico. La emigración de puertorriqueƱos ha constituido una diĆ”spora en los Estados Unidos que ha sido motivo de extensos estudios. Menos se ha escrito sobre los inmigrantes, aunque ciertamente se ha reconocido la importancia que han tenido figuras particulares a su llegada a Puerto Rico, como el pintor espaƱol Luis Paret y AlcĆ”zar, el escultor gallego Francisco VĆ”zquez DĆaz (āCompostelaā) y la pareja de artistas ucraniana-estadounidense Jack e Irene Delano. Sin embargo, igualmente constante e importante ha sido la polinización cruzada que ha existido entre las Antillas y, aunque no puede desligarse de otras olas migratorias, es importante resaltar lo que las naciones vecinas han aportado a nuestras artes puertorriqueƱas.
Desde tiempos precoloniales las culturas del Caribe insular se han caracterizado por su carĆ”cter migratorio, tanto es asĆ, que el nombre Caribe en sĆ mismo encierra un origen relacionado a este fenómeno. El nombre surgió de la denominación que le dieron los espaƱoles a los indĆgenas que hoy conocemos como kalinago, que habitaban las Antillas Menores. De acuerdo a los cronistas, este grupo secuestraba a las mujeres del llamado grupo taĆno que nunca volvĆa a verlas. Esta situación dio origen a la creencia de que los kalinago comĆan personas, sobre lo cual no existe evidencia, pero tampoco ha sido completamente descartado como posibilidad, segĆŗn expone el historiador SebastiĆ”nĀ Robiu Lamarche en el libro āTaĆnos y Caribes: las culturas aborĆgenes antillanasā (2003). Otra teorĆa, esta de Lawrence Waldron, sugiere que los kalinago mantenĆan cautivas o como esposas a las mujeres taĆnas. AsĆ, el tĆ©rmino Caribe pudo haber surgido de la confusión al escribir el nombre de los kalinago: ākalinaācanĆbalā, segĆŗn la investigación de Waldron en el libro āPre-Columbian Art of the Caribbeanā (2019). Lo cierto es que nombrar el Mar de los Caribes fue una tĆ”ctica para justificar la esclavización de los indĆgenas de ese territorio, indica Robiu Lamarche. Por lo tanto, desde un tiempo anterior a la colonización europea, la región Caribe se define mediante relaciones migratorias.Ā

Aunque compartimos ancestros, la polinización cruzada en el arte del Caribe como lo conocemos hoy dĆa comenzó en el siglo XIX. Del mismo modo que Puerto Rico ha recibido artistas provenientes de diversos paĆses, nuestros artistas tambiĆ©n han viajado a otras islas como parte de sus respectivas formaciones artĆsticas. Los viajes de Francisco Oller a EspaƱa y Francia son bien conocidos, sin embargo, el historiador del arte estadounidense Edward Sullivan (citando a HaydĆ©e Venegas), comenta en su libro āFrom San Juan to Paris and Back: Francisco Oller and Caribbean Art in the Era of Impressionismā (2014) que no Ćŗnicamente āEl velorioā fue exhibido en La Habana, si no que Oller mismo visitó Cuba por dos meses. Otro de nuestros artistas mĆ”s destacado, Ramón Frade, pasó buena parte de sus aƱos formativos en la RepĆŗblica Dominicana y, ademĆ”s, viajó a HaitĆ, Cuba, Curazao, Costa Rica y Colombia, como lo explican Flavia Marichal Lugo y Norma Rosso Tridas en āDe Oller a los cuarenta: La pintura en Puerto Rico de 1898 a 1948ā (Museo de Historia, AntropologĆa y Arte de la Universidad de Puerto Rico, 1988). Todo esto antes de viajar a varias ciudades de Italia, donde tambiĆ©n se formó. AsĆ mismo, Narciso Dobal viajó a HaitĆ a visitar a Ćngel Botello y quedó marcado por la cultura vecina. Cabe aƱadir que fue en la RepĆŗblica Dominicana donde Eugenio FernĆ”ndez Granell conocerĆa a AndrĆ© Bretón y el surrealismo, movimiento que el espaƱol traerĆa a Puerto Rico, como nos recuerda Cheryl Hartup. De modo que algunas de las corrientes modernas originadas en Europa que se desarrollaron en Puerto Rico, incluso estĆ”n vinculadas de un modo u otro a nuestra interconectividad caribeƱa.
