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Lo muros de la calle Calma: archivo de la comunidad

El artista Lio Villahermosa repasa la historia de algunos de los murales emblemáticos que han acompañado a los vecinos de la calle Calma en Santurce


“La Torre de la Iglesia Santa Teresita, con su cruz simétrica, se levantaba en el horizonte sobre un mar de casas y de gente. Los balaustres de concreto pintaban mis rodillas con un polvillo blanco. Las panderetas sonaban y una bandera boricua resaltaba entre la multitud.


–Tití, ¿quién se murió? –pregunte más de tres veces.


–El Sonero Mayor, Lionel –me contestó mirando a la torre.


Calle Calma, 1987

(Lio Villahermosa – “La Calma”, 2014)



Perímetros

La desaparecida ciénaga de Machuchal, tierra que perteneció a finales del siglo XIX al reformista Don Pedro Gerónimo Goyco y que por falta de liquidez puso a la venta, comenzó a poblarse por grupos familiares de gente negra que ya ocupaban zonas limítrofes. Con los años, esa finca ya ocupada pasó de ser un grupo de bateyes a convertirse en un barrio delineado por calles más a menos rectas que comenzaron a nombrarse. Calle Linda vista, calle Tranquilidad, calle Calma. Con el tiempo, dichas vías fueron rotuladas con nombres de personas y la calle Calma no fue la excepción. Actualmente, la calle lleva el nombre del intérprete Ismael Rivera, el “Sonero Mayor”, quien no solo creció y allí murió en los brazos de su progenitora, sino que en vida hizo alarde de su amada calle Calma en varias de sus canciones. 


Caritas lindas de gente negra que en La Calma tengo un montón”. 


A pesar de las transformaciones urbanas que trajo consigo el desarrollo del sector en un contexto de crecimiento poblacional e intervención gubernamental, la Calma nunca dejó de ser más que una calle. Hasta hoy no ha dejado de tener una percepción de aldea o comarca. Si eres de allí o te sientes de allí, cuando te preguntan de dónde eres, nunca vas a mencionar el nombre actual de la calle. Simplemente vas a decir, soy de la Calma. Si te preguntaran a dónde vas, nunca vas a decir voy a la calle Corona, Concordia o del Valle, y mucho menos, a la calle Ismael Rivera. Siempre dirás, voy pa’ la Calma. Por lo tanto, la Calma es un recuadro con límites algo difusos pero existentes en el imaginario vecinal y el de sus visitantes. 

 

La Calma era para mí un pedacito de ciudad que recorrí entero hasta el cansancio. En bicicleta, en patines, descalzo, con lluvia, entre pollitos y palomas infladas de arroz con leche. Más que una calle, fue un sector, un perímetro de más de una vía. La Calma fue la brea recién puesta, el mural y sus mutaciones, los solares vacíos que fueron vertederos clandestinos, la doble cleta de mi hermano y mi abuela en su sillón. Fue también los perros de todos, los petardos y las balas al aire. Fue Doña Margot besando el retrato de su hijo en el muro. La Calma fue las revistas pornográficas descuartizadas en la cuneta, el olor a pintura de hojalatería y la vellonera del cafetín de mi abuelo, pregonando “si no te veo más” con “filin” susurrante y escurridizo de un Maelo con voz en medias tintas. ( Lio Villahermosa – “La Calma”, 2014)



El mural y el bohío

Fueron muchas las tardes que disfrutaba la vista panorámica hacia la calle Corona esquina con la Calma. Desde el balcón de la casa de mi tía, que quedaba en un segundo piso, me ubicaba en el ángulo perfecto desde donde podía ver en primer plano el letrero de la calle y una bandera de Puerto Rico que colgaba del mismo poste de madera. En segundo plano, los ojos de Ismael Rivera pintados en el muro me perseguían sin importar hacia dónde me moviera. Detrás del mural yacían las ruinas de la casa que alguna vez fue del padre de Ismael. En ese momento, un palo de mangó iba creciendo, ganando terreno en aquel espacio.