Cuba
El mayor influjo de artistas caribeƱos que ha recibido Puerto Rico, sin duda alguna, ha sido de Cuba. En el libro āPuerto Rico: arte e identidadā, Marimar BenĆtez seƱala la importancia que tuvo una ola migratoria proveniente de la mayor de las Antillas durante la segunda mitad del siglo 20. Aunque sus aportaciones han sido muchas, hay que destacar las labor de estos artistas en dos Ć”reas del arte puertorriqueƱo que han sido históricamente desatendidas: la escultura y la fotografĆa. Rolando López Dirube fue un artista multifacĆ©tico que realizó obras en mĆŗltiples medios, entre los que destaca su obra escultórica. A su llegada a Puerto Rico, en 1961, la escultura experimentaba un resurgimiento. Los artistas espaƱoles Francisco VĆ”zquez DĆaz e Ismael DāAlzina habĆan reiniciado esta tradición que, hasta entonces, se habĆa mantenido viva Ćŗnicamente en la talla de santos. Los artistas europeos enseƱaron una escultura figurativa que discĆpulos como JosĆ© Buscaglia continuaron en su forma mĆ”s clĆ”sica, y otros, como Rafael López del Campo, la derivaron a una estilización modernista. López Dirube encontró poca escultura al llegar a Puerto Rico, y menos en materia de propuestas abstractas, solo las obras del puertorriqueƱo Rafael Ferrer y el estadounidense George Warrek. Las exploraciones abstractas del cubano, por tanto, vinieron a refrescar el arte tridimensional de Puerto Rico. Unos aƱos despuĆ©s de su llegada a la isla, López Dirube dictó clases en la Universidad de Puerto Rico (donde Warrek enseƱaba desde 1961) y tambiĆ©n en otras instituciones, como la Universidad Interamericana y la Liga Estudiantes de Arte de San Juan. AsĆ se puso en marcha un nuevo tipo de escultura que luego artistas puertorriqueƱos siguieron desarrollando. MĆ”s tarde, en la dĆ©cada de 1970, se aƱadirĆa a este desarrollo otra importante artista cubana, Zilia SĆ”nchez, quien difuminó los lĆmites entre pintura y escultura, como bien lo explica Flavia Marichal Lugo en la biografĆa de la artista en el libro āPuerto Rico: Arte e identidadā (1998).

Si bien hay que reconocer que muchos de los artistas cubanos radicados en Puerto Rico llegaron con una educación en las artes, el caso de Pablo Cambó muestra que la relación de Puerto Rico con Cuba no ha sido unilateral. Cambó se radicó en Puerto Rico en la dĆ©cada de 1960 cuando la fotografĆa se encontraba al alza en el fotoperiodismo, pero casi no se utilizaba como medio artĆstico, como anota Nitza Luna enĀ āApuntes sobre la evolución de la fotografĆa en Puerto Ricoā, publicado en āLas artes visuales puertorriqueƱas a principios del siglo XXIā (2002). En la dĆ©cada de 1970, Cambó estudia en Miami y luego regresa a Puerto Rico en un momento en el que JosĆ© RubĆ©n Gaztambide, HĆ©ctor MĆ©ndez Caratini y John Betancourt creaban el Consejo PuertorriqueƱo de FotografĆa. Cambó se involucrarĆa en este consejo en las dĆ©cadas siguientes junto a otras fotógrafas puertorriqueƱas, como Frieda MedĆn y Sandra Reus. Desde entonces, el cubano ha formado parte de la escena fotogrĆ”fica de Puerto Rico como jurado en mĆŗltiples certĆ”menes de fotografĆa periodĆstica y artĆstica, y ha continuado desarrollando su obra profesional abarcadora, participando de cuarenta exposiciones entre individuales y colectivas.
Son muchos los cubanos que han hecho de Puerto Rico su hogar. No podemos dejar de mencionar a Manuel GarcĆa Fonteboa, quien aportó significativamente al desarrollo de la escuela cartelista puertorriqueƱa con ejemplares de protesta de una calidad tal que no pueden faltar en los libros sobre el cartel puertorriqueƱo. Algunos otros son: MarĆa Elvira Coya, MarĆa Antonia OrdoƱez, JosĆ© PelĆ”ez MuƱoz, Luis Leal, Rosa Irigoyen, Rigoberto Quintana, Wiliams Carmona, Ernesto Pujol y Ćngel Borroto. La relación de Puerto Rico con Cuba ha sido relativamente bien estudiada y algunos artistas, como López Dirube, han sido mejor documentados que incluso los escultores puertorriqueƱos; por esta razón limito esta sección para hacerle justicia a otras comunidades que han sido menos estudiadas.Ā
HaitĆĀ
Aunque desde el siglo XIX las migraciones desde HaitĆ y la RepĆŗblica Dominicana han sido tan frecuentes como las de Cuba ācomo lo documenta el historiador puertorriqueƱo Fernando Picó en el libro āHistoria general de Puerto Ricoā (2005)ā los artistas provenientes de La EspaƱola no han gozado del mismo reconocimiento que sus vecinos en Puerto Rico. Por supuesto, esto se debe a que las emigraciones han tenido un componente de clase muy significativo que ha limitado el acceso a la educación artĆstica a muchas familias migrantes de la isla vecina, ademĆ”s, de que estos grupos han sufrido racismo y xenofobia en nuestro paĆs. Durante la dĆ©cada de 1980, por ejemplo, en los periódicos se discutĆa la migración haitiana bajo el epĆteto de āel problema haitianoā; irónicamente esa expresión es un calco de la manera en la que la prensa estadounidense discutĆa āthe Puerto Rican problemāĀ en Nueva York desde la dĆ©cada de 1950. Pero esto no quiere decir que no exista ningĆŗn lazo entre nuestras artes.Ā
La primera referencia a un motivo haitiano en la escena del arte de Puerto Rico lo encontramos tan temprano como en 1936 a manos del artista e ilustrador puertorriqueƱo Rafael D. Palacios. Explica la doctora Concha MelĆ©ndez en el libro āDe Oller a los cuarenta: La pintura en Puerto Rico de 1898 a 1948ā (1988), sobre la obra de Palacios:
El motivo haitiano Papalol, por el contrario, se expresa con originalidad en una atmósfera de superstición y exotismo. TerrorĆficas idolatrĆas estĆ”n suspensas detrĆ”s del antiguo sacerdote de vodĆŗ que enseƱa una lección a un grupo de niƱos, y mira oblicuamente con sensualidad sĆŗbita a la niƱa cercana.Ā
La obra āPapalolā fue exhibida en la Segunda Exposición de Arte Americano en la Sociedad Americana de Bellas Artes de Nueva York en 1937. El hecho de haberse expuesto fuera de Puerto Rico es significativo por dos razones. Una de ellas es porque Palacios decidió enviar esta pieza para representar a Puerto Rico en Estados Unidos, y la otra, es porque la obra le sirvió de referente a la artista Luisa GĆ©igel para discutir su propia obra titulada āMestizaā. Es decir, la representación puertorriqueƱa en esta exposición tenĆa un significativo componente racial que ademĆ”s se identificaba con HaitĆ.
Hasta donde sabemos, el primer intercambio directo entre artistas de Puerto Rico y HaitĆ sucedió en 1950, a manos de Rafael RĆos Rey. En ese aƱo, HaitĆ celebró una exposición internacional de arte con motivo del bicentenario de la fundación de Puerto PrĆncipe, la cual incluyó escultura en varios medios, pinturas y murales. Anota Manuel Rivera Matos lo siguiente en un artĆculoĀ para el āEl Mundoā (1950):
Por coincidencia simbólica nuestro Pabellón queda junto a los de EspaƱa y Cuba y frente al de Estados Unidos. En ambos salones el artista puertorriqueƱo Rafael RĆos Rey pintó dos magnĆficos murales con tonos y colorido de gran fuerza expresiva. El primero recoge una escena de vodĆŗ y un grupo de campesinos boricuas tocando sus instrumentos tĆpicos, y al centro un jĆbaro y un haitiano con los brazos echados sobre los hombros en gesto fraternal, simbolizando la amistad entre ambos pueblos.
El segundo mural se titula: hacia un mundo mejor. En un conjunto de figuras y masas de vigorosos contornos, amontonadas en revuelta simetrĆa con arreglos a la tĆ©cnica pictórica de nuestro tiempo, se da una idea recia del nuevo Puerto Rico con su esfuerzo industrial, sus represas hidroelĆ©ctricas y otras obras de mejoramiento colectivo.Ā
Tres aƱos mĆ”s tarde, en 1953, el artista espaƱolĀ Ćngel Botello BarrosĀ se mudó a Puerto Rico, luego de haber vivido en HaitĆ y la RepĆŗblica Dominicana desde 1940. A su llegada, Botello fundó la GalerĆa de Arte de HaitĆ en el vestĆbulo principal del hotel Caribe Hilton. Ese mismo aƱo exhibió allĆ sus obras junto a las de la diseƱadora estadounidense Lorraine Dora (radicada en HaitĆ y quien incluĆa temas haitianos en sus pinturas y diseƱos) y las del pintor haitiano Desir, como documentó Juan Luis MĆ”rquez en el periódico āEl Mundoā (1953). Pero previo a la llegada de Botello, ya existĆa en Puerto Rico interĆ©s en el arte de HaitĆ.Ā El artista puertorriqueƱo VĆctor āVitĆnā Torres Lizardi habĆa viajado a HaitĆ y la RepĆŗblica Dominicana a principios de 1950 y en 1954 se dedicaba en su taller de Caguas āa la preparación de bocetos de motivos haitianos y dominicanos para una colección de óleos que habrĆ” de poner en exhibiciónā. Durante la dĆ©cada siguiente llegarĆan varios artistas haitianos a Puerto Rico, algunos de visita, otros mudĆ”ndose permanentemente.