No tengo fecha exacta de la construcción del muro convertido en mural, pero antes de la muerte de Ismael Rivera ya esa pared servía como espacio de expresión comunitaria. Desde que tengo memoria siempre estuvo ahí, pero fueron las viejas del barrio las que me contaron que la calle Corona era antes un caminito. Luego, a mediados de los años ‘60, pavimentaron las calles de tierra –que era dura como un soberao–, y desalojaron varias casas para crear una nueva arteria horizontal que uniría varias calles. Desde la calle María Moczó hasta la calle Añasco, siendo la Calma el centro y corazón de esa ruta.

A mediados de los ‘80, la parte izquierda del mural tenía pintada una bandera de Puerto Rico y unos puños revolucionarios acompañados con la palabra libertad. Un poco más al centro del muro, un paisaje de un río con piedritas y árboles.


Niños y niñas vecinos de la calle Calma, 1986 (Archivo Familia Santana)
Niños y niñas vecinos de la calle Calma, 1986 (Archivo Familia Santana)

Con la muerte del Sonero Mayor en 1987, algunas personas de la comunidad se organizaron para reconstruir la pared y crear un nuevo mural en honor a tan importante intérprete cangrejero. Fue en 1989, cuando el artista Joffre Marchand, inmortalizó al Ismael Rivera con un retrato poderosísimo que por casi una década fue la imagen emblemática de la calle Calma. Muchos cocolos, salseros, turistas y locales se retrataban frente a él.


Joffre Marchand pintando el mural de Ismael Rivera en 1989
Joffre Marchand pintando el mural de Ismael Rivera en 1989
Mural de Joffre Marchand pintado en 1989, foto de 1992 (Archivo familia Santana)
Mural de Joffre Marchand pintado en 1989, foto de 1992 (Archivo familia Santana)

Margarita Rivera, conocida como Doña Margot, y madre del Sonero, pasaba algunas tardes contemplando la imagen luego de ofrendarle flores al retrato. Dichas flores las recolectaba de algunas casas de vecinos. Bien podían ser amapolas, cruz de malta, flor de canarias y hasta racimitos de cundeamores.

Doña Margot se sentaba frente al mural en una placita techada que le llamaban “el Bohío”, pues antes de su remodelación era literalmente eso: una terraza en forma circular con pencas de palmas secas donde se reunían los negros del barrio a rumbear. Desde los recién construidos banquitos de cemento enchapados con losetas estilo mosaico, Doña Margot contaba las historias de su hijo Ismael, cantaba sus canciones y compartía sus conocimientos de curandera a todo aquel que le interesara. Recuerdo claramente que nos decía:


–“Yo trabajé 23 años en las escuelas como conserje, tengo 85 años y estoy que al que le doy se cae”.

–“La yagua de la palma si la quemas y mezclas la ceniza con cebo blando te sirve para los dolores en los huesos”.


Doña Margot, además de compositora y curandera comunitaria, fue empleada de custodia en la escuela pública Pedro G. Goyco, nombre que mencionamos al inicio de este artículo haciendo referencia a quien fuera el propietario de estas tierras antes de ser pobladas.


Para aquellos días entre 1992-1995, el bohío, tenía una jaula de cotorras, un televisor, un teléfono público, un baño, una fuente y unas palmitas. Había cámaras de seguridad en cada esquina y en temporadas de navidad arcos de bombillitas. No podía faltar el nacimiento. María, José y el niño Jesús en figuras de plástico que también prendían con luz interna como lámparas. Pero el atractivo principal era la escultura en mezcla lista del rostro de Ismael Rivera que estaba empotrada en la pared del bohío firmada por un tal Moreno.