El artista haitiano Guy Duvivier se mudó a Puerto Rico en 1964, lo cual convierte su obra, a base de la soldadura de hierros viejos y metales desechados, en una producción paralela a la de George Warrek. En un artĆculoĀ publicado en el periódico āEl Mundoā en 1969 se dice que ātodos los diseƱos son originales y siguen la tendencia moderna de lĆneas y contornosā. De modo que no se le asocia con el mal llamado primitivismo que siempre se menciona al hablar del arte haitiano. En el mismo aƱo en que Duvivier llegó a Puerto Rico, se publicó otro artĆculo en āEl Mundoā sobre decoración en el hogar titulado āIncorporan en la decoración tropical muebles y objetos de arte haitianosā, que caracteriza esta prĆ”ctica como una ācosmopolitaā. Hacia finales de la dĆ©cada de 1960 se comentaba en el mismo periódico: āExisten muchas indicaciones de que habrĆ” un renacimiento en el arte haitianoā. Esto, al parecer, motivó varias iniciativas.Ā

En 1969 el matrimonio de Edoard y Simone Lafontant anunciaba una exposición en su residencia de Borinquen Gardens en RĆo Piedras, en la que habĆan abierto la GalerĆa Caribe. En esta muestra āsegĆŗn el suplemento Puerto Rico Ilustradoā se incluĆan pinturas y varios tipos de esculturas talladas en madera y fundidas en hierro y bronce; obras realizadas por Calixte Hanri, DieudonnĆ© CĆ©dor, Joseph DiedonnĆ© Raymond, RenĆ© Jean JĆ©rome, Raoul Viard, Carol ThĆ©ard, Gesner Abelard, Paul Beauvoir y Gourge et Byron. En el artĆculo, se comenta que āse expresa, en todo este conjunto de hermosas piezas y de cuadros a colores, toda el alma del nuevo HaitĆ, paĆs que va alejĆ”ndose de los misterios de la vida africana primitiva, y va dando riendas a una expresión mĆ”s realista y mĆ”s sincera del arte modernoā. Esta cita demuestra el racismo que aflora incluso cuando se intentaba alabar al arte haitiano; ademĆ”s demuestra un profundo desconocimiento del papel que jugó el arte africano en el desarrollo de los movimientos modernos europeos. Por otra parte, hay que anotar que el reconocimiento del modernismo en estas obras es significativo, pues por esas fechas en Puerto Rico apenas se comenzaba a realizar escultura en metal fundido, y con muchas dificultades, como explica Marimar BenĆtez en su ensayo en el libro āPuerto Rico: Arte e identidadā (1998).
Durante las dĆ©cadas de 1970 y 1980, tanto instituciones importantes como pequeƱas galerĆas se interesaron por el arte haitiano. En 1970 la exposición anual del Salón de Pinturas del Banco United Federal Savings incluyó una obra del arquitecto haitiano Gerard Fombrum, quien vivĆa en Puerto Rico y realizaba āunas delicadas esculturas en cobre, llenas de poesĆaā, de acuerdo al crĆtico de arte Antonio Molina. Este mismo arquitecto realizó una exposición individual en la GalerĆa Antillas del Viejo San Juan, segĆŗn el periódico āEl MundoāĀ (1970). Al aƱo siguiente, en 1971, vemos una obra del haitiano Le BrettonĀ en una exposición de la reciĆ©n inaugurada GalerĆa Hispania, en Ponce; esta obra se exhibĆa junto a piezas de artistas de la categorĆa de Alejandro SĆ”nchez Felipe, Jorge Rechany, John Balossi y Epifanio Irizarry. En 1977, en tanto, se realizó una exhibición de pinturas haitianas en el Convento de Santo Domingo con motivo del Mes de la Amistad Haitiano-PuertorriqueƱaĀ y al aƱo siguiente se realizó otra en el Museo de la Universidad de Puerto Rico (UPR) con el mismo motivo.
En la dĆ©cada 1980 el antropólogo puertorriqueƱo Eugenio FernĆ”ndez MĆ©ndez fundó una galerĆa en La Caleta del Viejo San Juan, ādonde antes estuvo la galerĆa Luis GermĆ”n Cajigasā, y donde tenĆa āuna biblioteca especializada en arte puertorriqueƱo y haitianoā. ExplicaĀ el crĆtico de arte JosĆ© Antonio PĆ©rez Ruiz que āla especialidad de la GalerĆa Eugenio es la pintura primitivista haitianaā. A finales de esa dĆ©cada, en 1987, se realizó otra exposición de arte haitiano en la Universidad de Puerto Rico titulada āImagen de HaitĆā, esta vez en la Sala de MĆŗsica del Centro de Estudiantes; la misma se basó en la colección de FernĆ”ndez MĆ©ndez, e incluyó obras de Wilson Bigaud, Adan Leontus, Preffette Duffaut y Bourmond Byron. FernĆ”ndez MĆ©ndez, ademĆ”s, habĆa publicado un libro sobre arte primitivista haitiano en 1973, editado en tres idiomas y publicado por la galerĆa Georges S. Nader de HaitĆ. Dos aƱos mĆ”s tarde, en 1989, aparecĆa en el āPuerto Rico Ilustradoā un artĆculoĀ de cuatro pĆ”ginas de extensión sobre la Colección Josefina del Toro Fullados āo colección de recursos raros, como antes se le conocĆaā del Sistema de Bibliotecas de la Universidad de Puerto Rico, entre los que se encuentra las colecciones de libros sobre historia haitiana del diplomĆ”tico y militar Alfred Nemours. El artĆculo incluye ilustraciones de los libros de Nemours en las que se representa a Toussaint Louverture y el Rey Henry-Christophe.
Si todas estas interacciones con HaitĆ han sido importantes de un modo u otro, sin duda alguna, ninguna ha tenido el impacto sobre el arte puertorriqueƱo que ha tenido la GalerĆa Botello. En 1979, las haitianas Maud Duquella y Christianne Botello (esposa del artista Ćngel Botello Barros) abrieron la galerĆa que hasta hoy sigue operando bajo el mismo nombre. AdemĆ”s de las obras del propio Ćngel Botello, durante mĆ”s de cuatro dĆ©cadas esta galerĆa ha exhibido y vendido obras de algunos de los mĆ”s importantes artistas puertorriqueƱos entre los que se encuentran Myrna BĆ”ez, MarĆa Emilia Somoza y Arnaldo Roche Rabell. Siendo una de las galerĆas mĆ”s longevas de Puerto Rico, ha traĆdo al mercado del arte puertorriqueƱo obras de artistas de renombre mundial como lo son Rufino Tamayo, Juan Miró, Roberto Matta, JosĆ© Luis Cuevas, ThĆ©o Tobiasse y Max Papart, entre otros. La labor de la galerista Duquella ha sido reconocida por instituciones en Puerto Rico y los Estados Unidos como lo son la Asociación de CrĆticos de Arte de Puerto Rico y el The Clemente Soto VĆ©lez Cultural & Educational Center en Nueva York.Ā Ā
āAunque compartimos ancestros, la polinización cruzada en el arte del Caribe, como lo conocemos hoy dĆa, comenzó en el siglo XIX. Del mismo modo que Puerto Rico ha recibido artistas provenientes de diversos paĆses, nuestros artistas tambiĆ©n han viajado a otras islas como parte de sus respectivas formaciones artĆsticasā - Carlos Ortiz Burgos
RepĆŗblica Dominicana
La xenofobia contra nuestros vecinos mĆ”s cercanos de las Antillas Mayores, los dominicanos, ha llevado a un desconocimiento de la presencia artĆstica que han tenido en Puerto Rico. Cuando el historiador Fernando Picó escribe āaquĆ, en algĆŗn momento, todos fuimos inmigrantes, desde el primer indĆgena arcaico en su arcaica yola hasta el dominicano que llegó ayer por Rincón y ya hoy trabaja en un proyecto de construcciónā, aunque defiende el derecho a emigrar, circunscribe a este grupo diverso de personas a una Ćŗnica clase social. Aunque es cierto que cientos de dominicanos han llegado a Puerto Rico en busca de trabajo y una mejor calidad de vida, otros han tenido el privilegio de educarse y emigrar o visitarnos como embajadores culturales.
Los intercambios artĆsticos entre Puerto Rico y la RepĆŗblica Dominicana datan de, al menos, la dĆ©cada de 1940, cuando comienzan a visitar nuestro archipiĆ©lago numerosos mĆŗsicos, actores, literatos y artistas visuales. Al parecer, temprano en esa dĆ©cada, ya habĆa interĆ©s en el arte dominicano en Puerto Rico a juzgar por un artĆculoĀ titulado āReflexiones sobre el alma del arte de Anita Pastorā que el periódico āEl Mundoā reprodujo luego de haberse publicado originalmente en āLa Opiniónā, diario de la RepĆŗblica Dominicana. Ramón Frade habĆa vivido en la RepĆŗblica Dominicana y HaitĆ desde finales del siglo XIX, sin embargo, serĆa en 1949 āsobre cuatro dĆ©cadas despuĆ©s de regresar a Puerto Rico en 1902ā, cuando la Academia Dominicana de Historia le otorgarĆa una medalla de oro por haber donado un óleo a esta institución. Se trató de un paisaje de la antigua Santo Domingo de GuzmĆ”n (segĆŗn la vio el artista en 1893). En la dĆ©cada del cuarenta la capital dominicana era conocida como Ciudad Trujillo, nombre impuesto por el dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo, en su propio honor. Se le llamó de esta manera de 1936 hasta 1961.
Es a partir de la dĆ©cada de 1950 que comenzamos a ver exposiciones de artistas dominicanos en Puerto Rico, como es el caso de la muestraĀ de 14 óleos y 26 dibujos que realizó el pintor Silvano Lora en la Sala de Arte de la Universidad de Puerto Rico en 1955. Durante la dĆ©cada siguiente, incrementarĆa la cantidad de artistas de la hermana repĆŗblica que vendrĆan a exponer a Puerto Rico.