Este tipo de mural comunitario existe desde mucho antes de iniciativas como Los Muros Hablan y Santurce es Ley, y seguirán existiendo mientras haya personas, ideas, sucesos que plasmar, y mientras haya pintores como don Lucas o vecinos sanando pérdidas o celebrando vidas - Lio Villahermosa Santana


Nuevas caras

Con la muerte de Ángel Luis Santana, uno de los líderes comunitarios responsable de gran parte de estas iniciativas que siempre fueron apoyadas por la familia Rivera, otro miembro de la comunidad decidió darle continuidad al proyecto del mural que ya estaba deteriorándose. Su nombre era Héctor Santana, conocido como Petete. Cuentan los vecinos que un camión golpeó la pared y destrozó gran parte del mural comunitario de aquel entonces. Poco después, en 1998, con el auspicio de una emisora radial y de la Oficina de Asuntos a la Juventud de San Juan, Petete convocó a un certamen para la creación de un nuevo diseño/mural que ubicaría en la zona donde siempre hubo una bandera de Puerto Rico pintada. El ganador del premio fue el conocido artista de arte urbano Don Rimx, quien en aquel entonces debutó como muralista para esta comisión. El segundo lugar del certamen lo obtuvo una estudiante de la Escuela Central de Artes Visuales llamada Canelie Cana. Ambos artistas fueron invitados a intervenir en el nuevo muro. Cabe destacar que la comunidad siempre quiso defender la imagen de la bandera de Puerto Rico que por tradición siempre estuvo del lado izquierdo del muro. El artista Don Rimx creó un diseño respetando ese pedido, pero desde una estética más contemporánea y de tendencia. En su diseño, la bandera siguió ahí pero con una imagen de Ismael Rivera integrada en las franjas.


Arte de Don Rimx, 1998
Arte de Don Rimx, 1998

Por otro lado, Canelie Cana, quien aún cursaba el duodécimo grado en La Central, añadió una nueva figura de Ismael Rivera en el centro del mural y retocó la imagen original de Joffre Marchand que ya estaba en bastante deterioro.


Intervención de la estudiante Canelie Cana, 1998
Intervención de la estudiante Canelie Cana, 1998

En el 2001, luego de la muerte de Doña Margot, este quien les narra, Lio Villahermosa, pintó el rostro de ella en la esquina derecha del mural, una imagen que duró muy poco tiempo y para la cual no hay buenas fotografías. También retoqué el mural entero. Después de esto, se realizaron varias intervenciones al mural por miembros de la comunidad y otros simpatizantes.


Lio Villahermosa retocando el mural de Ismael Rivera en 2001 (Archivo familia Villahermosa Santana)
Lio Villahermosa retocando el mural de Ismael Rivera en 2001 (Archivo familia Villahermosa Santana)
Restauración de mural por Lio Villahermosa, 2001
Restauración de mural por Lio Villahermosa, 2001

Para el año 2013 una polémica dentro de la comunidad se desató con el mural al ser vandalizado con pintura blanca. Inmediatamente, el mural fue demolido con el propósito de remodelarlo. Miembros de la familia Rivera expresaron su malestar por esta decisión, a tal punto, que tuvo cobertura mediática. Lo cierto es que más allá de dimes y diretes y evidentes malos entendidos con respecto al supuesto acto vandálico, el mural fue reconstruido y comenzó a realizarse una nueva propuesta visual por el muralista de mosaico Celso González. La propuesta de González también incorpora de manera sutil la bandera boricua.


Mosaico realizado por Celso Gonzalez en 2013 (Foto de 2024 del Archivo familia Santana)
Mosaico realizado por Celso Gonzalez en 2013 (Foto de 2024 del Archivo familia Santana)

Con el pasar del tiempo, y como es natural, el muro ha seguido siendo espacio para inmortalizar a personas queridas por la comunidad. Los habitantes han ido cambiando y con ello también las personas representadas. Actualmente, el mosaico de Ismael Rivera comparte el muro con la imagen de Josué, un joven fallecido que fue muy querido por los que ahora ocupan el espacio cotidianamente y que ya ha tenido varias versiones pintadas por el artista conocido como Carlitos Skills.