En 1961, cuando los fotógrafos puertorriqueƱos aĆŗn tanteaban tĆmidamente en dar el paso del fotoperiodismo al arte visual, el dominicano Jacinto Gimbernard realizó la exposición de fotografĆa,āVeinte temas de vida y muerteā, en El Ateneo PuertorriqueƱo. Ese mismo aƱo se mudaba a Puerto Rico el mĆ©dico y artista Enrique Coiscou Weber, trayendo consigo otro tipo de arte innovador, la hilografĆa, la cual patentó en su natal RepĆŗblica Dominicana. Utilizando alambres de zinc, plata, aluminio y oro, el artista realizaba obras de todos los gĆ©neros pictóricos, entre los que se destacan retratos de presidentes y gobernadores como KennedyĀ y Luis MuƱoz MarĆn. AsĆ mismo, sumĆ”ndose al reavivamiento de la escultura en Puerto Rico, el artista dominicano Julio Sussana realizó dos exposiciones en el Colegio de Abogados de Puerto Rico en 1963 y 1964. Aunque en un artĆculoĀ del periódico āEl Mundoā se comenta que el artista tenĆa planes de permanecer en Puerto Rico, no se ha encontrado mĆ”s información al respecto.Ā
La pintura casi nunca falta en los intercambios artĆstico/culturales, y en este caso no es la excepción. En 1962 la pintora Nidia Serra de Victoria visitó Puerto RicoĀ junto a un grupo de 150 dominicanos atraĆdos por el Festival Casals. La artista y profesora del Departamento de Bellas Artes de Santo Domingo, cuya obra estĆ” dominada por el paisaje, aprovechó la visita para realizar gestiones con el fin de realizar una exposición en Puerto Rico, la cual se concretó al aƱo siguiente en el Ateneo PuertorriqueƱo. Igualmente, el pintor Guillo PĆ©rez regresó a Puerto Rico en 1970 para realizar una exposición en la GalerĆa francesa del Hotel San Juan, auspiciada por el Consulado de la RepĆŗblica Dominicana. De este artista es la obra āPuesta de Solā, adquirida por el Museo de Arte de Ponce con anterioridad a la muestra de 1970. Incluso dentro de la pintura, los artistas dominicanos estaban a la vanguardia durante esta Ć©poca, como lo demuestra la obra hiperrealista de Charito ChĆ”vez exhibida en la GalerĆa CoquĆĀ de Puerto Nuevo en 1979. Si estos Ćŗltimos artistas son figurativos, tambiĆ©n habrĆa representación de pintura abstracta dominicana en Puerto Rico durante estas dĆ©cadas. Un ejemplo es Josefina Romano Pou, quien ademĆ”s de fungir como Agregada Cultural de la RepĆŗblica Dominicana, se dedicaba a pintar.
Los artistas dominicanos no Ćŗnicamente exhibĆan sus obras en galerĆas comerciales de Puerto Rico, sino tambiĆ©n en instituciones artĆsticas como el Museo de Historia, AntropologĆa y Arte de la Universidad de Puerto Rico y el Museo de Arte de Ponce (MAP).Ā En 1973 el Museo de la Universidad de Puerto Rico exhibió las obras de la artista Soucy de Pellerano en celebración de la independencia de la RepĆŗblica Dominicana. En un tono internacionalista, comenta Antonio J. MolinaĀ en āPuerto Rico Ilustradoā sobre la obra de Pellerano que āno es esta una pintura ābonitaā ni quiere serlo. Es algo que tiene āgarraā y āmeolloā y que habla en alta voz de toda una convulsión āinteresante y necesariaā que vive nuestro mundoā. Pellerano volverĆa a exhibirĀ en el Salón de El TĆŗnel de la Casa AlcaldĆa de Bayamón mĆ”s de una dĆ©cada despuĆ©s, en 1986. Por su parte, el Museo de Arte de Ponce, en la dĆ©cada de 1970, realizó una exposición de Fernando UreƱa que incluyó pinturas y dibujos. Acabado de regresar de estudiar en Madrid, y habiĆ©ndose formado en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Santo Domingo bajo la tutela de Jaime Colson, la obra de UreƱa fue descrita por Antonio J. Molina, de la siguiente manera:Ā āUreƱa, deslumbrado aĆŗn por el āiluminismoā, ese āadueƱarse de la luz como lo logró Sorollaā, experimenta y saborea la brillantez colorista de ese estiloā.
El MAP tambiĆ©n exhibió en la dĆ©cada del ochenta obras del artista Alberto Ulloa, como una propuesta de ātraer obras de afuera para ayudar a enriquecer el ambiente artĆstico localā, segĆŗn expuso Marimar BenĆtez en un artĆculoĀ publicado en el periódico āEl Mundoā en 1982.Ā
Ese enriquecimiento Ćŗnicamente incrementó durante la dĆ©cada de 1970 con la creación de la Bienal de San Juan del Grabado Latinoamericano. Si bien se recibieron numerosos artistas de la RepĆŗblica Dominicana durante la dĆ©cada del setenta, los puertorriqueƱos tambiĆ©n llevaron sus obras al vecino paĆs.Ā
En 1971 una selección deĀ āmĆ”s de treinta obras de los mĆ”s representativos artistas de Puerto RicoāĀ fueron exhibidas en el reciĆ©n inaugurado edificio de la Biblioteca Nacional de Santo Domingo. Entre los artistas incluidos en esa muestra se encontraban: Olga Albizu, Francisco Rodón, Augusto MarĆn, Julio Rosado del Valle, Rafael Rivera GarcĆa, FĆ©lix Bonilla, Jorge Rechany, Luis HernĆ”ndez Cruz, Jeanette Blasini, JosĆ© R. Oliver, James Shine, JosĆ© A. Ramos, Alfredo CubiƱƔ, Edwin MaurĆ”s, Lorenzo Homar, JosĆ© R. Alicea, Myrna BĆ”ez, Rafael TufiƱo, Carlos Marichal, Marcos Irizarry, Juan DĆaz, John Balossi, Myrna RodrĆguez, Carmelo FontĆ”nez, Manuel HernĆ”ndez Acevedo, y GermĆ”n Cajigas. MĆ”s tarde, Antonio Martorell realizó una muestra individual de grabado que fue seguida por una exposición colectiva, en 1977, que se llevó a cabo en la Casa de Teatro, junto a un recital de poesĆa. En esa ocasión participaron los artistas JosĆ© Antonio Torres Martinó, Antonio Martorell, JosĆ© Rosa, Consuelo Gotay y Luis Alonso. De modo que la RepĆŗblica Dominicana ha conocido lo mejor de nuestros artistas.

Durante las dĆ©cadas subsiguientes, los ochenta y noventa, varias otras instituciones puertorriqueƱas exhibieron trabajos de artistas dominicanos. La Escuela de Artes PlĆ”sticas, por ejemplo, realizó la exposición titulada āTemores: Lo nuevo y lo duradero de lo sensual y otras cosasā, del artista FĆ©lix BerrĆos en 1980. Ya en esta muestra se ve la influencia de la Bienal de San Juan, pues este artista āse dedicaba a la grĆ”fica y el dibujoā. Ese mismo aƱo La Liga Estudiantes de Arte de San Juan presentó dos instalacionesĀ de Dyonis Figueroa tituladas āPieza de declaraciónā y āResiduosā las cuales utilizaban como medio artĆstico copias fotostĆ”ticas xerox, cinta adhesiva y otros elementos pegados a las paredes. Por su parte, el Museo del Grabado Latinoamericano del Instituto de Cultura PuertorriqueƱa realizarĆa una exposiciónĀ de Aquiles Azar en 1982; este mismo artista ademĆ”s habĆa tenido una exposición previa en el MAP dedicada a pinturas de payasos expresionistas, sobre las que Antonio J. Molina comentó: āSon obras que impresionan, hacen pensar, y el artista nos pone en un dilema frente a cada una de sus figuras de circoā. El Museo de Arte e Historia de San Juan hizo lo propio con la artista Rosa TavĆ”rez en 1988. Incluso la GalerĆa San Juan Bautista de la Casa AlcaldĆa de San Juan realizó una exposición de óleos y acrĆlicos pintados por el artista dominicano Eric Genao en 1989. Tan significativa fue la presencia dominicana en el arte puertorriqueƱo que en la dĆ©cada del 80 se fundó la GalerĆa LogosĀ que se dedicaba a la venta de obras puertorriqueƱas y dominicanas.
Aunque no es artista, la crĆtica de arte dominicana Marianne Tolentino merece una mención especial en este texto. Desde Santo Domingo, Tolentino escribió innumerables columnas para el āListĆn Diarioā sobre artistas puertorriqueƱos. TambiĆ©n dictó conferencias en Puerto Rico, participó de simposios sobre arte y crĆtica de arte, fue parte del jurado de la cuarta Bienal del Grabado Latinoamericano de San Juan, y fue parte de varios proyectos de divulgación de nuestras artes, como la revista āImagenā del Programa de Artes PlĆ”sticas del ICP, y de la revista āPlĆ”sticaā de La Liga de Arte de San Juan. Con motivo de la exposición titulada āGrĆ”fica PuertorriqueƱa en Saludo a Santo Domingoā, realizada en el Museo de las Casas Reales de la RepĆŗblica Dominicana en 1982, Tolentino dijo: āFue un verdadero deslumbramiento: la estampa de Puerto Rico alcanza niveles cimeros de expresividad y tĆ©cnica que llegan a provocar con el espectador una comunicación comparable a la de la pintura y del dibujoā.

Si no todos los artistas dominicanos que hemos mencionado se radicaron en Puerto Rico, hoy contamos con un excelente grupo de artistas de generaciones mĆ”s recientes que han emigrado o han nacido en Puerto Rico de familias dominicanas. Entre este grupo se encuentran Zuania Minier, Hatuey Ramos FermĆn, Dionis Figueroa, Emilio Maldonado, Genaro Ozuna y Helen Ceballos, entre otros. Esta tampoco constituye una lista exhaustiva que pretenda recoger todos los artistas dominicanos que han exhibido en Puerto Rico, todos los artistas puertorriqueƱos que han exhibido en la RepĆŗblica Dominicana ni todos los artistas que residen en Puerto Rico de ascendencia dominicana. El propósito es demostrar la presencia constante y la relevancia que han tenido estos artistas en nuestra escena artĆstica.