Retrato de Josué por el artista Carlitos Skills, 2020
Retrato de Josué por el artista Carlitos Skills, 2020
Mural actualizado de Josué por el mismo artista Carlitos Skills, 2024 (Archivo Santana)
Mural actualizado de Josué por el mismo artista Carlitos Skills, 2024 (Archivo Santana)

Otros muros y otras caras

En un recorrido por la comarca, se observa que no solo sigue de pie el icónico mural de siempre con sus distintas huellas estéticas de todos aquellos que le han intervenido, también existen otros huequitos, otros bolsillos de cemento propicios para seguir pintando e inmortalizando afectos. Hoy día, hay varios rostros en paredes aledañas. Uno de ellos es el retrato de Jun, un joven albañil (como lo fue Maelo) que frecuentaba el barrio y realizaba trabajos para los vecinos. Luego de la repentina muerte de Jun, se pintó el retrato del joven y colocaron sus cenizas en una urna debajo de la imagen.


Retrato de Jun por don Lucas (sin fecha) (Archivo familia Santana)
Retrato de Jun por don Lucas (sin fecha) (Archivo familia Santana)

El retrato del joven es autoría de don Lucas, un migrante dominicano que lleva más de 40 años en la Calma, y que desde que sabemos, siempre ha pintado en los muros, sobre todo en momentos de transición, en o antes de nuevas intervenciones por artistas más conocidos profesionalmente.


Las visitas a la calle Calma ahora son motivadas por distintos intereses y atractivos. En la actualidad muchos van movidos por conocer el barrio del rapero Arcángel “La Maravilla”, quizás sin saber que antes fue el barrio del Sonero Mayor, Ismael Rivera.


Este artista de reguetón llegó a la calle Calma en su adolescencia, un poco antes de saltar a la fama. Como fenómeno, la calle Calma siempre atrae y da la bienvenida a quien le profesa respeto y Arcángel adoptó el barrio como suyo. Hoy la imagen del astro del reguetón brilla imponente sobre uno de los muros más grandes de la zona.


Mural de Arcángel pintado en 2020 por Elektro Types SMITE
Mural de Arcángel pintado en 2020 por Elektro Types SMITE

De igual manera, no hace mucho tiempo, añadieron a un muro un retrato de Justin Santos, hermano de Arcángel quien falleció de manera trágica en el 2021. 


Retrato del hermano de Arcángel, Justin Santos, por el artista Carlitos Skills
Retrato del hermano de Arcángel, Justin Santos, por el artista Carlitos Skills

Con el paso del tiempo, las comunidades honran a sus seres queridos, a sus ídolos, y estos cambian con el paso de los años. Los muros siempre serán ese lugar que nos muestra no solo a quienes las comunidades quieren honrar, sino qué valores y significados sostienen los que las habitan, en tanto que son cambiantes. Este tipo de mural comunitario existe desde mucho antes de iniciativas como Los Muros Hablan y Santurce es Ley, y seguirán existiendo mientras haya personas, ideas, sucesos que plasmar y mientras haya pintores como don Lucas o vecinos sanando pérdidas o celebrando vidas. Hay muros que callan también y guardan secretos, como también hay Santurces que fueron Cangrejeros y más que ley, fueron historias. Hay muros que fueron puños de resistencia, banderas siempre a la izquierda, caras lindas, caras negras. Hay muros que fueron y seguirán siendo “desfiles de melaza en flor".


–¡Carlitos, ese eres tú!, ¿verdad? – le grité desde el balcón, señalando al mural.

–No, mi santo, no soy yo.

–¿Y quién es ese que está pintado ahí?

–¿Qué dice ahí? – me preguntó de vuelta señalando las letras en el mural.

–El so-ne-ro-ma-yor – leí silabeando.

–¿Y qué es un sonero? – volví a preguntar.

–Mi papá – me contestó.


Calle Corona, 1991

(Lio Villahermosa – “La Calma”, 2014)


 

Sobre el autor: Lionel Villahermosa Santana es artista multidisciplinario, educador y gestor cultural. Tercera generación de los Santana de la calle Calma en Machuchal, Santurce. Transita entre las artes visuales, la danza afrocaribeña, la escritura y el performance. Maestro de baile de bomba y fundador del proyecto “Inédita”, dedicado al legado musical de Sylvia Rexach. Es colaborador desde los inicios de Taller Comunidad La Goyco.


  


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