Jamaica
Sin duda alguna Jamaica es el paĆs de las Antillas Mayores con el que menos contacto hemos tenido desde tiempos de la colonización espaƱola. Pero eso no implica que no haya habido intercambio alguno. La mĆŗsica es el elemento mayor que nos ha llegado desde Jamaica, aunque tambiĆ©n nuestros atletas han ido a competir a la isla angloparlante. En lo que respecta a las artes visuales, ya hemos anotado la visita de Ramón Frade y no hemos encontrado ninguna referencia anterior a esta. Sin embargo, hay que anotar que algunos de libros producidos por la División de Educación de la Comunidad fueron tomados como referencia por los jamaiquinos e incluso alguno se tradujo al inglĆ©s para utilizarlo allĆ”. De acuerdo al artista Antonio Maldonado, el libro titulado āAlimentos para su familiaā se tradujo para uso en Jamaica. Por otro lado, un puƱado de artistas puertorriqueƱos han viajado a Jamaica y se han inspirado en el arte de ese paĆs.Ā
En 1980, los puertorriqueƱos Carmelo Sobrino, JoaquĆn Reyes y Marco Antonio Rigau āapertrechados con sus acrĆlicos, sedas, navajas y toda la parafernalia exigida para montar un taller de serigrafĆa āamĆ©n de un espĆritu de aventuraā partieron [ā¦] para Kingston, Jamaicaā, segĆŗn documentó el periodista Jorge RodrĆguez en el periódico āEl Mundoā, en 1989. AllĆ pasaron tres meses con el propósito de rendir homenaje a Edna Manley, la artista mĆ”s reconocida de la isla hermana. Durante ese tiempo estos artistas trabajaron juntos en un portafolios para la GalerĆa Nacional de Jamaica y como resultado realizaron una exposición en la cual adquirieron obras los primeros ministros de Jamaica, Edward Seaga, y Michael Manley, hijo de Edna Manley. A su regreso, Sobrino exhibió las obrasĀ en el Salón de Exposiciones del Programa de Bellas Artes del Departamento de Instrucción PĆŗblica (Carmelo Sobrino Expone Obras). En el mismo artĆculoĀ de RodrĆguez, de 1989, Rigau explica el proyecto y el deseo de homenajear a Manley del siguiente modo:
QuedĆ© tan impresionado con la obra artĆstica de Manley que se me ocurrió que ambos paĆses podĆamos acercarnos a travĆ©s de un experimento grĆ”fico, sobre todo porque esta es un Ć”rea en la cual Puerto Rico se ha destacado internacionalmente, y porque este medio es apenas conocido en Jamaica, por lo menos artĆsticamente [ā¦].
La vida de Edna Manley, es una leyenda, es una mujer que se casó con Norman Manley, el āPadre de la Independencia de Jamaicaā, fundó la escuela de Arte mĆ”s importante del paĆs, y creó ademĆ”s el equivalente en Kingston de lo que aquĆ conocemos como el Instituto de Cultura PuertorriqueƱa.
De este modo, aunque en Puerto Rico la cultura jamaiquina continĆŗe siendo prĆ”cticamente desconocida, hemos logrado algunos lazos perdurables. Y es que, de acuerdo a Rigau, el taller de serigrafĆa que los boricuas montaron en Kingston aĆŗn continuaba operando casi una dĆ©cada mĆ”s tarde.
Si difĆcil ha sido encontrar intercambios con Jamaica, nuestra relación con las Antillas Menores, desde un lente artĆstico, ha sido imposible de documentar a travĆ©s de esta corta investigación. Estos intercambios no pueden ser inexistentes, debido a que, por ejemplo, la isla de Santa Cruz celebra el DĆa de laĀ Amistad con Puerto Rico cada 14 de octubre. Sin embargo, este trabajo es insuficiente para recoger los aportes que han hecho los hermanos y hermanas de las Antillas a Puerto Rico; hace falta una investigación mĆ”s a fondo y acceso a archivos en los otros paĆses para poner de relieve nuestra caribeƱidad y los lazos que nos unen con el resto de las islas del Caribe e incluso con el Caribe continental. Nuestra condición colonial a menudo nos condiciona a pensar que las Ćŗnicas fuentes de desarrollo artĆstico han provenido de Europa o los Estados Unidos. Queda demostrado con este breve recuento que nuestras artes se han beneficiado de las culturas vecinas y que del mismo modo los puertorriqueƱos y puertorriqueƱas han hecho contribuciones valiosas a las culturas vecinas. Caminemos, pues, hacia el sueƱo de Betances, ya no a travĆ©s de una estructura polĆtica centralizada como lo serĆa una Federación Antillana, si no hacia el fortalecimiento de los lazos culturales, y otros tipos de colaboraciones cĆvicas, con aquellos pueblos que han padecido lo mismo que nosotros y que, en muchos casos, por motivos históricos y migratorios, son literalmente nuestros parientes.
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Sobre el autor:Ā Carlos Ortiz Burgos es historiador del arte y curador puertorriqueƱo. Obtuvo un bachillerato en Historia del Arte de LatinoamĆ©rica y el Caribe en la Universidad de Puerto Rico, una maestrĆa en Culturas Visuales de Las AmĆ©ricas en la Universidad Estatal de Florida, y actualmente cursa un doctorado enfocado en arte caribeƱo en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Su investigación histórica se centra en el desarrollo del arte moderno en el Caribe insular durante la primera mitad del siglo veinte y la revisión de los discursos oficiales. Sus proyectos curatoriales suelen centrarse en la obra de artistas jóvenes, y busca entablar diĆ”logos entre los artistas que habitan en el Caribe y en la diĆ”spora.
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